La Universidad Española a examen

En España siempre ha habido rankings contradictorios sobre la calidad de las universidades. El más conocido, el que publica el diario El Mundo, no deja de ser controvertido por algunos de sus datos. Y realmente faltaban hasta la fecha datos concisos y claros sobre la calidad de la docencia, los resultados de la investigación y, en definitiva, una clasificación clara de las universidades españolas.

Vaya por delante que creo que los rankings no dejan de ser orientativos, pero el documento que publica hoy El País (.DOC) es absolutamente demoledor. En especial porque es difícil no encontrar datos que hagan pensar que nos queda mucho por delante. Si la Universidad Española se compara con algunas de las mejores universidades del mundo no salimos bien parados. Pero cuando observamos la nuestra, a la que acudimos a diario y en la que ponemos nuestras esperanzas, los resultados son terroríficos.

Nos queda mucho por hacer. Nos queda casi todo por mejorar. Enfrascados en el «mágico» proceso de Bolonia, se habla poco de la realidad interna y comparada de los centros universitarios españoles, de la falta de producción científica, de la endogamia y las eterna y frustrante carrera del docente, de los salarios bajos que llevan a la fuga de docentes, del adocenamiento, en suma que viven nuestras Alma Mater.

El estudio debería agitar consciencias. Mucho más que la pelea retórica de la implantación de un Espacio Europeo de Educación Superior, en el que más vale no indagar cual es nuestra posición.

¿Qué quieres ser de mayor?

Es una pregunta que hago siempre en clase. Llevo lanzándola tantos años que ya se me olvida la primera vez que abrí el debate en un aula con ella. Mis alumnos, suelen mirarme extrañados al comienzo. Especialmente cuando me lanzo en un arrebato romántico y les digo que ante todo busquen ser felices. Muchas veces me encuentro con respuestas del tipo, «no sé, trabajar y eso…» o «me da igual, con tal de ganar mucha pasta». Alguno, con el que suelo inicialmente estar de acuerdo , plantea simplemente «lo que sea, con tal de vivir cómodamente», aunque al final la comodidad suele expresarse en términos de nómina, coche, casa en bucle infinito.

Me gusta una vez al año reflexionar sobre cómo ha funcionado mi trabajo. Yo que no sabía que quería ser de mayor, especialmente los últimos años de carrera, en aquellos días en los que cual miserable aprendiz de Sócrates sólo era consciente de que no tenía ni idea de nada. Siempre pensé que mi profesión fue la que me eligió y no yo el que opté por ella. Aunque cuando pienso con detalle en ello, me doy cuenta de que los años que pasé en marketing financiero, aquellas mañanas en las que me odiaba porque mi objetivo era convencer a los que poco tenían para que se endeudaran aún más, fueron los que me volvieron a empujar a las aulas, a hacer aquello que para mi era un juego, contar cosas, escuchar que me contaran cosas, pasar buenos ratos, conversar de lo divino y de lo humano… ¿quién me iba a pagar por ello?

Acaba el curso. Falta una asignatura, pero básicamente llegamos al final. Un año en el que decidí que las cosas habían de hacerse de otra manera. En el que salté haciendo un doble mortal sin red, afrontando el caos según llegara. Sin exámenes, sin estrictos controles de asistencia, basando el trabajo en los alumnos y lo que tenían que decir. En clase o en sus blogs. Haciendo protagonista la conversación, olvidando «cómo han de hacerse las cosas» para enfrentarme a lo desconocido.

Y cuando veo los resultados del cuestionario que me están rellenando, que será parte del análisis cuantitativo-cualitativo de mi Tesis creo que no me he equivocado. O al menos no tanto como cuando en momentos de desesperación por una baja asistencia veía con envidia clases atestadas de alumnos callados y observando una pizarra que se llenaba de fórmulas y letras sin sentido.

Hay mucho que corregir. Hay mucho que limar. Meteduras de pata garrafales y errores absurdos de los que he de aprender. Muchas mejoras que incorporar el próximo curso en un proceso que no tiene fin. El de acostarse pensando qué inventar, qué ingeniar y el de levantarse y sorprenderse diariamente con una palabra, una actitud, un saludo o un cigarro compartido. La conversación, la discusión eterna que parece no llevar a nada, pero que acabas incorporando a tu discurso. El goce de encontrarte alumnos años después que son tus amigos, que comparten sus anhelos y sus cambios. Con los que tomar unas cervezas y recordar el día que aquel tipo melenudo entró en clase y soltó la primera chorrada.

