Infoxicación… ¿Convertir en mito lo inexistente?

Corría el mes de octubre de 1987 y mi primer día de clase en la Facultad cuando cuatro profesores de asignaturas distintas, Prehistoria, Historia Antigua, Historia Medieval y Geografía General acababan de hacer la presentación del curso. Cada uno de ellos nos había dado cerca de veinte páginas mecanografiadas con referencias bibliográficas para los primeros temas. Nos miramos sorprendidos y una compañera, muy indignada, preguntó al último de los profesores “¿Nos tenemos que leer todo esto? ¡Es imposible!”. Su respuesta fue muy simple: “Haced lo que queráis. Si preferís tener solo mi visión, muy bien, pero la palabra Universidad deriva de Universo y de Universal…”.

Durante aquellos años, en los que las aulas de Alcalá fueron mi casa, no dejé de acudir a la biblioteca con listados enormes de bibliografía. Consultaba las referencias que existían. Tomaba notas en algunos casos y en otros tan solo ojeaba por encima el libro en cuestión. Una infinidad de ellos no estaban disponibles y suponía un suplicio poder acceder a aquella referencia que parecía interesante.

A mediados de los noventa empecé a usar la Web. La promesa de encontrar todos los contenidos en una biblioteca universal y de fácil alcance todavía estaba muy lejos de hacerse realidad. Apenas existían esos contenidos. Y no era sencillo llegar a ellos. La teórica gigantesca biblioteca era más bien una biblioteca de barrio y sin catalogar. Aunque poco a poco iba incrementando sus fondos y, de manera asombrosa, estos empezaban a ser cada vez más asequibles.

Como amante de la ciencia ficción soñaba con el mundo tecnológico que Gibson en Neuromante avanzaba. Un mundo en el que las fronteras de lo físico y lo virtual se desvanecían con sencillez. En el que lo mejor y lo peor era posible. Y entre mis lecturas apocalípticas de aquellos años llegó a incluirse un libro que tiempo después cobraría mucha fama, «El Shock del Futuro» (Future Shock), de Alvin Toffler. Desde un punto de vista casi neoludita Toffler advertía contra los riesgos del incremento exponencial de la información, que llevarían a graves desórdenes psicológicos en los individuos. Recuerdo pensar divertido que aquella era una forma muy conservadora de entender el sueño de un espacio en el que la mítica biblioteca de Alejandría se convirtiera en realidad.

Cuando en 2000 Alfons Cornella lanzó en término “Infoxicación” (el entrecomillado es mío aunque FUNDEU recomiende su uso) en una ya famosa conferencia no estuve del todo de acuerdo con él. Sí en un aspecto: que tener mucha información no era sinónimo de tener mayor conocimiento. Si la información no es procesada, asumida e integrada para actuar el conocimiento no se genera. Es por ello que hoy siga pensando que no vivimos en una Sociedad de Conocimiento, como tantas veces de forma acrítica se plantea.

Pero Cornella en aquel escrito volvía a plantear una serie de aspectos, reales ciertamente, como el incremento de las fuentes de información, unidos a la asunción de problemas que, por otro lado, no tenían por qué producirse: falta de productividad personal, sobrecarga, dificultad de acceder a la información y lo que él consideraba como un gran problema, la serendipia (chiripa en español castizo).

Internet siguió su camino y pronto acabamos acuñando el término Web 2.0 para englobar el conjunto de tecnologías que cambiaron la forma de actuar en Internet en los primeros años del siglo. En muy poco tiempo la capacidad de publicar cualquier contenido en Internet se democratizó. Surgieron los blogs y las redes sociales. Y cientos de servicios que permiten a cualquiera con una conexión a Internet hacer público cualquier cosa, cualquier pensamiento, cualquier banalidad o cualquier genialidad. Incrementando el flujo de contenidos hasta volúmenes impensables. Y de nuevo volvieron a surgir críticos y apocalípticos. Andrew Keen atacaba sin piedad los nuevos tiempos en lo que él considera casi intolerable: el triunfo de lo amateur frente a los garantes de la calidad. Y poco después Nicholas Carr nos alertaba a todos de los peligros que la nueva forma de acceder a tanta información tiene. Básicamente, según Carr, Internet y Google nos está volviendo imbéciles. De nuevo la gran amalgama entre inmensos volúmenes de información y, en este caso, poder acceder a ellos, es considerado como algo profundamente nefasto que, lejos de poder hacer mejorar nuestra inteligencia y conocimiento, nos convierte en sujetos torpes y ciudadanos acríticos.

