El camino más duro: conseguir la acreditación ANECA

Hace casi 25 años, en mayo de 1991, decidí ser profesor de universidad. En aquellos días estudiaba 4º de carrera y mi profesor de la asignatura de Historia Contemporánea me animó a ir por esa vía que entonces no llegué a imaginar que fuera tan difícil. Por entonces yo pensaba que en unos pocos años, tras trabajar de forma precaria en mi universidad y al mismo tiempo hacer el doctorado, sería factible «quedarse» en ella como docente. Me puse manos a la obra y comencé a desarrollar mi trabajo en la Universidad de Alcalá. Durante cuatro años realicé tareas de gestión y me enfrenté a mis primeras clases. Como joven licenciado en historia impartía aquellas asignaturas que menos se valoraban, las que tenían que ver con la «Civilización y Cultura de España» a los alumnos de Estados Unidos que acudían a nuestra universidad. Ellos sufrieron mi bisoñez y mis primeros años docentes y desde la distancia les agradezco que fueran los que me hicieron confirmar mi amor por la docencia.

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Tras cuatro años y sin posibilidad de lograr algo más que un mísero contrato de becario, decidí abandonar. Mediaban los noventa y necesitaba ampliar mis conocimientos y mi formación. Y la mejor manera que encontré fue empezando a trabajar en el sector financiero, en el área de marketing. Aquellos años en los que la web nacía y en los que de forma autodidacta me formé sobre el marketing online y el comercio electrónico me sirvieron para darme cuenta de que lo que realmente me hacía feliz era estar delante de una clase. Desde 1996 hasta 2000 sustituí las clases regladas por cientos de horas de formación a la red de comerciales con la que trabajaba mi empresa y finalmente, en los albores del cambio de milenio, volví a la docencia reglada: era el momento de empezar a enseñar a otros lo que yo había aprendido en la práctica. Decenas de clases en masters de todo tipo se acumulaban cada mes. Entre 2000 y 2002 tuve tantos alumnos en asignaturas como «Marketing Online», «Modelos de negocio digitales» o «Comercio electrónico» que por fortuna me siento partícipe del cambio que la web acabó produciendo en nuestras vidas.

En 2002 me llegó por fin el momento de regresar a la universidad como profesor. De la mano de Luis Joyanes, decano por entonces de la Facultad de Informática de la Universidad Pontificia de Salamanca, en su campus de Madrid. Él confió en mi y de la noche a la mañana me vi enseñando una infinidad de asignaturas relacionadas con la gestión de las organizaciones. Mis alumnos, estudiantes de último año de Ingeniería Informática me ayudaron a entender mejor que la tecnología debía ser tan solo un medio, no un fin en si mismo. Tanto para las empresas como para la educación y, a día de hoy, sigo en contacto con muchos de ellos, feliz de ver cómo sus carreras se han ido desarrollando bien, independientemente de la época de crisis que nos ha tocado vivir.

2008 me llevó a cambiar de universidad. En este caso, tras la caída en el número de alumnos y la posible disminución de las horas de docencia, la elegida fue la Universidad Europea de Madrid. Con una filosofía diferente al resto de universidades, en la UEM desarrollé tantas horas de docencia como fue posible. A día de hoy todavía me pregunto cómo pude terminar la tesis doctoral con tantas clases. Pero aún así lo hice. Y de nuevo mis alumnos fueron clave para ello, participando en mis investigaciones y con un apoyo incansable. Tanto que cuando yo sentía desfallecer eran ellos los que me apoyaban para que continuara.

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Tras mi doctorado fue momento de realizar un postdoc. Y como lo más interesante era obtener experiencia internacional, este lo realicé entre Malta y Eslovaquia. Sin apenas financiación, viviendo de los ahorros y de cursos de formación continua que iban saliendo, lo más duro fue la vuelta a España. Marcharse de la universidad es cerrar puertas que resulta imposible volver a abrir. Tanto es así que volví a emigrar. En esta ocasión, en 2013, a Colombia, donde logré ganar una plaza de Profesor Titular en la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Por cuestiones personales tuve que regresar al poco tiempo, aunque afortunadamente mantengo parte de mi docencia allí como profesor en la modalidad online.

Los últimos años han sido de más y más horas de cursos de formación continua. Y de incorporarme a la Universidad Internacional de La Rioja, a U-Tad, con contratos temporales y a tiempo parcial, y de ser profesor invitado de la Escuela Superior Politécnica del Litoral de Ecuador. Clases y más clases, que apenas me permiten dedicar ratos a investigar, escribir y publicar. Sin duda una parte tan importante como la docencia pero que en mi caso se acaba viendo lastrada por la necesidad de tener que acumular horas y más horas de clase para poder pagar las facturas. De trabajar totalmente gratis para conseguir estar vinculado a un Instituto de Investigación. Y de soñar con poder vivir una vida de profesor universitario «normal».

Y ahora, tras unas semanas de infinito agobio, por fin he entregado la solicitud de acreditación a ANECA. En España para poder ser profesor en la universidad pública existen varias posibilidades, pero todas ellas pasan por una acreditación que certifique tu valía. Ayudante Doctor, Profesor Contratado Doctor y Profesor Titular de Universidad. Certificados que tan solo indican que puedes presentarte a una plaza, en el hipotético caso de que esta salga a concurso (recordemos que según ley actual, por cada 10 profesores que se jubilan solo se puede contratar a uno) y en el aún más hipotético caso de que la plaza no tenga «nombre y apellidos».