Yo ya se lo que quiero ser de mayor. Nada diferente a lo que hoy soy. Nada distinto a lo que vivo y a lo que disfruto.

A todos mis alumnos de la promoción 2008-09 de ADE, ADE-ITM, ADE-TELECO, Fisioterapia y Fisioterapia-Podología, de la Universidad Europea de Madrid… Muchas Gracias

Me la han pegado

Uno suele leer noticias sobre timos y siempre piensa que no le va a pasar a él. Pero no es así, en el momento más inesperado ocurre y lo único que puedes hacer es quedarte con cara de tonto, denunciar o, tomarte la justicia por tu cuenta.

Esta mañana estaba enfrascado con uno de los Capítulos de la Tesis que más guerra me está dando: El «Estado del Arte» de la Web 2.0. Tanto que cuando han llamado a la puerta y un operario de la empresa «Gas Servicios» se ha presentado, diciéndome que venía a hacer la revisión de la caldera, simplemente he picado como un incauto. Hace varios días pusieron un cartel en el portal avisando de su próxima visita, muy serio y profesional, y he pensado que era lo normal, alguien de Gas Natural.

El operario en cuestión, muy amable, me ha hecho una rápida revisión de la caldera y con un tontómetro ha medido la concentración de imbecilidad raudo y veloz. «Son 48,44 €». «ooops, ¿te tengo que pagar en efectivo?». «Sí, no tengo la máquina para la tarjeta». Y ni corto ni perezoso 50 euros han cambiado de manos. Me ha parecido lamentable tener que pagar por una revisión que no había pedido, pero claro, «no hacerla es peligroso además que ilegal».

No habían pasado 10 minutos cuando una vecina llamaba al timbre para avisarme de que todo había sido una estafa. A partir de ahí, la frustración. Una rápida búsqueda en Internet me mostraba la cruda realidad, pasaba a engrosar la lista de canelos engañados por unos ladrones impunes.

Uno que es un macarra en su fuero interno, ha decidido buscar al operario por el barrio, dispuesto a recuperar el dinero por la fuerza de obviar la palabra. Y no he tardado más de un cuarto de hora en encontrar al sinvergüenza en cuestión. Momento más que tenso. En el que afortunadamente la violencia no ha sido superada por la cordura a la que nos lleva el poco poso de civilización que nos queda. Policía Municipal, identificación de los hechos, atestado y vaya Usted mañana a denunciar a estos señores a Comisaría. En definitiva, un papel, cincuenta euros menos y con un cabreo tan gigantesco que me ha llevado a retorcerme de dolor (físico y real) durante un buen rato.

Asesores Energéticos. Feresco Gas Servicios, S.L. con razón social en la C/ Manuela Malasaña, 24, Area 1, 28004 de Madrid y CIF B84876564 son los ladrones que me han estafado y seguro que no soy el único en esta mañana de mayo. Tienen incluso un correo electrónico, serviciosauxgas@gmail.com

La empresa no tiene licencia de la Comunidad de Madrid para operar ni tan siquiera como instaladores. Acumularon el año pasado más de 300 denuncias y finalmente fueron multados con 130.000 euros, que habrán pagado de las estafas que continúan haciendo.

Ladrones, chorizos, hampones repugnantes, han existido siempre. Pero la pregunta que ahora me hago es cómo, tras tantas denuncias, tras mostrar a las claras la cara y nombre de estos delincuentes, siguen campando a sus anchas. No sólo en Madrid, ya que este timo no es nuevo ni exclusivo de nuestra ciudad.

Denuncia y encabronamiento. Alegría por haber podido controlar mis impulsos más irracionales que me llevaban a la comisaría, pero como acusado de lesiones. Y el consejo de siempre: mucho ojo con los estafadores del gas. No sólo las incautas ancianitas son sus presas. Tu puedes ser el siguiente.

Los blogs aburren

Esta terrible aseveración parece desprenderse de los resultados del último Informe sobre la Blogosfera Hispana presentado por Bitácoras la pasada semana. Al menos no resultan tan atractivos como lo eran hace unos años.

