Yo hago aquello por lo que me pagan

Ayer tuve la ocasión de participar en un Congreso en Alcalá de Henares en el cual se dieron cita más de 150 profesores universitarios españoles que trabajan en los Estados Unidos. Presenté una comunicación sobre la utilización de las Redes Sociales como complemento a la docencia y de forma específica realicé una comparación entre las posibilidades que ofrece Facebook frente a nuestro Tuenti patrio.

La comunicación resultó muy agradable y tuvimos ocasión de charlar durante mucho más tiempo del que estaba previsto sobre la incorporación de la tecnología y las herramientas de la web social a la docencia universitaria. Lo único que me apenó fue la poquísima asistencia. La achaqué a que al mismo tiempo se celebraban otras sesiones y que la ubicuidad es absolutamente imposible, al menos en el mundo fuera de la Red.

Por la noche el congreso se clausuraba con un cena en la que tuvimos ocasión de charlar sobre mil cosas y, por supuesto, sobre educación.

«Yo jamás contesto un mail de un alumno. Si quieren algo que lo planteen en clase» fue una de las perlas con las que comenzó una discusión en la que dos universos paralelos nos enfrentamos durante casi tres horas. «A mi me pagan por enseñar, no por perder el tiempo con la tecnología». «Ya lo que faltaba es que tuviera que empezar a aprender a usar maquinitas para relacionarme con los alumnos». «Todo eso de los ordenadores sólo sirve para perder el tiempo y yo no tengo tiempo que perder»…

Podría seguir glosando algunas de las preclaras frases que se escucharon en la mesa, pero creo que no tendría sentido. Por fortuna también había algunos profesores que considerábamos aquellos comentarios como muestra de analfabetismo, algo imperdonable en un docente universitario. «Yo tengo ya el Tenure (equivalente a la plaza en propiedad) así que se dediquen a eso los que vengan detrás, que seguro que no tienen otra cosa que hacer». Es decir, yo hago lo que quiero, y o me lo pagan o no digo ni buenos días.

Alguno podría pensar que fue tan sólo un reflejo de la cortedad de miras de un puñado de profesores que viven aislados en su mundo rosa, a los cuales más pronto que tarde les llegará la jubilación. Pero esa forma de ver las cosas, de encarar la docencia, es mucho más habitual de lo que pensamos. ¿Cuántos docentes publicamos un blog, usamos Twitter o participamos en la Web Social activamente? Pocos, muy pocos. Tan pocos que incluso creamos premios y rankings. Pero la realidad es otra. La mayoría de los profesores siguen siendo completos analfabetos digitales. Usando un ábaco frente a sus alumnos que hace años tienen implantado un chip en sus cerebros. Se ocultan a veces, pero siempre hay un momento para decirlo alto y claro: «Yo de eso no tengo ni idea y no me pagan por ello».

Hablamos de Escuela 2.0, de regalar máquinas y ennredar los centros educativos. Pero para que se produzcan los cambios ansiados habrá que esperar y mucho. Mis compañeros de mesa eran norteamericanos de adopción, mal ejemplo de lo que pasa en el tan alabado sistemas educativo de Estados Unidos. Si ese pequeño grupo pensaba así, ¿alguien imagina que en nuestro país las cosas cambian radicalmente?

Tendremos que prepararnos para que pase tiempo. Para que un profesor no se vanaglorie delante de sus propios compañeros de ser un zoquete ilustrado. Pero la espera, mientras ese día llega, va a ser dura, muy dura…

8 comentarios

  • El rol del profesor tiene que cambiar sustancialmente y debe convertirse en un facilitador del aprendizaje, formado en competencias digitales y con capacidad de estimular el aprendizaje por proyectos e integrar el aprendizaje informal que se produce fuera de las aulas. Esto no se consigue solo con la introducción de tecnología en el aula, porque en la mayoria de los casos sirve para seguir haciendo lo mismo (vamos que ahora proyectamos powerpoint en un pizarra digital interactiva). Mi esperanza es que esta generación acostumbrada a la cultura digital rompa las barreras de las aulas y podamos replantearnos en serio qué tipo de escuelas, universidades y metodologías necesitamos para conseguir la auténtica innovación en el aprendizaje.