Han sido semanas de reflexión ante una vida completa dedicada a la universidad. Días y noches de arrancarme los pelos por no haber pedido aquel papel que certificara tal o cual curso. Papeles y más papeles que ya son imposibles de conseguir. Jornadas de vértigo ante el inmenso trabajo de preparar dossieres infinitos que muestran tan solo una foto fija de toda una vida académica. Y ahora queda lo más duro, meses de espera rezando para que la resolución sea positiva. Para conseguir ese ansiado documento que diga que lo que he hecho hasta ahora ha sido algo más que perder el tiempo. Siempre he dicho que el lema de mi vida es «Life is a Journey, not a Destination» pero, por una vez, necesito llegar finalmente al destino, aunque este sea tan solo un nuevo comienzo…

Una carrera docente hacia ninguna parte

En 1993 me puse por primera vez delante de una clase. Hacía menos de un año que había terminado mi carrera (Historia) y trabajaba como becario en el otrora Centro de Estudios Norteamericanos de la Universidad de Alcalá. Me propusieron impartir «Civilización y Cultura Española», una asignatura que básicamente era una historia de España condensada, a alumnos de la Universidad de Bowling Green (Ohio) y ahí empezó mi recorrido como profesor. Entre 1993 y 1996 tuve alumnos de Bowling Green, de Alabama State University y de Florida International University que sufrieron mi bisoñez como docente. Con ellos aprendí que dar clase me gustaba. Pero dado que la situación era cada vez más difícil, que apenas cobraba 50.000 pesetas (300 €) y que todo el mundo me decía que no había futuro en la universidad, en marzo de 1996 abandoné la que había sido mi casa desde que empecé mis estudios universitarios.

A los pocos meses comencé a trabajar en un banco, BBV Finanzia. Mi labor era sencilla: recorrer España de arriba a abajo formando a las empleadas de ZARA en las bondades de su medio de pago. Durante dos años viajé sin parar y tuve centenares de «pruebas piloto» (así llamábamos a las sesiones de formación con toda la plantilla). Me curtí delante de personas que no tenían ningún interés en lo que un tipo de un banco iba a contarles y aprendí muchos recursos para tratar de mantener la atención, al margen de olvidar usar el mínimo papel con notas en el tiempo que duraba la reunión. A partir de 1998, en una de esas promociones «horizontales» que tanto gustan en las grandes empresas (diferentes ocupaciones, mismo sueldo) pasé a formar a la red de comerciales de nuestro banco. No era mi ocupación principal, pero sin duda era la que más disfrutaba.

En 2000, sin poder soportar más el mundo de la banca, decidí montar una empresa de Marketing en Internet. Negocio tuvimos muy poco pero pude empezar a dar formación de Marketing en Internet en muchas de las escuelas de negocio que por aquellos días veían en los Masters en eBusiness la piedra filosofal. IDE-CESEM, TRACOR, IEDE, BAI, fueron algunos de los centros en los que pasé horas y más horas impartiendo cursos.

En 2001 un cliente (realmente el único que habíamos tenido) me tanteó para que me uniera a su empresa como Director de eLearning. Tras la caída de las «punto com» la formación online parecía el negocio del futuro y había que coger buena posición de salida. Acepté, con el compromiso de poder seguir impartiendo cursos en Masters. A finales de aquel año empecé a dar clase online en CEPADE (Universidad Politécnica de Madrid).

En 2002, absolutamente convencido de que lo único que realmente me llenaba era la formación conseguí encontrar trabajo en la Universidad Pontificia de Salamanca (campus de Madrid). En la Facultad de Informática empecé a dar clase de Dirección Comercial y Marketing, Dirección de Operaciones y Control de Gestión. Con el paso de los años se irían sumando las clases de Sistemas de Información y Gestión del Conocimiento así como, en la Facultad de Sociología de la misma universidad, las de Comercio Electrónico y Marketing en Internet. Además continuaba dando clase en IEDE, en algún Master de la Universidad Complutense de Madrid, en CEPADE y en la recién creada Industriales Escuela de Negocios de la Universidad Politécnica de Madrid.

En 2006 empecé a dar clase en la Universidad Europea de Madrid. Impartía las asignaturas de Comercio Electrónico y Gestión del Conocimiento. Durante dos años era rara la semana que no impartía más de 30 horas de clase. Apenas tenía tiempo para saltar de la Europea a la Pontificia y llegar a tiempo a clase (jamás llegué tarde) y de ahí salir pitando a alguna escuela de negocios o a sumergirme en el campus virtual de alguna de las decenas de cursos que, con el eLearning cada vez más asentado, iba aceptando.

