Una carrera docente hacia ninguna parte

En 1993 me puse por primera vez delante de una clase. Hacía menos de un año que había terminado mi carrera (Historia) y trabajaba como becario en el otrora Centro de Estudios Norteamericanos de la Universidad de Alcalá. Me propusieron impartir «Civilización y Cultura Española», una asignatura que básicamente era una historia de España condensada, a alumnos de la Universidad de Bowling Green (Ohio) y ahí empezó mi recorrido como profesor. Entre 1993 y 1996 tuve alumnos de Bowling Green, de Alabama State University y de Florida International University que sufrieron mi bisoñez como docente. Con ellos aprendí que dar clase me gustaba. Pero dado que la situación era cada vez más difícil, que apenas cobraba 50.000 pesetas (300 €) y que todo el mundo me decía que no había futuro en la universidad, en marzo de 1996 abandoné la que había sido mi casa desde que empecé mis estudios universitarios.

A los pocos meses comencé a trabajar en un banco, BBV Finanzia. Mi labor era sencilla: recorrer España de arriba a abajo formando a las empleadas de ZARA en las bondades de su medio de pago. Durante dos años viajé sin parar y tuve centenares de «pruebas piloto» (así llamábamos a las sesiones de formación con toda la plantilla). Me curtí delante de personas que no tenían ningún interés en lo que un tipo de un banco iba a contarles y aprendí muchos recursos para tratar de mantener la atención, al margen de olvidar usar el mínimo papel con notas en el tiempo que duraba la reunión. A partir de 1998, en una de esas promociones «horizontales» que tanto gustan en las grandes empresas (diferentes ocupaciones, mismo sueldo) pasé a formar a la red de comerciales de nuestro banco. No era mi ocupación principal, pero sin duda era la que más disfrutaba.

En 2000, sin poder soportar más el mundo de la banca, decidí montar una empresa de Marketing en Internet. Negocio tuvimos muy poco pero pude empezar a dar formación de Marketing en Internet en muchas de las escuelas de negocio que por aquellos días veían en los Masters en eBusiness la piedra filosofal. IDE-CESEM, TRACOR, IEDE, BAI, fueron algunos de los centros en los que pasé horas y más horas impartiendo cursos.

En 2001 un cliente (realmente el único que habíamos tenido) me tanteó para que me uniera a su empresa como Director de eLearning. Tras la caída de las «punto com» la formación online parecía el negocio del futuro y había que coger buena posición de salida. Acepté, con el compromiso de poder seguir impartiendo cursos en Masters. A finales de aquel año empecé a dar clase online en CEPADE (Universidad Politécnica de Madrid).

En 2002, absolutamente convencido de que lo único que realmente me llenaba era la formación conseguí encontrar trabajo en la Universidad Pontificia de Salamanca (campus de Madrid). En la Facultad de Informática empecé a dar clase de Dirección Comercial y Marketing, Dirección de Operaciones y Control de Gestión. Con el paso de los años se irían sumando las clases de Sistemas de Información y Gestión del Conocimiento así como, en la Facultad de Sociología de la misma universidad, las de Comercio Electrónico y Marketing en Internet. Además continuaba dando clase en IEDE, en algún Master de la Universidad Complutense de Madrid, en CEPADE y en la recién creada Industriales Escuela de Negocios de la Universidad Politécnica de Madrid.

En 2006 empecé a dar clase en la Universidad Europea de Madrid. Impartía las asignaturas de Comercio Electrónico y Gestión del Conocimiento. Durante dos años era rara la semana que no impartía más de 30 horas de clase. Apenas tenía tiempo para saltar de la Europea a la Pontificia y llegar a tiempo a clase (jamás llegué tarde) y de ahí salir pitando a alguna escuela de negocios o a sumergirme en el campus virtual de alguna de las decenas de cursos que, con el eLearning cada vez más asentado, iba aceptando.

Fue en 2008, con la Facultad de Informática de la Pontificia de Salamanca ya casi sin alumnos, cuando decidí centrarme solo en la Europea de Madrid. Además de las asignaturas que ya impartía empecé a dar otras con nombres tan originales como Gestión de Sistemas Sanitarios (básicamente Economía de la Empresa) y otras similares. Básicamente la materia de Dirección de Empresas. Tenía alumnos de Economía, ADE, Derecho, Marketing, Turismo, Industriales, Telecomunicaciones, Ingenieros de Caminos, Arquitectos, Ópticos, Podólogos, Fisioterapeutas… Ya se sabe, universidad enfocada a la empresa y asignaturas transversales…