  • Alberto de Francisco

    Checa, sobre esto tengo sentimientos encontrados. Por un lado sabes que vivo y siento la revolución que Internet supone para la educación. Pero por otro veo que el mal de raiz de la educación no es ese.
    Quiero pensar que quiénes así opinan lo hacen porque tienen en mente un mal mayor.

    Los que llamamos nativos digitales sólo lo son comercialmente, porque es el mercado quien les ha «alfabetizado». Si no les enseñamos no aprenden, la necesidad de educar no ha desparecido y es hoy más acuciante que nunca. El mito de la necesaria formación continua y demás mierdas oculta que algo estamos haciendo muy mal.

    Pero mis alumnos universitarios no son peores alumnos porque no hayan utilizado tecnologías con ellos. Son malos alumnos porque nos hemos cargado la meritocracia a favor de la mediocracia (de mediocre). y llegan asumiendo que destacar es malo, que la masa les protege.

  • Angel, siempre he creído que la tecnología es un instrumento. Y lo malo no es no saber utilizarla, sino convertirse en un neoludita y además enorgullecerse de ello. El aprendizaje ha cambiado, al igual que lo ha hecho nuestra sociedad. Pero por desgracia algunos de sus actores principales no sólo no se quieren dar cuenta, sino que luchan contra ello con todas sus fuerzas.

    Alberto, totalmente de acuerdo en la «mediocracia». Es algo contra lo que debemos luchar, tanto como por lograr que nuestros alumnos aprendan, logrando hacer que el talento y el trabajo bien hecho se convierta en uno de los objetivos fundamentales de la educación. Y como bien dices, el enfrentarse a las innovaciones no es más que un síntoma de un problema mayor que afecta a muchos de nuestros compañeros: El sentir que su posición como docentes, alcanzada por las razones que sean, les permite adocenarse y relajarse, puesto que ya está todo conseguido. La docencia como fin salarial, no como vocación vital.

    Por cierto, todos los participantes de la conversación que he reproducido pertenecían al área de humanidades y otro de sus argumentos era: «Eso para los ingenieros, vale. Pero para enseñar literatura o historia, son sandeces…» Triste, muy triste…

    Abrazos

  • Como estuve a tu lado, me permito el lujo de añadir algo. También dijo algo muy «familiar» y «común» (por desgracia) en la Universidad española. Dijo «como me pagan más por escribir que por enseñar, yo me dedico a publicar libros y mis alumnos que se $%#&».
    Llevo toda la vida sintiendo nauseas ante ese tipo de ejemplares. Quizá lo que más me sorprendió fue que no encajaba en el típico estereotipo. Este «pieza» era joven. Pero sí, anoche también yo tuve que aguantarme las ganas de vomitar.

  • Fernando ese problema no es sólo de la Universidad, pasa igual con maestras/os de primaria o profesoras/es de secundaria,… o con cualquiera que se acomode en su trabajo y renuncie a mantenerse al día, prefieren morir a renovarse.
    Yo creo que el buen/a profesor/a es el/la que sabe y transmite, me da igual con que herramienta si lo consigue. Y el malo/a es el que ni con TIC n con TAC se entera de en qué mundos habita su alumnado y no llega, y además no le interesa llegar, cobra a fin de mes y punto. Esto, que es inaceptable o impensable en otros oficios como la medicina o la abogacía, por poner dos ejemplos, aquí no sólo se tolera sino hay quien se atreve a presumir de ello y todo.
    Un saludo.

  • Francisco R. Mayoral

    Fernando, desde que te echo de menos en tu/nuestro espacio para el aprendizaje «EMPRESA Y TECNOLOGÍA», acudo aquí para seguir tus interesantes reflexiones, análisis y propuestas. Este último comentario tuyo sobre la calidad y actitud de muchos docentes, me ha llevado a la asociación inmediata con otros dos trabajos tuyos que, junto con la experiencia que estoy viviendo en E&T, me llevaron a publicar allí mis propias reflexiones bajo el título «WEB 2.0 ¿OTRO «ESPEJISMO DE PARTICIPACIÓN DEMOCRÁTICA?».