Fue en 2008, con la Facultad de Informática de la Pontificia de Salamanca ya casi sin alumnos, cuando decidí centrarme solo en la Europea de Madrid. Además de las asignaturas que ya impartía empecé a dar otras con nombres tan originales como Gestión de Sistemas Sanitarios (básicamente Economía de la Empresa) y otras similares. Básicamente la materia de Dirección de Empresas. Tenía alumnos de Economía, ADE, Derecho, Marketing, Turismo, Industriales, Telecomunicaciones, Ingenieros de Caminos, Arquitectos, Ópticos, Podólogos, Fisioterapeutas… Ya se sabe, universidad enfocada a la empresa y asignaturas transversales…

2010 fue un año difícil, puesto que además de todas las horas de clase supuso mi calvario para defender la Tesis Doctoral. Una Tesis en la que tras años de trabajo enfocado en la innovación educativa, intentaba dar un giro a mi carrera docente. Apostaba por la Tecnología Educativa y por el campo de la Educación. Quemado tras tantas horas de clase supuse que el siguiente paso lógico era realizar un postdoc, período en el que afianzar los conocimientos y trabajo de la Tesis. Y ese postdoc debía hacerse por fuerza fuera de España, para así incorporar la experiencia internacional. En 2011 me incorporé al Euro-Mediterranean University Institute de la Universidad Complutense de Madrid como responsable de su campus de Malta. Lo hice sin cobrar un solo céntimo, sufragándome la estancia con mis ahorros. Y pocos meses después de llegar a Malta conseguí una beca postdoctoral en Eslovaquia, que me mantuvo a caballo de Bratislava y Malta durante un trimestre. Fue año y medio en el que mensualmente regresaba a Madrid para impartir algún curso de formación continua, y en el que tuve la ocasión de formar tanto en Tecnología 2.0 para Formadores como en Social Media a decenas de directivos y cuadros intermedios de empresas de todos los sectores imaginables.

En 2012, tras la promesa de la incorporación a una «nueva» universidad privada regresé a España. Apenas llevaba un mes en nuestro país cuando sospechosamente se me cerraron las puertas de la misma. Sin trabajo, sin expectativas de encontrarlo, probé suerte en Colombia y en febrero de 2013 me incorporaba a la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Bucaramanga.

Tras unos meses en Colombia, por razones que no vienen al caso, decidí volver a nuestro país. Imaginaba que con más o menos fortuna de mi parte, encontraría algún centro educativo que estuviera interesado en contratarme. Pero pasaron meses y más meses y este centro nunca apareció. Hoy mantengo mis clases en CEPADE, algún curso en BAI e incluso alguna incorporación nueva a la larga colección de sitios donde he impartido clase como ESERP, donde daré un breve curso de seis horas en unas semanas. Sigo impartiendo cursos online, aunque lógicamente no puedo vivir de ello. Se han convertido en un pasatiempo para seguir sintiéndome profesor. Para no enfrentarme a la cruda realidad de que toda esta carrera me ha llevado a ninguna parte.

Todo este largo post es tan solo un ejercicio de autoindulgencia. Me sé de sobra mi vida pero verlo así, escrito como si fuera el largo curriculum de un profesor que no encuentra acomodo en un centro educativo hace que tenga que reflexionar. En algún punto de mi vida debí equivocarme. Tal vez eligiendo una profesión tan bella como ingrata en estos tiempos. Han sido miles de horas de clase, más de 10.000 alumnos, decenas de aulas para, hoy, encontrar que mi carrera no ha llegado a ningún fin. Estoy fuera de la universidad, no puedo vivir de la educación y no hay esperanza ni a medio ni a largo plazo de que esto vaya a cambiar.

Si tu que lees esto estás pensando en ser profesor universitario no te equivoques como yo. Evita moverte jamás de la universidad en la que te has formado. Búscate a un catedrático que tenga poder, que esté bien situado. Y no le dejes en ningún momento. Sé siempre con él positivo y jamás se te ocurra plantear esas zarandajas de la movilidad. Si todavía te falta tiempo para acabar la carrera, recuerda: el Máster y el Doctorado hazlo en el Departamento en el que hayas caído mejor. Apúntate a todos los cursos que puedas, siempre que estén cercanos a tu universidad. Ni se te ocurra plantearte un postdoc. Moverte significará que no podrás volver. No hagas caso cuando te digan que es lo mejor para tu carrera académica. Te mienten. Acepta sin rechistar ni criticar cualquier posibilidad que te ofrezcan, incluso escribir lo que otros firmen. No seas tan zoquete de pensar que tu vas a hacer que cambie la Universidad. Hay cosas que nunca cambian. Hay cosas que nunca cambiarán…

Infoxicación… ¿Convertir en mito lo inexistente?

Corría el mes de octubre de 1987 y mi primer día de clase en la Facultad cuando cuatro profesores de asignaturas distintas, Prehistoria, Historia Antigua, Historia Medieval y Geografía General acababan de hacer la presentación del curso. Cada uno de ellos nos había dado cerca de veinte páginas mecanografiadas con referencias bibliográficas para los primeros temas. Nos miramos sorprendidos y una compañera, muy indignada, preguntó al último de los profesores “¿Nos tenemos que leer todo esto? ¡Es imposible!”. Su respuesta fue muy simple: “Haced lo que queráis. Si preferís tener solo mi visión, muy bien, pero la palabra Universidad deriva de Universo y de Universal…”.