Pero ¿realmente estamos “infoxicados”? Yo personalmente creo que no. Por más que miro a mi alrededor, a compañeros de trabajo, a amigos o a familia, no encuentro esos síntomas terribles que auguran tantos autores. No observo una obsesión por abarcar toda la información que está al alcance de un clic. Ni stress por no conseguirlo. En determinadas circunstancias, como por ejemplo el MOOC en el que estoy participando, puede darse cierta sensación de vértigo ante una avalancha de posibilidades de incorporar la tecnología a la educación. Pero estoy convencido de que esa sensación se desvanece cuando la pantalla se apaga. Accedemos a la información que nos interesa sin mayor problema. Y con la ventaja de que hoy no supone tanto suplicio como hace algunos años, cuando simplemente no estaba a nuestro alcance.

¿Tanta información es garantía de calidad? En absoluto. De la misma forma que se ha incrementado hasta lo insondable el flujo de información, la basura cibernética también se ha reproducido. Pero basura siempre ha habido. Cada vez que pienso en ello recuerdo el episodio del Quijote con la quema de libros de caballería. El problema es que lo que para Cervantes fue una metáfora para algunos, personas y, especialmente empresas, parece ser un objetivo a perseguir.

Hoy Google “piensa” por nosotros y por eso cada día filtra más los contenidos que nos sirve cuando realizamos una búsqueda. La gigantesca red social Facebook decide por su cuenta qué es lo que nos interesa, mostrándonos lo que su algoritmo, siempre cambiante y siempre tan “adaptativo” cree que es lo que necesitamos. Eso sí, convenientemente sazonado de posibilidades comerciales para «llegar a más personas».

Tenemos ciento y un sistemas para crear filtros. Para leer solo lo que nos interesa. Olvidando que tal vez lo que necesitemos esté fuera de esos filtros. ¿Son cómodos? Sin duda. ¿Útiles? Depende. Del usuario. Y de con qué los esté alimentando. No me considero idiota y creo tener el suficiente sentido común para diferenciar entre la basura y el oro. Y cuando consumo basura quiero poder hacerlo sin que nadie me diga que no debo o, peor aún, decida qué basura puedo o no consumir. En definitiva, podemos usar filtros para acceder a la información. Aplicaciones o programas cambiantes. Dejarnos guiar por aquellos que nos aportan cosas positivas e intentar hacer nosotros lo propio (mediante sistemas que permiten llevar a cabo ese horrible concepto mal traducido de la «curación de contenidos«). Pero si clamamos permanentemente contra el supuesto exceso de información y sus presuntos males estaremos haciéndolo sin darnos cuenta contra nuestra propia libertad de elegir y de crear un criterio cada vez más amplio.

No me gustan los filtros. No me gusta que nadie piense y decida por mí. Quiero poder acceder a toda la información del mundo. Quiero que esté toda disponible. No quiero sentirme como aquel primer día de clase cuando bajé a la biblioteca y descubrí que menos del uno por ciento de las referencias bibliográficas estaban accesibles. Y como profesor no quiero que unos pocos de mis alumnos hagan resúmenes de lo que se habla en clase para pasárselo al resto. Odié a muerte aquellos profesores que exigían “sus apuntes” y generaban el trabajo de unos pocos que copiaban y otros muchos que fotocopiaban. Quiero que mis alumnos tengan a sus pies toda la información. Toda. Que generen sus propias estrategias para acceder a ella. Que decidan qué les es más válido y qué no sirve para nada. Que logren mejorar su sentido crítico que, hoy, sinceramente , es más fácil que cuando la información era poca y en muchos casos sesgada.

Creo que Internet, con todos sus riesgos, con todos sus problemas, con todos sus fallos, es la herramienta que puede hacerlos mejorar como ciudadanos. Por muy inmenso trabajo que esto pueda parecer…

24 comentarios

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  • Todo bien, pero tus profes estaban equivocados. La palabra universidad procede del latín «universitas» nombre abstracto formado sobre el adjetivo UNIVERSUS-A-UM («todo»,»entero»), derivado a la vez de UNUS-A-UM («uno») y que se usó en el Renacimiento para designar una agremiación o «sindicato» o asociación corporativa que protegía intereses de las personas dedicadas al oficio del saber. De ahí derivó su uso para referirse al centro de estudios donde eses profesionales impartían clases.