No cabe duda de que publicar un blog sigue estando al alcance de cualquiera, creándolo en muy pocos minutos y hospedándolo de forma gratuita en cualquiera de las plataformas existentes. Pero con datos como los que se muestran en este informe hay que deducir que la cacareada muerte de los blogs, sino se produce, al menos si tiene su traducción en una demografía poco representativa del usuario de Internet español (el estudio analiza también los países Latinoamericanos). Demoledor es el dato de que más de un 80 % de los editores de un blog son hombres, frente a un 18,82 % de mujeres. O que tan sólo un 6,98 % de los blogs hispanos se actualizan con frecuencia, pudiéndose considerar realmente activos tan sólo un 3, 91 % del total.

Estos datos, que comparados con los datos globales de Technorati, pueden parecer optimistas, no dejan de ser nuevamente una llamada a la realidad. Los blogs se han convertido en una herramienta que está siendo abandonada por otras, más excitantes, divertidas o gratificantes que el hecho de escribir con frecuencia en una bitácora.

Con temáticas mayoritariamente personales, los blogs están lejos de la supuesta revolución en la conversación que se auguraba hace algunos años. Y ciertamente no es extraño comprenderlo.

Analizando los dos blogs en los que más escribo, este mismo, on line desde marzo de 2006, con una frecuencia de actualización muy irregular y demasiado enfocado en la blogosfera y la Web 2.0 tiene una media de visitas diarias que no supera los 12-15 visitantes, por no hablar del volumen de comentarios, mínimo y en general escritos por los usuarios más fieles.

Respecto mi otro blog, el del programa de radio, on line desde noviembre de 2006 y con una altísima frecuencia de actualizaciones, la media de las visitas aumenta a las 50 diarias, pero los casi 700 posts no acumulan más de media docena de comentarios en total (la mayoría por una crítica molesta a un grupo determinado).

Poca conversación y pocas visitas. De acuerdo que la obsesión por ello puede acabar matando un blog. Es correcto pensar que uno escribe en un blog para sí mismo (o al menos así era en su inicio). Pero las posibilidades que tienen los blogs para la creación de comunidad se muestra como una falacia perfectamente comprobable en cualquier blog no perteneciente a las tan cacareadas A-List.

Hoy son Twitter, que requiere menos esfuerzo para mantener conversaciones, o las Redes Sociales, donde el usuario no se siente completamente sólo, los que parecen poner la puntilla definitiva a las bitácoras como forma de expresión. No creo que éstas acaben desapareciendo. Más bien asistiremos a un aterrizaje abrupto y a una incorporación a la normalidad ya avisada desde hace varios años. Los utilizaremos para proyectos concretos, e incluso a veces lograremos cierta relevancia. Pero sí sería momento de desacralizar los blogs, definitivamente y de una vez por todas y hablar de ellos como lo que cada vez son más, un espacio íntimo de comunicación con uno mismo, con invitados casuales.

Escuela 2.0

Me aterra que el mundo gire en torno al «2». Hasta la política se ha subido al contubernio del doscerismo y hoy, por fin, se ha hecho público el plan Escuela 2.0 del Gobierno, anunciado en el Debate sobre el Estado de la Nación.

Vaya por delante que creo que hay que hacer un cambio profundo en las estructuras educativas de nuestro país. Si estoy haciendo una Tesis Doctoral en la que analizo la implantación de los blogs en la docencia será por algo. Pero al hilo de la propuesta de entregar a los niños de Quinto de Primaria, a partir de septiembre, un ordenador portátil (y tras haber oído una reflexión anónima en la radio) se me ocurren las siguientes cuestiones:

1. ¿Quién y cómo va a comprar esos ordenadores? 420.000 máquinas son muchas, como para no tener perfectamente aquilatado y controlado el proceso (y estudiados los riesgos y los costes)

2. ¿Qué pasa si un niño rompe un ordenador, lo pierde, se lo roban…? ¿Serán sus padres los que corran con los gastos? ¿Lo pagará el Ministerio? ¿Las comunidades autónomas?

3. ¿Qué software van a incluir los ordenadores? ¿Privativo? ¿Software libre? ¿Se harán nuevamente las editoriales las dueñas de los contenidos? ¿Microsoft comprará voluntades?