Durante aquellos años, en los que las aulas de Alcalá fueron mi casa, no dejé de acudir a la biblioteca con listados enormes de bibliografía. Consultaba las referencias que existían. Tomaba notas en algunos casos y en otros tan solo ojeaba por encima el libro en cuestión. Una infinidad de ellos no estaban disponibles y suponía un suplicio poder acceder a aquella referencia que parecía interesante.

A mediados de los noventa empecé a usar la Web. La promesa de encontrar todos los contenidos en una biblioteca universal y de fácil alcance todavía estaba muy lejos de hacerse realidad. Apenas existían esos contenidos. Y no era sencillo llegar a ellos. La teórica gigantesca biblioteca era más bien una biblioteca de barrio y sin catalogar. Aunque poco a poco iba incrementando sus fondos y, de manera asombrosa, estos empezaban a ser cada vez más asequibles.

Como amante de la ciencia ficción soñaba con el mundo tecnológico que Gibson en Neuromante avanzaba. Un mundo en el que las fronteras de lo físico y lo virtual se desvanecían con sencillez. En el que lo mejor y lo peor era posible. Y entre mis lecturas apocalípticas de aquellos años llegó a incluirse un libro que tiempo después cobraría mucha fama, «El Shock del Futuro» (Future Shock), de Alvin Toffler. Desde un punto de vista casi neoludita Toffler advertía contra los riesgos del incremento exponencial de la información, que llevarían a graves desórdenes psicológicos en los individuos. Recuerdo pensar divertido que aquella era una forma muy conservadora de entender el sueño de un espacio en el que la mítica biblioteca de Alejandría se convirtiera en realidad.

Cuando en 2000 Alfons Cornella lanzó en término “Infoxicación” (el entrecomillado es mío aunque FUNDEU recomiende su uso) en una ya famosa conferencia no estuve del todo de acuerdo con él. Sí en un aspecto: que tener mucha información no era sinónimo de tener mayor conocimiento. Si la información no es procesada, asumida e integrada para actuar el conocimiento no se genera. Es por ello que hoy siga pensando que no vivimos en una Sociedad de Conocimiento, como tantas veces de forma acrítica se plantea.

Pero Cornella en aquel escrito volvía a plantear una serie de aspectos, reales ciertamente, como el incremento de las fuentes de información, unidos a la asunción de problemas que, por otro lado, no tenían por qué producirse: falta de productividad personal, sobrecarga, dificultad de acceder a la información y lo que él consideraba como un gran problema, la serendipia (chiripa en español castizo).

Internet siguió su camino y pronto acabamos acuñando el término Web 2.0 para englobar el conjunto de tecnologías que cambiaron la forma de actuar en Internet en los primeros años del siglo. En muy poco tiempo la capacidad de publicar cualquier contenido en Internet se democratizó. Surgieron los blogs y las redes sociales. Y cientos de servicios que permiten a cualquiera con una conexión a Internet hacer público cualquier cosa, cualquier pensamiento, cualquier banalidad o cualquier genialidad. Incrementando el flujo de contenidos hasta volúmenes impensables. Y de nuevo volvieron a surgir críticos y apocalípticos. Andrew Keen atacaba sin piedad los nuevos tiempos en lo que él considera casi intolerable: el triunfo de lo amateur frente a los garantes de la calidad. Y poco después Nicholas Carr nos alertaba a todos de los peligros que la nueva forma de acceder a tanta información tiene. Básicamente, según Carr, Internet y Google nos está volviendo imbéciles. De nuevo la gran amalgama entre inmensos volúmenes de información y, en este caso, poder acceder a ellos, es considerado como algo profundamente nefasto que, lejos de poder hacer mejorar nuestra inteligencia y conocimiento, nos convierte en sujetos torpes y ciudadanos acríticos.

Pero ¿realmente estamos “infoxicados”? Yo personalmente creo que no. Por más que miro a mi alrededor, a compañeros de trabajo, a amigos o a familia, no encuentro esos síntomas terribles que auguran tantos autores. No observo una obsesión por abarcar toda la información que está al alcance de un clic. Ni stress por no conseguirlo. En determinadas circunstancias, como por ejemplo el MOOC en el que estoy participando, puede darse cierta sensación de vértigo ante una avalancha de posibilidades de incorporar la tecnología a la educación. Pero estoy convencido de que esa sensación se desvanece cuando la pantalla se apaga. Accedemos a la información que nos interesa sin mayor problema. Y con la ventaja de que hoy no supone tanto suplicio como hace algunos años, cuando simplemente no estaba a nuestro alcance.

¿Tanta información es garantía de calidad? En absoluto. De la misma forma que se ha incrementado hasta lo insondable el flujo de información, la basura cibernética también se ha reproducido. Pero basura siempre ha habido. Cada vez que pienso en ello recuerdo el episodio del Quijote con la quema de libros de caballería. El problema es que lo que para Cervantes fue una metáfora para algunos, personas y, especialmente empresas, parece ser un objetivo a perseguir.

Hoy Google “piensa” por nosotros y por eso cada día filtra más los contenidos que nos sirve cuando realizamos una búsqueda. La gigantesca red social Facebook decide por su cuenta qué es lo que nos interesa, mostrándonos lo que su algoritmo, siempre cambiante y siempre tan “adaptativo” cree que es lo que necesitamos. Eso sí, convenientemente sazonado de posibilidades comerciales para «llegar a más personas».