    Y es que yo creo que el problema de fondo no está «sólo» en el ámbito docente, ni «sólo» en los alumnos, ni siquiera «sólo» en el mundillo del binomio enseñanza+aprendizaje que, como las ecuaciones de segundo grado, es frecuentemente igual a cero. Sinceramente, tengo la convicción de que estamos frente a la enorme paradoja social de vivir una época en la que se dispone de más posibilidades de acceso cultural que nunca (entendiendo el concepto «cultura» en su más amplia acepción), con el resultado de una masiva aculturización.

    Corro el riesgo de excederme para lo previsto en este espacio de comentarios, pero no puedo resistirme a copiar y pegar mi texto de E&T citado, con la esperanza de encontrar aquí la conversación que allí me ha faltado… hasta ahora.

    Abrazos.

    «WEB 2.0 ¿OTRO «ESPEJISMO DE PARTICIPACIÓN DEMOCRÁTICA?»

    De forma simplificada, podemos decir que en cualquier proceso de aprendizaje el alumno adquiere dos tipos de conocimiento. Aquel que le descubre nuevos fenómenos, conceptos o funcionamientos y el que “pone nombre”, neologismo convencionalmente admitido, a fenómenos, conceptos o funcionamientos que ya conocía antes.

    Este segundo ha sido, para mí, el caso del mecanismo interactivo existente en la red y bautizado como “WEB 2.0”.

    Desde el momento en que me topé con el término Web 2.0 en el e-Curso que nos ha traído hasta aquí, me lancé a buscar información complementaria “googleando” como loco. Así descubrí que, tras la misteriosa clave codificada, se ocultaban conceptos que inconscientemente ya había descubierto con el uso. Copio y pego una de las mejores (para mí) definiciones halladas y que me facilitará las reflexiones posteriores que justifican el titular:

    La Web 2.0 es la representación de la evolución de las aplicaciones tradicionales hacia aplicaciones web enfocadas al usuario final. El Web 2.0 es una actitud y no precisamente una tecnología.

    Acto seguido, en el mismo sitio, se amplía la definición precedente:

    La Web 2.0 es la transición que se ha dado de aplicaciones tradicionales hacia aplicaciones que funcionan a través del web, enfocadas al usuario final. Se trata de aplicaciones que generen colaboración y de servicios que reemplacen las aplicaciones de escritorio.

    Al margen de la penosa sintaxis, posible fruto de una desafortunada traducción y mantenida por respeto a la cita original, me parece especialmente destacable el concepto de colaboración participativa que se plantea como esencial en la definición copiada.

    Y esos requisitos definitorios: la actitud y la colaboración, relacionados con los inquietantes (aunque no sorprendentes) artículos de Fernando LOS BLOGS ABURREN y LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA A EXAMEN, publicados el 18 y el 25 de mayo respectivamente, en su blog http://infoconocimiento.com/ me han traído hasta la reflexión que aquí me ocupa.

    Como ya sabéis muchos, soy un usuario tardío de las nuevas TIC y mi primera y única experiencia de interacción en la red (al margen del correo electrónico) ha sido mi participación en E&T y en los dos e-Cursos de los que procedemos todos, gracias al poder carismático y aglutinador del maestro común Fernando Checa.

    En ambos espacios, he dejado constancia de mi sorpresa inicial por la escasa colaboración participativa de personas a las que se presumía una actitud previamente interesada. Gracias a ello, aprendí otro neologismo (anglosajón, por supuesto) para definir el absentismo (real o aparente). El “lurking”.

    Es obvio que el análisis del mismo fenómeno en los dos contextos mencionados, requeriría de matices obligados por las diferencias motivacionales que conducen a usar el eLearning, en un caso, y a participar en una red social, en el otro. Pero no es ese mi objetivo que podría ser más adecuado para que lo aborde Fernando en algún apartado de su tesis doctoral, con mayor experiencia, conocimiento y mejor criterio que el de este observador curioso.

    Lo que ha justificado que me pusiese a las teclas, en un paréntesis de mis muchas obligaciones y desatendidas devociones, es la constatación de que la Web 2.0 es (o puede ser) otro “espejismo” de democracia participativa. Otra falaz trampa de un sistema social que reviste de libertades aparentes las formas más encubiertas de dictadura. ¿Exageración? Veamos los hechos y que cada cual extraiga sus conclusiones… y, de ser posible, COMPARTIÉNDOLAS.