  • Conversar, lo que se dice conversar no me apetece, sólo quería hacerte llegar que he leído tu trabajo, que éste me ha aportado alguna idea interesante y me ha hecho reflexionar un ratito. Vamos lo que sería un «me gusta» en algunas redes.

  • @eva Si yo te contara como eran…. Muy buena la explicación! 🙂

    @romano Gracias por tus palabras. Pensemos, pues. Que es tan bueno muchas veces como la conversación 😉

    Abrazos

  • Siempre aparecen los enciclopedistas, que están fuera de la realidad, y esto va muy rápido (lo virtual), muy buen articulo.

  • Leticia Romeo

    Me gusto el artículo muy ameno para leer… comparto aquellos días en la biblioteca de la universidad, en mi caso La Plata, en que pasaba buena parte del tiempo buscando en muebles metálicos organizados por autor y/o temas ordenados alfabéticamente las fichitas diminutas con una breve descripción del libro y al anotar la referencia y dársela al empleado …me decía muy amablemente: no está disponible, te anoto en lista de espera? uff que garrón todo ello… Ahora algunas veces cuando los alumnos no realizan la tarea de buscar algún tema por Internet con una consigna específica suelo relatarle mis peripecias en mis años de estudiantes… y pensar que ahora con un solo clic y, como dices tú, «el suficiente sentido común para diferenciar entre la basura y el oro» todo es más accesible, esto tiene infinitas posibilidades y esto es lo que me parece maravilloso.

  • Excelente articulo, sobre todo tu deseo de que tus alumnos puedan sentirse libres de buscar y saber que es lo que les sirve, definitivamente nadie debe decirnos que el lo que debemos filtrar, sino nosotros mismos decidir que queremos conocer y saber el porque.

  • @Silvia Y los agoreros que prefieren ver la botella siempre medio vacía… 🙂

    @Leticia No podemos renunciar a ello. Sin duda no nos lo vamos a leer todo. Pero qué bueno que todo esté ahí…

    @Brenda Inculcar la libertad a nuestros alumnos es algo tan bello….

    ¡Muchas gracias por los comentarios tan amables!

    Abrazos

  • Tu reflexión me ha parecido amena, clara, abierta y bien muy documentada,..Yo llevo en esto de la enseñanza también desde finales de los 80. Los cambios que se han ido sucediendo requieren una puesta al día por nuestra parte, si no queremos desconectar de un alumnado que va en otra onda. Yo no llevo mucho en esto de las redes, empecé hace 3 años y alucino con la velocidad con que avanzan las herramientas, aplicaciones…. pero no me agobio. Con el curso pretendo abrir la mente, interaccionar con otros docentes (es una de las mejores cosas que veo en los cursos on-line)… después, más despacio lo iré masticando. Voy introduciéndolo en el aula y aprendo con mi alumnado. Gracias por tus aportaciones

  • Pingback: Analizando “La infoxicación”, para generar el desarrollo de capacidades y gestionar el conocimiento propio. | Educacion y Tecnología

  • @Mª Jesús Muchas gracias a ti. No hay prisa y, como siempre diré… Life is a journey, not a destination…! 🙂

    Abrazos

  • Una de las reflexiones o afirmaciones que más me han gustado es la siguiente «Sí en un aspecto: que tener mucha información no era sinónimo de tener mayor conocimiento. Si la información no es procesada, asumida e integrada para actuar el conocimiento no se genera. Es por ello que hoy siga pensando que no vivimos en una Sociedad de Conocimiento, como tantas veces de forma acrítica se plantea.» Mucha información, sí, pero poco conocimiento. Quizás el primer paso sea tener esa actitud critica que tanto deseamos que adquieran nuestros alumnos. Me ha gustado tu artículo.

  • Liliana Godoy R.