Tenemos ciento y un sistemas para crear filtros. Para leer solo lo que nos interesa. Olvidando que tal vez lo que necesitemos esté fuera de esos filtros. ¿Son cómodos? Sin duda. ¿Útiles? Depende. Del usuario. Y de con qué los esté alimentando. No me considero idiota y creo tener el suficiente sentido común para diferenciar entre la basura y el oro. Y cuando consumo basura quiero poder hacerlo sin que nadie me diga que no debo o, peor aún, decida qué basura puedo o no consumir. En definitiva, podemos usar filtros para acceder a la información. Aplicaciones o programas cambiantes. Dejarnos guiar por aquellos que nos aportan cosas positivas e intentar hacer nosotros lo propio (mediante sistemas que permiten llevar a cabo ese horrible concepto mal traducido de la «curación de contenidos«). Pero si clamamos permanentemente contra el supuesto exceso de información y sus presuntos males estaremos haciéndolo sin darnos cuenta contra nuestra propia libertad de elegir y de crear un criterio cada vez más amplio.

No me gustan los filtros. No me gusta que nadie piense y decida por mí. Quiero poder acceder a toda la información del mundo. Quiero que esté toda disponible. No quiero sentirme como aquel primer día de clase cuando bajé a la biblioteca y descubrí que menos del uno por ciento de las referencias bibliográficas estaban accesibles. Y como profesor no quiero que unos pocos de mis alumnos hagan resúmenes de lo que se habla en clase para pasárselo al resto. Odié a muerte aquellos profesores que exigían “sus apuntes” y generaban el trabajo de unos pocos que copiaban y otros muchos que fotocopiaban. Quiero que mis alumnos tengan a sus pies toda la información. Toda. Que generen sus propias estrategias para acceder a ella. Que decidan qué les es más válido y qué no sirve para nada. Que logren mejorar su sentido crítico que, hoy, sinceramente , es más fácil que cuando la información era poca y en muchos casos sesgada.

Creo que Internet, con todos sus riesgos, con todos sus problemas, con todos sus fallos, es la herramienta que puede hacerlos mejorar como ciudadanos. Por muy inmenso trabajo que esto pueda parecer…

Entrevistado por SchoolMarket

Desde SchoolMarket, una interesante consultora especializada en Marketing Educativo, se pusieron en contacto conmigo y me invitaron a participar en una entrevista en la que mostrara mis puntos de vista sobre algunos aspectos de marketing aplicados al sector educativo. La reproduzco aquí ya que creo que es un sector que cada vez va a tener más claro que la vía de los social media puede abrir buenas oportunidades y en el que voy a enfocar buena parte de mi futuro profesional como consultor y formador:

– A los políticos se les suele llenar la boca con las inversiones en nuevas tecnologías ¿están los centros educativos españoles realmente “conectados”?

Durante los últimos años se han hecho bastantes avances en el aspecto tecnológico de los centros educativos. Poco a poco se ha ido dotando a los centros de redes de Internet, de espacios en los que los estudiantes puedan trabajar con tecnología e incluso la incorporación de redes wifi, pizarras digitales u ordenadores en el aula han generado bastantes expectativas durante bastante tiempo. De todas formas, al margen de planes más o menos acertados, creo que la encrucijada en estos momentos se encuentra en el campo de los docentes, en primer lugar y en los centros, en segundo.

Sin duda es necesario que las administraciones ayuden con la puesta en marcha de inversiones, pero hace falta que muchos centros educativos afronten una verdadera “reingeniería” de sus procesos docentes. Y eso tiene que ver, no solo con las inversiones en tecnología, sino con las formas de hacer las cosas. Como es normal las inversiones que hay que exigir a las administraciones son un factor muy importante, crítico si queremos. Pero no lo es menos el establecimiento y aceptación de una forma diferente de enseñar y de afrontar el aprendizaje de los alumnos. Y aquí es donde a España todavía le queda mucho camino por recorrer.

– Las redes sociales son un fenómeno social y comunicacional imparable ¿se las está sacando todo el partido desde el mundo de la educación?

Las nuevas herramientas que nos ofrece hoy Internet han roto barreras que hasta hace algunos años serían impensables. El propio concepto del uso de algunas redes sociales permite poner en valor aspectos como el aprendizaje informal, del que llevamos muchos años hablando, pero que casi quedaba reducido al uso de espacios “extra-muros” por un puñado de docentes motivados. Pero hoy mediante el uso de redes sociales todos los actores de la educación se encuentran con herramientas muy poderosas, fáciles de usar, aceptadas por la comunidad y usadas en gran medida y muy económicas, cuando no gratuitas.

Así, desde el cuerpo docente se puede usar aplicaciones como Twitter, Facebook o Edmodo para apoyar el proceso de aprendizaje fuera del aula, enganchando muy bien con el reto de nuestra sociedad de estar capacitados para formarnos a lo largo de toda la vida, no solo el tiempo que estemos realizando una determinada acción formativa o curso, sea reglado o no. Desde estas redes sociales hasta decenas de aplicaciones enfocadas a la educación, profesores y alumnos pueden establecer un entorno de aprendizaje diferente, más ágil y más cercano a la vida real. Con barreras de entrada muy bajas y con curvas de aprendizaje muy suaves.