2010 fue un año difícil, puesto que además de todas las horas de clase supuso mi calvario para defender la Tesis Doctoral. Una Tesis en la que tras años de trabajo enfocado en la innovación educativa, intentaba dar un giro a mi carrera docente. Apostaba por la Tecnología Educativa y por el campo de la Educación. Quemado tras tantas horas de clase supuse que el siguiente paso lógico era realizar un postdoc, período en el que afianzar los conocimientos y trabajo de la Tesis. Y ese postdoc debía hacerse por fuerza fuera de España, para así incorporar la experiencia internacional. En 2011 me incorporé al Euro-Mediterranean University Institute de la Universidad Complutense de Madrid como responsable de su campus de Malta. Lo hice sin cobrar un solo céntimo, sufragándome la estancia con mis ahorros. Y pocos meses después de llegar a Malta conseguí una beca postdoctoral en Eslovaquia, que me mantuvo a caballo de Bratislava y Malta durante un trimestre. Fue año y medio en el que mensualmente regresaba a Madrid para impartir algún curso de formación continua, y en el que tuve la ocasión de formar tanto en Tecnología 2.0 para Formadores como en Social Media a decenas de directivos y cuadros intermedios de empresas de todos los sectores imaginables.

En 2012, tras la promesa de la incorporación a una «nueva» universidad privada regresé a España. Apenas llevaba un mes en nuestro país cuando sospechosamente se me cerraron las puertas de la misma. Sin trabajo, sin expectativas de encontrarlo, probé suerte en Colombia y en febrero de 2013 me incorporaba a la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Bucaramanga.

Tras unos meses en Colombia, por razones que no vienen al caso, decidí volver a nuestro país. Imaginaba que con más o menos fortuna de mi parte, encontraría algún centro educativo que estuviera interesado en contratarme. Pero pasaron meses y más meses y este centro nunca apareció. Hoy mantengo mis clases en CEPADE, algún curso en BAI e incluso alguna incorporación nueva a la larga colección de sitios donde he impartido clase como ESERP, donde daré un breve curso de seis horas en unas semanas. Sigo impartiendo cursos online, aunque lógicamente no puedo vivir de ello. Se han convertido en un pasatiempo para seguir sintiéndome profesor. Para no enfrentarme a la cruda realidad de que toda esta carrera me ha llevado a ninguna parte.

Todo este largo post es tan solo un ejercicio de autoindulgencia. Me sé de sobra mi vida pero verlo así, escrito como si fuera el largo curriculum de un profesor que no encuentra acomodo en un centro educativo hace que tenga que reflexionar. En algún punto de mi vida debí equivocarme. Tal vez eligiendo una profesión tan bella como ingrata en estos tiempos. Han sido miles de horas de clase, más de 10.000 alumnos, decenas de aulas para, hoy, encontrar que mi carrera no ha llegado a ningún fin. Estoy fuera de la universidad, no puedo vivir de la educación y no hay esperanza ni a medio ni a largo plazo de que esto vaya a cambiar.

Si tu que lees esto estás pensando en ser profesor universitario no te equivoques como yo. Evita moverte jamás de la universidad en la que te has formado. Búscate a un catedrático que tenga poder, que esté bien situado. Y no le dejes en ningún momento. Sé siempre con él positivo y jamás se te ocurra plantear esas zarandajas de la movilidad. Si todavía te falta tiempo para acabar la carrera, recuerda: el Máster y el Doctorado hazlo en el Departamento en el que hayas caído mejor. Apúntate a todos los cursos que puedas, siempre que estén cercanos a tu universidad. Ni se te ocurra plantearte un postdoc. Moverte significará que no podrás volver. No hagas caso cuando te digan que es lo mejor para tu carrera académica. Te mienten. Acepta sin rechistar ni criticar cualquier posibilidad que te ofrezcan, incluso escribir lo que otros firmen. No seas tan zoquete de pensar que tu vas a hacer que cambie la Universidad. Hay cosas que nunca cambian. Hay cosas que nunca cambiarán…

Infoxicación… ¿Convertir en mito lo inexistente?

Corría el mes de octubre de 1987 y mi primer día de clase en la Facultad cuando cuatro profesores de asignaturas distintas, Prehistoria, Historia Antigua, Historia Medieval y Geografía General acababan de hacer la presentación del curso. Cada uno de ellos nos había dado cerca de veinte páginas mecanografiadas con referencias bibliográficas para los primeros temas. Nos miramos sorprendidos y una compañera, muy indignada, preguntó al último de los profesores “¿Nos tenemos que leer todo esto? ¡Es imposible!”. Su respuesta fue muy simple: “Haced lo que queráis. Si preferís tener solo mi visión, muy bien, pero la palabra Universidad deriva de Universo y de Universal…”.