    Excelente artículo. Me gustó, entre otras cosas, por irreverente y el reto o mejor dicho los retos que deja planteados a la habilidad e inteligencia necesarias para buscar, identificar, clasificar, procesar, reelaborar, y etc. la información y acercarnos con ello a la posibilidad de construir conocimientos. Eso supone «confiar» en los criterios que cada quien tiene para ello.
    En ese orden de ideas, dejas mal parado el «horrible concepto mal traducido de la “curación de contenidos“. Sin embargo, pienso que no se puede generalizar, porque principalmente dependiendo del contexto y tal vez de las edades (nivel) de los estudiantes, esa «curaduría» sea un elemento clave para que la experiencia digital sea feliz viaje para quien la vive.
    Hago el comentario desde un contexto en el cual las TIC todavía no están incorporadas al repertorio de la mayoría de los docentes y la educación en general experimenta una crisis de múltiples caras, desde las más elementales. Confieso que me ha resultado tan revelador como atractivo, pensar en el papel de un docente «curador», capaz de aportar criterios básicos a los estudiantes. Creo que juega un papel muy positivo en ciertos momentos.

  • @A Marrero, Gracias por tu comentario. Sí, creo que nos hemos dejado llevar por la obsesión de los medios de comunicación de hablar de algo que no siempre se produce, el conocimiento. Menos mal que no han dado el paso de hablar de la Era de la Sabiduría… 😀

    @Liliana, Tal vez no me expliqué bien. No quería criticar la actividad de los «content curators», entre los que yo muchas veces me encuentro. Tal vez si llamar la atención sobre que no aportar nada a un enlace, al menos tu opinión personal o para qué crees que sirve significa poco. Pero no, me refería más a la traducción del término. A mi eso de «Curador» me suena a tipo con taparrabos dando saltos y bailando la danza de la lluviia 😀

    Abrazos

  • Me gusta tu artículo.
    Muy interesante el planteamiento. Cierto que » la capacidad de publicar cualquier contenido en Internet se democratizó» con la llegada de internet y la web 2.0 y como toda democracia tiene su parte buena y la mala. Todo el mundo tiene acceso y como fiel reflejo del mismo mundo encontramos de todo, mucha mediocridad y no tanta excelencia. Pero así sentimos que estamos en un mundo libre. ¡Cómo nos tienen hipnotizados! Tenemos que encontrar el hueco donde está la información valiosa, tenemos que aprender a contrastar la información y a transmitir a nuestros alumnos el espíritu de búsqueda y crítico y la responsabilidad de manifestar sus opiniones de forma libre.
    Hablamos de sobreabundancia y al final cuando un grupo de personas numeroso está buscando una misma información casi todos llegamos a los mismos lugares.
    No hay espacio puro, nos engañan con la idea de un espacio abierto, pero es cierto que siempre podremos encontrar alguna rendija para llegar el espacio acotado donde encontrar el conocimiento.
    Siempre habrá unos pocos cuyos intereses sean filtrar la información para que el conocimiento no sea universal, para que la información nos llegue censurada y sesgada. Curadores del sistema y para el sistema.
    Pues sabemos que una persona ilustrada y libre es peligrosa para el sistema.
    Gracias.

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  • @Transi No puedo estar más de acuerdo contigo. Contrastar información, generar espíritu crítico y formar personas libres, por peligrosas que estas sean 🙂

    Abrazos

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  • Hola Fernando, he leído tu artículo y quería que supieras que estoy bastante de acuerdo con lo que expones en él y lo he utilizado para los comentarios de la tercera tarea del curso.
    Me servirá para seguir reflexionando sobre el tema.
    Gracias por ello.

  • Hola Fernando, tu artículo es muy claro y me siento identificada con las ideas y experiencias que expones. Adoro los libros que hablan de mundos distópicos, tanto que Fahrenheit 451(Bradbury) y Un mundo feliz (Huxley) son «Biblias» que tengo al lado del ordenador. Quisiera ser optimista y pensar que la quema de libros no es una metáfora de la sobreabundancia de información, que de tanta, tan filtrada…se vuelve ceniza (y el bombero nuestro propio cerebro..). Lidiar con el exceso es una decisión que se puede tomar si tienes herramientas tecnológicas y de las otras . De la plasticidad cerebral mejor no hablar cuando eres un aprendiz de la web con más de medio siglo de edad. Gracias por tus generosos aportes, los tomo para mi trabajo en #eduPLEmooc.

  • @Dominica Un placer leer tus palabras 🙂

    @María Grandes obras, para soñar y a veces para temer. Aunque como bien dices, somos nosotros los que debemos lidiar con tanta información, pero libremente y con actitud crítica… ante todo… 😀

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