Feliz Navidad y Feliz Año 2010

Los próximos días apenas podré ni Twittear. Nueva Orleans, una de la ciudades más maravillosas del mundo, me espera de nuevo. Desde allí me comeré las uvas y seguiré su peculiar cuenta atrás.

Quiero desearos a todos que paséis felices fiestas y que el próximo año sea pleno de éxitos personales y de felicidad.

Nos leemos en unos días!

Qué cojones hemos hecho

En la blogosfera la gente se hace trackbacks, enlaces y retroenlaces, pero a veces, cuando uno lee algo con lo que se siente identificado no puede hacer más que repetirlo, gritarlo a los cuatro vientos. Por eso me tomo la licencia de reproducir aquí el último post de Marcelino Madrigal. Tal vez porque en estos días en los que el doscerrilismo nos invade en frustración, gritos, amenazas, y parece llevarnos a una espiral ridícula, algunos soñamos con otra vida que no fue tan mala….

Yo vivía al final de Madrid. Literalmente. Salía a la calle y un portal más abajo se extendía campos de trigo. Ningún edificio ni carretera. Vallekas, en el este de Madrid era el fin del mundo civilizado.

Había litronas entre 5 o 6 tipos que no juntábamos mil pelas (6 Euros). El costo había que ir a buscarlo a sitios jodidos, y nadie te lo ofrecía por la calle si no te conocía a ti o a tu hermano mayor. La gente de mi edad madrugaba y se iba a currar en un autobús donde se los asientos se rifaban, y tenias que pelear con las viejas para poder dormir unos minutos en el metro. Si un abuelo te llamaba la atención sabías que te podía caer la de dios, y bajabas la cabeza y levantabas el vuelo.

Los malos eran los 4 gambas de siempre, y siempre eran los mismos. Si los venias venir igual acababas a hostias, pero al día siguiente ya no se metían contigo. No salíamos los días de diarios para conseguir tener lo suficiente para salir el viernes y el sábado. No daba para más el tema. Quedábamos los domingos para jugar un partido de fútbol interminable, y no había copa, había un litro de cerveza bien frío que pagaba uno de los que perdía a uno de los que ganaba religiosamente. El fútbol molaba y a uno le ponían el apodo del que metía más goles, no del que ganaba más dinero y más anuncios hacía.

Los padres venían tarde porque hacían horas extras para sacar adelante a la prole de hijos. Las madres cuidaban de ellos, los llevaban al Cole, les daban enormes bocadillos de cualquier cosa y los volvían a mandar a la calle. Siempre sabían donde estábamos, y cuando alguno volvía con la cabeza abierta por la última batalla a pedradas le daban una colleja y le tiraban de la oreja. Los mayores en verano sacaban las sillas y se tiraban hablando hasta las tantas, y algunos dormían en la misma calle hasta que el sol los despertaba.

Escuchábamos rock en casettes, y cuando uno ganaba su primer sueldo se compraba unos Levis, unas John Smith y la ultima camiseta de los Maiden. Si tenía suerte y le daban paga se iba a Gandia de camping con 4 como él a desparramar con las guiris. Si no, siempre quedaban las acampadas en la sierra, donde para oxigenarse se llevaba mucho tabaco, Whisky segoviano, unas latas de La piara y mucho costo. Nada de Erasmus, ni de redes sociales, ni esas cosas. Con los colegas de siempre.

Era raro que la gente se matara con el coche, o con las motos. Las pelas no daban para esas cosas, así que tocaba tren, y autobús. No había Internet. Había campo y grillos. No había consolas, había balón. Poca discoteca, y mucho de bodega con botellines helados. Y mucha charla. Charla sobre todo. Las chicas, el curro,  la vida y lo que uno sería de mayor y como serian las cosas.

Algunos viernes por la noche, en verano, miro por mi ventana y veo tantas grúas, tantos coches tuneados al límite conducidos por cerebros de 50 cm cúbicos. Tantos jóvenes metiéndose de todo y diciendo que están de fiesta cuando igual en 10 minutos se están abriendo la cabeza unos a otros por cualquier gilipollez. Niñas y niños disfrazados como el último mamarracho famoso que ha salido en la televisión 15 minutos por contar con quien folla. Tanta prisa y tanta frustración en la calle. Gente discutiendo por como pagar hipotecas, gente discutiendo porque no se puede ir de casa de sus padres. Gente discutiendo por todo

Seguramente ahora hemos avanzado de la hostia, y la gente tenga oportunidad de tener un conocimiento y el acceso a la biblioteca universal en forma de Google. Blogs y Youtube. Descargarse la música y las películas que uno quiera. Tuenti, y yo que se.