4. ¿Para qué va a servir el ordenador? ¿Cambiarán las programaciones didácticas? ¿Los temarios? ¿Los objetivos de aprendizaje? ¿Las metodologías?

5. ¿Quién va a formar a los maestros? ¿Cuándo? ¿Cuánto va a costar? ¿Qué se les va a enseñar?

6. Los colegios que se mantienen en condiciones insufribles, en barracones, sin apenas infraestructuras, ¿sustituirán esas necesidades por un «juguete» para los chavales?

Podría seguir. Wifi en todas las aulas, pizarras digitales, adaptación al doscerismo cuando empezamos a estar del mismo hasta el gorro. Olvidando que las herramientas no sirven si no hay algo más detrás. La tiza en manos de un gran maestro puede ser mucho más positiva que un ratón usado por un analfabeto digital.

Muchos interrogantes, demasiados, como para sentirme optimista. La educación necesita adaptarse a un nuevo mundo desde hace años, pero creo que estas medidas no aportan más que un bello titular, un gran montón de humo y un desasosiego inmenso ante lo que nos espera…

(Edito: creo que este artículo incide de forma más profunda en mis interrogantes)

Ramoncín 2.0

Hago una pausa en la Tesis para analizar los últimos movimientos de José Ramón Julio Martínez Márquez, conocido en la galaxia como Ramoncín, cantaor de coplillas punkis, transmutado a imitador del Boss, presentador de concursos culturales y sabio invitado cual croquetilla farandulera a tertulias y saraos variados.

A Ramoncín se le ha lapidado por su apoyo a las posturas de la Sociedad vertical en la que participa con los jefes y los proletarios, algo muy revolucionario. Pero no es mi intención hoy hablar de esa entidad anacrónica en el siglo XXI, odiada como la que más y que estaría dispuesta a demandarme si se me ocurriera escribir lo que pienso de ella.

Hoy escribo sobre Don Ramón por su nueva ocupación como jurado de O.T. el engendro pseudomusical ese con el que somos torturados desde hace años. Don Ramón hace años firmó un manifiesto contra esa sandez, considerada absurda por las personas que tenemos un mínimo sentido del ridículo. Manifiesto que años después circula por la red para demostrar que la adaptación al cambio no tiene límites. Don Ramón participará en Operación Triunfo y la twittesfera/blogosfera se indigna. Y yo no consigo entender por qué.

Sesgado como estoy, con comprobaciones de lo doscero, observo que Don Ramón no es más que un producto complejo de la Web 2.0, tal como perfectamente enunciaba Tim O´Reilly en su artículo seminal sobre la revolución que se cernía sobre la web (no pretendo en ningún caso argumentar que Don Ramón sea un espermatozoide huidizo de dicho concepto).

Vayamos con el análisis:

1. La web Tele como plataforma. Algo que nuestro protagonista conoce muy bien, desde que terminó de orinar a su público y que ha practicado en plataformas de todo tipo.

2. Inteligencia colectiva. Nunca nadie consiguió aunar tanto desprecio (tal vez la organización en la que él pasaba algún rato)

3. Gestión de las bases de datos. Don Ramón es un experto. Sabe exactamente los euros que ha dejado de ganar por su éxito «Marica de terciopelo» y a partir de ahí conoce perfectamente como monetizar los mismos

4. Beta permanente. Ramoncín, Ramón, D. Ramón. Punki, rockero, plasta cantautor, ñoño, presentador, tertuliano, jurado…

5. Programación ligera y simplicidad. De «Rock and Roll duduá» a « «Me da pena la gente que se agacha en el top manta. Me da pena porque es un problema de cultura. Ahora hay una gente que no sabe quién toca, que lo que quieren es tener 700.000 canciones en el móvil, tener y tener. Si hay alguien que cree que en la pantallita de un móvil se puede ver Spiderman III, esa no es mi cultura» se observa un compendio de adaptaciones al entorno y al medio.

6. Multiplataforma y multidispositivo. Alguien con más de 200.000 entradas en Google es la perfecta demostración de que es imposible dejar de saber de él.

7. Rica experiencia de usuario. Cada vez que abre la boca la caga lía. Y miles de Internautas tenemos algo de lo que escribir, aun a costa de quitarnos un rato de nuestras obligaciones.

Definitivamente, gracias, Ramón, por permitirme una nueva comprobación para mi Tesis Doctoral.