Pero también debemos considerar la otra parte del sector educativo. La parte que tiene que ver con el mantenimiento de las estructuras del centro, ya sea en organizaciones con o sin ánimo de lucro: la necesidad de mejorar la relación con los públicos de interés, la obligación de afrontar un nuevo entorno de relaciones centro educativo-alumnos-familias, el objetivo irrenunciable de la captación de nuevos alumnos o la búsqueda permanente de la excelencia de la organización, pueden verse ayudados por las nuevas herramientas sociales de la web. Y tal vez sea en esa parte donde todavía las entidades educativas tienen todavía bastante por hacer.

“El hecho de ser ‘nativo digital’ no hace al usuario más formado ni más prudente”

– La educación está compuesta por el triángulo formado por profesores, alumnos y familias, en cuanto al uso de las nuevas tecnologías ¿qué forma tendría el triángulo?

Esta es una pregunta muy compleja, puesto que hay muchos factores que intervienen en ella y lógicamente no es lo mismo un colegio establecido en una zona rural que un centro de altas capacidades en un entorno económicamente favorecido. De todas formas, generalmente tendemos a pensar que los estudiantes son los usuarios intensivos de la tecnología y tras ellos van los profesores y finalmente sus familias. Como digo, esto no tiene por qué ser así. Los alumnos utilizan muchas veces las tecnologías pero sin ser conscientes de las capacidades que las mismas pueden llegar a tener. Para lo bueno y para lo malo. Y es misión de profesores, y de padres, no lo olvidemos, acompañarles en ese descubrimiento.

Por poner un ejemplo, cuando en España Tuenti, una de las redes más populares, y cada vez más usada por gente muy joven, sitúa sus normas de privacidad en determinada edad, es importante que padres y profesores lo conozcan. Y sepan cuál es la razón de ello. El hecho de ser “nativo digital” y conste que odio ese apelativo, no hace al usuario más formado ni más prudente, sólo más ágil e incluso eso podría ser matizable.

– Los centros educativos también están notando la crisis y son conscientes de que ahora tienen que apostar por el marketing ¿Cree que están preparados para hacerlo de un forma eficaz?

Un centro educativo es una organización que debe cumplir, entre otras muchas cosas, con unos objetivos de captación de alumnos. Sea público y privado. Tal vez estos objetivos resultan más acuciantes desde el sector privado, pero no pueden obviarse desde el público. Y menos en estos tiempos de crisis. Suele ser espinoso para muchos profesionales del sector educativo el afrontar que el marketing es tan necesario como la gestión de los recursos humanos o la contabilidad de la organización. Marketing no es crear necesidades, como tantas veces y de forma errónea se plantea. Marketing es el proceso de descubrir precisamente cuáles son las necesidades y como cubrirlas. Actuando desde el espacio de los deseos, pero también desde la atención a los públicos de interés. Y por supuesto apoyando a la parte más comercial del centro. Hace unos años el gran evento de marketing y comercial del sector era la feria AULA. Acudir a ella era casi una obligación, que generaba unos gastos inmensos para los centros que allí ponían un stand. Los que no se lo podían permitir trataban de solucionarlo centrándose en su entorno y en el desarrollo de su material promocional.

”El marketing es para el sector educativo tan necesario como la gestión de los recursos humanos o la contabilidad de la organización”

– ¿Y qué puede aportar internet y las redes sociales al marketing educativo?

Internet cambió el mundo del marketing. Y las redes sociales acabaron por empujar definitivamente los procesos de captación de alumnos a un nuevo nivel. En estos momentos miles de personas están buscando cursos de infinidad de temas en la red. Usando Google, aunque no solo. También preguntando por Twitter, o consultando a sus amigos en Facebook, o rebuscando entre sus contactos en LinkedIn. Y a esta realidad hay que dar respuesta por parte del sector. No es difícil, pero hay que hacerlo. Ya no vivimos en los comienzos de los 2000, en los que incluso no tener una web, o que ésta fuera muy poco profesional, no era problema. Hoy el tener una presencia en la red, que refleje perfectamente el alma de nuestra organización es ya un imperativo estratégico. Para todos los sectores. Y especialmente para el educativo. Eso si, hay que hacerlo siguiendo una estrategia. Preguntándonos previamente qué queremos hacer, por qué, cómo… Aplicando, en definitiva, los criterios que cualquier organización define para su crecimiento. Podemos hacerlo solos o acudiendo a ayuda externa. Pero debemos hacerlo.

– Usted asesora a empresas sobre crisis de reputación en las redes sociales y sobre su posicionamiento en la red ¿Qué aconsejaría a un centro educativo que se encuentre ante una crisis de reputación por una noticia negativa en internet o comentarios negativos en las redes sociales?