Mil cosas.

Incluso esté bien que tú leas esto. Pero yo me pregunto algunas veces si vale la pena.

¿Qué cojones hemos hecho? ¿Qué cojones?

Trolls 2.0

Los Trolls no son algo que haya aparecido con la Web 2.0. Posiblemente desde los inicios de Internet, la opción de utilizar la comunicación mediada y anónima ha permitido que personas, en muchos casos absolutamente normales, pacíficas y educadas usen la Red para lanzar insultos, traten de reventar foros, o pongan a prueba con su estupidez hasta donde llega la paciencia de un asistente en un chat. Tradicionalmente los Trolls no se conocían entre sí y su agresividad era rechazada en cualquier manifestación de Internet. De hecho el mensaje Don´t feed the Troll es muy conocido en cualquier participante de una comunidad virtual. Para evitar a una persona cuyo único interés sea llamar la atención usando insultos lo mejor es simplemente no hacer caso.

Con la llegada de los nuevos formatos de la web participativa estos sujetos viven una época de esplendor. Ya no es necesario registrarse en un foro o un canal IRC y ser baneado al poco tiempo, sino que miles de sitios web se abren ante ellos como una oportunidad para lanzar sus ofensas. Blogs, en menor medida redes sociales y de forma masiva las páginas de los periódicos digitales, permiten que los aburridos y anodinos individuos puedan transmutarse en molestos participantes de un sordo diálogo de besugos, faltón y ridículo.

Existe toda una teoría bastante compleja sobre los comportamientos violentos y antisociales de algunas personas al situarse frente al teclado, en la que se estudia a fondo el placer que se siente contraviniendo las convenciones y las reglas, convirtiéndose en el molesto energúmeno que busca un efecto dominó producido por sus acciones e incluso puede llegar a plantearse si la figura del troll llega a ser útil en determinadas comunidades «adormecidas». Un estudio antropológico de los usos comunicativos de Internet que no está ni tan siquiera cercano a ofrecer todas sus posibilidades. Pero hoy nos enfrentamos a un nuevo de tipo de troll.

Cualquiera que observe las páginas de los diarios digitales, especialmente 20 minutos y El País, aunque también es aplicable para el resto de periódicos «clásicos» on line, puede leer comentarios xenófobos, racistas, algunos más cercanos a ideologías neonazis que sin duda enrojecerían a sus autores si soñaran con plantearlos en público. El objetivo de los ataques siempre suele ser el mismo, el gobierno del país, la pesadilla que todo lo toca, ZP y sus votantes «imbéciles» y «apesebrados» se convierten en el objetivo de miles de comentarios denigrantes, insultos, ataques que van mucho más allá de la crítica ante hechos políticos o cuestiones sociales.

No, no pretendo plantear una defensa del gobierno ni de su presidente. Sino hacer ver que el trollismo como forma de ataque en los medios de comunicación ya es una moneda común. Alguno podría pensar que esto es resultado de la libertad de comentar como y lo que de la gana a los lectores. Y que en esa participación radica la grandeza de la nueva Web. Pero yo no soy tan ingenuo. Da igual que se hable de una manifestación, de los centros de inmigrantes o de Haidar. Ellos están siempre ahí, dispuestos a tratar de ofender mediante palabras gruesas.

¿Hay una campaña orquestada para que la participación en «la conversación» monopolice el discurso hacia una determinada idea? ¿El famoso «pásalo» tan recordado en las elecciones de 2004 vuelve a usarse como boomerang de forma encubierta y más agresiva? ¿O tan sólo la educación, la discusión civilizada y los argumentos están siendo dejados atrás en esta web tan «conversadora» para convertir a muchos «comentaristas» en máquinas vociferantes perfectamente dirigidas?

Gritos e insultos, actitudes fascistas e intolerantes por doquier… ¿otro peaje de la conversación o tan solo una trampa poco sutil?

#Manifiesto No me Gusta

#MANIFIESTO NO ME GUSTA

1. No me gusta la Sra. Sinde. Creo que su nombramiento fue uno de los errores más estúpidos que ha podido tener el Gobierno en esta legislatura. Nadie, salvo su camarilla cercana y lobby adocenado, entendió que una cineasta mediocre y con intereses públicos y notorios en un sector que vive de mendigar la caridad pública pasase a tener una cartera ministerial, que incluso uno se plantea permanentemente si realmente es necesaria.