    Aparte de la experiencia recién nacida que vivimos en E&T, leemos en el artículo citado LOS BLOGS ABURREN que sólo menos del 4% de los blogs hispanos existentes se pueden considerar realmente activos, para terminar afirmando que “cada vez son más un espacio íntimo de comunicación con uno mismo, con invitados casuales”.

    ¿Estamos viviendo “un mundo feliz” de “lurkers”? Sospecho que no estamos muy lejos de la parábola de Aldous Huxley, cuya lectura presente es más que recomendable. Porque el “lurker” puede nacer, pero sociológicamente se hace. Se fabrica porque así conviene.

    Desde que, en la segunda mitad de la década de los sesenta, la televisión comienza a consolidar su lugar de preeminencia entre las opciones de ocio e información de los españoles, hasta nuestros días, son casi cuatro generaciones de ciudadanos iniciados y criados en la cultura del dominio audiovisual. Desde entonces, “la verdad” que se instala en las mentes de la mayoría es la que suministra la TV en todos los ámbitos que configuran la forma de percibir la realidad circundante. La reflexión se sustituye por la aceptación y la proacción por la reacción.

    Sabiamente manejada por los poderes fácticos de cada momento, la televisión se utiliza sin recato alguno para la producción de un cuerpo social mayoritariamente anestesiado, culturalmente empobrecido, ideológicamente manipulado e informativamente intoxicado o desinformado. Como planteó Max Weber, se sustituye la ética absoluta o “ética del conocimiento” que se ocupa de la bondad de los actos sin reparar en las consecuencias, por la ética relativa del político que denomina “ética de la responsabilidad” y que se ocupa sobre todo de la bondad de las consecuencias de sus actos, con efectos letales frente a la anterior concepción moral. Es la consagración del paradigma de que “el fin justifica los medios”.

    Y, en este contexto sociológico, confortablemente adocenado en “la calidad de vida” que genera obligaciones esclavizantes, ¿de qué sirven nuevas herramientas de desarrollo de la comunicación y la reflexión interactivas? No para mucho más de lo útil que resultaría distribuir automóviles de lujo a todos los miembros de cualquier tribu amazónica… Probablemente, en el mejor de los casos, los usarían para sustituir sus chozas. La mera oportunidad de participar libre y responsablemente en algo no genera automáticamente individuos participativos que no han sido previamente preparados para ello.

    Como el hábito no hace al monje, la herramienta no hace al usuario. Y la sobredosis de información indiscriminada y sin capacidad selectiva no hace individuos más conscientes ni mejor formados en sociedades consumistas compuestas mayoritariamente por masas instrumentalizadas para sostener los privilegios de los sistemas políticos y económicos vigentes.

    Y la Web 2.0 es eso, una buena herramienta que requiere de una cierta actitud. La herramienta está ahí, como antes ha habido otras, es una excelente oportunidad aunque no la única. La actitud personal de utilizarla depende de cada uno de nosotros… profesores, alumnos… ciudadanos.

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  • Fernando:
    Comparto contigo la reflexión y la autocrítica. No tanto que los alumnos tengan un chip en la cabeza. No caigamos en lo políticamente correcto que es vilipendiar al profesor y ensalzar al alumno. Muchas personas consideran a los jóvenes magos de la tecnología porque saben encender y apagar el ordenador y conectarse a Facebook.
    No hace tanto que oí decir a una persona del CSIC que cómo se iba a ganar la confianza un profesor si era incapaz de ganar a un alumno a cualquier videojuego. No creo que a del Bosque se le caiga la cara de vergüenza porque Villa juegue mejor que él. Nosotros somos entrenadores del conocimiento y, afortunadamente, hemos dejado de ser lo depositarios del conocimiento. La TIC son herramientas fundamentales. Lo de contestar a los correos es bastante típico, por desgracia. Cuando escucho tonterías como que no somos una universidad a distancia, aconsejo que, al menos, se contesten durante las tutorías. Seguro que sobra tiempo. Todo el mundo se queja de los muchos correos que recibe. Yo les digo a mis alumnos que siempre que lo necesiten me envíen un correo (al campus virtual y, si tienen algún problema, al mío personal, pero que, por favor, tengan en cuenta que tengo 220 alumnos. Os puedo asegurar que son muy razonables y recibo los justos.
    Saludos
    Isidro Moreno