Siempre digo a mis clientes que lo más importante es, en primer lugar, escuchar. Curiosamente escuchar es uno de los factores mejor considerados por las personas. Es una actitud que se considera positiva siempre. Pero que a veces se olvida cuando pasamos a pensar como organización. Pero nadie diría que no es uno de los principales valores del ser humano. Bien, en Internet debemos escuchar. Y más hoy, que Internet, con todos sus problemas, se ha hecho más “humano”. La escucha nos permite saber qué se dice de nosotros. Y cuando practicamos la escucha podemos participar en la conversación. Por supuesto en la Red hay mucho ruido. Y es fácil encontrar personas que no estén dispuestas a conversar, sino tan solo a gritar, o peor aún, a insultar. Pero la escucha es la primera clave.

La segunda es la participación en la conversación. Para ello la asertividad es fundamental. No olvidemos que un entorno mediado puede generar fácilmente malos entendidos. Pero también la firmeza, tanto para defender los valores de la organización como, y esto es crítico, asumir los errores y pedir perdón por ellos. Al igual que las personas que escuchan son muy bien valoradas, las personas que saben pedir excusas cuando se equivocan son muy bien consideradas. No permitamos que las organizaciones se deshumanicen en ese aspecto, y muchísimo menos cuando el ámbito de su trabajo es tan sensible como el de la educación. Por supuesto el tema es mucho más complejo, y podríamos hablar de manuales de crisis, o de respuestas ante determinadas contingencias, pero nuevamente recalamos en las dos ideas fuerza: escuchar y conversar. Algo que en las redes sociales, aunque algunos puedan creer que no, es absolutamente posible y necesario.

– Por último, ha tenido ocasión de conocer en primera persona distintos sistemas educativos (Colombia, Malta, Eslovaquia) ¿Cuáles cree que son las principales fortalezas del sistema educativo español?

Tras haber tenido la posibilidad de conocer otros sistemas educativos fuera de España me gustaría ser optimista respecto a nuestro país. Creo que la principal fortaleza es la gran calidad de sus actores. Y en ello incluyo a los profesores y personal de administración de centros educativos así como a miles de estudiantes y padres preocupados por la educación. Nos preocupa la educación. Y mucho. Hablamos de ello permanentemente. Y queremos que sea mejor. No conozco a nadie en España que quiera que la educación no mejore. Y eso es ya, de por sí, una gran fortaleza.

Por otro lado, la diversidad que ofrece nuestro país, el gran salto cualitativo de nuestros docentes y profesionales en las últimas décadas, la mejora paulatina en las infraestructuras, la adaptación, lenta, pero sin pausa, a currículos internacionales en el espacio europeo, es otro de esos puntos que no valoramos en su justa medida, aunque cuando se sale de España, otros países admiran e incluso ponen en práctica.

-¿Y su principal debilidad?

Respecto a la debilidad mayor, creo que esta está en la excesiva politización de un bien común como es la educación. No voy a dudar de que el objetivo de los políticos, sean del signo que sean, es la mejora de la educación. Pero cuando uno observa que pocos profesionales de la educación son los que trabajan en sus políticas no deja de sentirse frustrado. Y esa frustración acaba haciéndose extensible a todo el sector, algo que me parece realmente preocupante.

Por supuesto, en segundo lugar entre las debilidades, aunque igualmente preocupante, situaría nuestras altas tasas de abandono y fracaso escolar. En buena medida producidos por currículos demasiado inflexibles, por problemas en la orientación de los estudiantes, por una escasa adaptación a nuevas formas de enseñanza y aprendizaje, por la ancestral preocupación por el título más que por el aprendizaje o incluso por no haber sabido poner en valor una de las profesiones más bellas y satisfactorias del mundo, la de docente.

Regreso a España…

Tras mucho tiempo con Infoconocimiento abandonado, desde el momento en que escribía feliz que nos marchábamos a Colombia, retomo este espacio de reflexión que sé que siempre está ahí, esperando para que me enfrente con el papel (virtual) en blanco y publique mis reflexiones. Han sido pocos meses pero absolutamente provechosos. Desde el mes de marzo he tenido la oportunidad de conocer a gente maravillosa en la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Desde sus estamentos administrativos hasta los fantásticos compañeros de la Facultad de Educación. Juntos hemos trabajado muy duramente y hemos puesto en marcha una Maestría en Educación que estoy convencido va a significar un hito en la formación de profesores de Bucaramanga, de Santander y de Colombia. Nunca podré estar más agradecido a una universidad que nos lo ha dado todo y que nos abrió sus puertas de par en par para poder desarrollar en ella nuestro trabajo. Seguro que seguiré colaborando con ellos, aunque tenga que ser desde una distancia que, cada vez más, resulta muy pequeña entre nuestros dos países.

Por determinadas circunstancias personales es momento de volver a hacer las maletas y regresar a España. Recordaba en mi último post que la situación española no llamaba precisamente a alegrías. De ahí que miles de jóvenes (y no tan jóvenes), formados, con muchas ganas de trabajar y desesperados, abandonen el país. Y en ese momento de desesperanza yo regreso a enfrentarme, nuevamente, a lo desconocido.