2. No me gusta la SGAE ni la mayoría de lobbys del estilo de la Coalición de Creadores o similares. Reductos caducos de una industria que se niega a evolucionar, que luchan contra su desaparición irremediable mintiendo de forma torticera, presionando y usando tácticas que recuerdan sospechosamente a los comportamientos más mafiosos y que velan tan solo por los intereses de unos pocos, engañando y chantajeando intelectualmente mientras olvidan a los miles de creadores que les repudian diariamente.

3. No me gusta que me santifiquen los Derechos de Autor. Y que lo mezclen de forma demagógica con la Propiedad Intelectual. Esto que escribo es de mi propiedad, cualquiera puede hacer con ello lo que quiera, y esa propiedad es irrenunciable. Pero de ahí a querer cobrar por ello… El mundo ha cambiado, los modelos de negocio y la forma de vivir de lo que hacemos o creamos, también. Pero para algunos, muy influyentes, eso no parece importar.

4. No me gusta que me engañen con la música. Diciendo barbaridades del estilo de “Si seguimos así, la música acabará dentro de cinco años”. Semejante ridiculez no debería tener ni tan siquiera cabida en una conversación de barra de bar tras una noche tortuosa. Pero que quién la lanza y los que la suscriben aparezcan como el culmen de la intelectualidad de este país explica perfectamente lo que somos en el “concierto” internacional y el pie del que cojean sus palmeros de algún medio de «comunicación».

5. No me gusta que me la “cuelen de rondón” como si fuera imbécil. Que cuando nos estamos jugando tanto en la economía, en un momento en el que plantearse el desarrollo sostenible y el cambio de modelo económico no debería ni generar debate por lo obvio que resulta, se mezclen churras con merinas en un anteproyecto de ley que debería estar pensada para algo más importante, no para dar cabida a una inmensa sarta de disparates infames.

6. No me gusta que en aras de proteger a “los más débiles” se proteja a los de siempre. Que existan páginas en las que la pederastia más atroz se muestre sin pudor, que sean conocidas y permanezcan públicas durante semanas, mientras que la obsesión de la protección de derechos se enfoque en un tracker de ficheros P2P que tiene cuatro banners en su página. Me importa un bledo si gana pasta o no. Lo que no parece importar son los miles de fotos de niños violados expuestos en redes supuestamente “dentro del sistema”.

7. No me gusta que solo se hable de Internet, de los blogs o de Twitter para mostrar el folklorismo de una protesta que no dejará de ser una tormenta en un dedal de agua. “Los Internautas indignados…” ¿Qué es “un Internauta”?  ¿La mitad de la población de nuestro país? ¿Los ciberactivistas? ¿Los posadolescentes de Tuenti? ¿Los que bajan toneladas de discos para luego preguntar qué canción oír de tal o cuál grupo? ¿Los que trabajan por la integración de los discapacitados en un entorno cada vez más tecnológico? ¿Quiénes?

8. No me gusta tener que firmar manifiestos sin participar en su escritura. Ni sin tener claro quién está detrás. Ni que mi apoyo a razones con las que puedo estar de acuerdo sea luego utilizado por aquellos con los que no suelo estar de acuerdo como colchón de supervivencia de su falta de ideas, o peor aun, contra mi mismo.

9. No me gusta que haya “expertos en Internet” que de pronto se conviertan en representantes de “los Internautas”. La sublime estulticia de este país hace que un gobierno se siente en un ministerio con cuatro gurús mediáticos. Algo tan absolutamente nefasto para una democracia representativa como ridículo desde el punto de vista de la acción política. Que un ministro/a acepte “negociar” con alguien que solo representa sus intereses y los de los comentarios o los @replies de Twitter es tan surrealista que, de no ser porque sé que ha ocurrido pensaría que era una broma similar a la de los gatitos bonsai.

10. Finalmente, no me gusta  ese anteproyecto, ni quiénes están detrás, ni la “Comisión de Propiedad Intelectual”, nueva policía del pensamiento, ni los que lo defienden políticamente, ni quienes se suman al carro de ponerse beligerantes “porque toca”, ni que, en definitiva, tenga que seguir avergonzándome cada vez que a un político-medio de comunicación-actor social se le ocurre abrir la boca para hablar de “eso de la Internés”…