De todas formas siempre he sido optimista. Lo que en estos días parece ser un contrasentido. Sé que cuando uno quiere, acaba por conseguir lo que anhela. Algo en lo que me ha enseñado a creer una estupenda compañera de la Facultad es que las cosas no pasan porque sí. Que al final todos encontramos nuestro rumbo…

A partir de julio vuelvo a España. A intentar encontrar de nuevo un hueco en la selva que a veces parece que se ha convertido nuestro país. Volveré a desarrollar mi labor como formador independiente (me niego en rotundo a autodenominarme «emprendedor»), a continuar mi trabajo como investigador del Euro-Mediterranean University Institute, con la esperanza de conseguir la hasta ahora negada financiación necesaria para poner en marcha todos nuestros proyectos. Seguiré luchando por demostrar a la universidad española que puedo ocupar en ella un hueco. Y sobre todo regreso con la idea de que, pase lo que pase, la esperanza en que las cosas van a mejorar es algo a lo que no podemos renunciar.

Así pues, vuelvo a casa….

Abandonamos España… Destino a Bucaramanga, Colombia

Hace pocos meses, en septiembre de 2012, regresaba a España tras un periplo de año y medio en Malta. La situación económica de la Universidad Complutense de Madrid hacía inviable el proyecto del campus maltés del Instituto de Investigación que estaba coordinando y tenía encima de la mesa una posibilidad muy tangible para incorporarme como profesor a una universidad de nueva apertura. Durante unas semanas interminables esperé impaciente para que me confirmaran la fecha de comienzo de mis nuevas clases, para encontrarme, a finales de septiembre, con que la universidad en la que se suponía que iba a trabajar paralizaba el proceso de contratación de profesores. En apenas un mes me había quedado sin trabajo y sin ningún tipo de posibilidad de acceder de nuevo a la universidad.

Comencé el proceso de acreditación como Profesor Ayudante Doctor y Profesor Contratado Doctor, una pesadilla burocrática que supone una enorme cantidad de tiempo tan solo para lograr entregar toda la documentación. Acreditación que simplemente sirve para poder presentarte a una plaza de profesor en la universidad si milagrosamente se convoca y soñar con que esa plaza no tenga «nombre y apellidos». Finalmente, a comienzos de diciembre, dejé registrado un inmenso volumen que a fecha de hoy «está pendiente de evaluación».

Paralelamente, solicité una beca Juan de La Cierva. Una de esas becas de investigación postdoctoral que han sido recortadas, tanto en número como en dotación económica. Nuevamente el papeleo fue inmenso, aderezado esta vez con la «gracia» de tener que hacer un nuevo modelo de curriculum normalizado, no solo mío sino también el del responsable del equipo de investigación. Sin ninguna esperanza en conseguirla, a fecha de hoy «no se sabe nada».

En diciembre, ya desesperado por la situación, tuve conocimiento de que la Universidad Autónoma de Bucaramanga, en Colombia, necesitaba un profesor que se adecuaba a mi perfil docente e investigador. Tras indagar acerca de esa ciudad y leer multitud de artículos positivos, tanto del entorno urbano como de la universidad, envié mi curriculum y una breve carta de presentación. Crucé los dedos y pensé «si hubiera suerte…»

Durante unas semanas he de reconocer que me olvidé por completo del tema, hasta que el pasado 11 de enero recibí un correo electrónico en el que se me comunicaba que mi curriculum resultaba interesante para el perfil al que había «aplicado». A partir de ahí el proceso ha sido rapidísimo: una entrevista con el decano de la facultad, el envío de las evidencias de lo reflejado en el curriculum (por correo electrónico), la realización de una batería de test psicotécnicos, una entrevista con una psicóloga y, finalmente, la exposición frente a parte del claustro de una disertación acerca de «La educación para la innovación y la innovación en la Educación», con su correspondiente discusión posterior a base de preguntas planteadas por los profesores asistentes (realizada por Skype). Y tras la deliberación y la ponderación de todas las pruebas, la resolución final: la UNAB me ha ofrecido la plaza de Profesor Titular en la Facultad de Educación.

El reto es impresionante: incorporarme a un grupo de investigación, poner en marcha un Master, impartir docencia sobre innovación y tecnología educativa… Con unas condiciones de trabajo excelentes. Que por si fuera poco se multiplican por dos, dado que mi mujer, también doctora y también profesora e investigadora, ha ganado una plaza similar en la Facultad de Artes y Comunicación, realizando un proceso parejo al mío.

Hoy hemos recibido los contratos firmados y toda la documentación para gestionar nuestros visados. Y es de esperar que a finales de la semana que viene estaremos volando a Colombia para empezar allí una nueva vida, con trabajo, con ilusión y con la satisfacción de saber que, si bien en España la situación es insostenible, en América se abren todas las vías posibles para desarrollarnos como académicos y como investigadores. Tras muchos años investigando, tratando de avanzar en nuestro campo, deseando poder compartirlo con nuestros alumnos y con la comunidad científica, es Colombia el país que nos abre los brazos y nos recibe con calidez. Para allá marchamos con toda la ilusión de los nuevos proyectos y todo el agradecimiento que se puede tener hacia aquellos que demuestran que te valoran y te estiman profesionalmente.

Mucha suerte a los que estáis en una situación dramática en España y recordad, el mundo es muy grande y hay muchos países en los que poder desarrollar vuestras carreras y vuestras vidas…

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