Durante aquellos años, en los que las aulas de Alcalá fueron mi casa, no dejé de acudir a la biblioteca con listados enormes de bibliografía. Consultaba las referencias que existían. Tomaba notas en algunos casos y en otros tan solo ojeaba por encima el libro en cuestión. Una infinidad de ellos no estaban disponibles y suponía un suplicio poder acceder a aquella referencia que parecía interesante.

A mediados de los noventa empecé a usar la Web. La promesa de encontrar todos los contenidos en una biblioteca universal y de fácil alcance todavía estaba muy lejos de hacerse realidad. Apenas existían esos contenidos. Y no era sencillo llegar a ellos. La teórica gigantesca biblioteca era más bien una biblioteca de barrio y sin catalogar. Aunque poco a poco iba incrementando sus fondos y, de manera asombrosa, estos empezaban a ser cada vez más asequibles.

Como amante de la ciencia ficción soñaba con el mundo tecnológico que Gibson en Neuromante avanzaba. Un mundo en el que las fronteras de lo físico y lo virtual se desvanecían con sencillez. En el que lo mejor y lo peor era posible. Y entre mis lecturas apocalípticas de aquellos años llegó a incluirse un libro que tiempo después cobraría mucha fama, «El Shock del Futuro» (Future Shock), de Alvin Toffler. Desde un punto de vista casi neoludita Toffler advertía contra los riesgos del incremento exponencial de la información, que llevarían a graves desórdenes psicológicos en los individuos. Recuerdo pensar divertido que aquella era una forma muy conservadora de entender el sueño de un espacio en el que la mítica biblioteca de Alejandría se convirtiera en realidad.

Cuando en 2000 Alfons Cornella lanzó en término “Infoxicación” (el entrecomillado es mío aunque FUNDEU recomiende su uso) en una ya famosa conferencia no estuve del todo de acuerdo con él. Sí en un aspecto: que tener mucha información no era sinónimo de tener mayor conocimiento. Si la información no es procesada, asumida e integrada para actuar el conocimiento no se genera. Es por ello que hoy siga pensando que no vivimos en una Sociedad de Conocimiento, como tantas veces de forma acrítica se plantea.

Pero Cornella en aquel escrito volvía a plantear una serie de aspectos, reales ciertamente, como el incremento de las fuentes de información, unidos a la asunción de problemas que, por otro lado, no tenían por qué producirse: falta de productividad personal, sobrecarga, dificultad de acceder a la información y lo que él consideraba como un gran problema, la serendipia (chiripa en español castizo).

Internet siguió su camino y pronto acabamos acuñando el término Web 2.0 para englobar el conjunto de tecnologías que cambiaron la forma de actuar en Internet en los primeros años del siglo. En muy poco tiempo la capacidad de publicar cualquier contenido en Internet se democratizó. Surgieron los blogs y las redes sociales. Y cientos de servicios que permiten a cualquiera con una conexión a Internet hacer público cualquier cosa, cualquier pensamiento, cualquier banalidad o cualquier genialidad. Incrementando el flujo de contenidos hasta volúmenes impensables. Y de nuevo volvieron a surgir críticos y apocalípticos. Andrew Keen atacaba sin piedad los nuevos tiempos en lo que él considera casi intolerable: el triunfo de lo amateur frente a los garantes de la calidad. Y poco después Nicholas Carr nos alertaba a todos de los peligros que la nueva forma de acceder a tanta información tiene. Básicamente, según Carr, Internet y Google nos está volviendo imbéciles. De nuevo la gran amalgama entre inmensos volúmenes de información y, en este caso, poder acceder a ellos, es considerado como algo profundamente nefasto que, lejos de poder hacer mejorar nuestra inteligencia y conocimiento, nos convierte en sujetos torpes y ciudadanos acríticos.

Pero ¿realmente estamos “infoxicados”? Yo personalmente creo que no. Por más que miro a mi alrededor, a compañeros de trabajo, a amigos o a familia, no encuentro esos síntomas terribles que auguran tantos autores. No observo una obsesión por abarcar toda la información que está al alcance de un clic. Ni stress por no conseguirlo. En determinadas circunstancias, como por ejemplo el MOOC en el que estoy participando, puede darse cierta sensación de vértigo ante una avalancha de posibilidades de incorporar la tecnología a la educación. Pero estoy convencido de que esa sensación se desvanece cuando la pantalla se apaga. Accedemos a la información que nos interesa sin mayor problema. Y con la ventaja de que hoy no supone tanto suplicio como hace algunos años, cuando simplemente no estaba a nuestro alcance.

¿Tanta información es garantía de calidad? En absoluto. De la misma forma que se ha incrementado hasta lo insondable el flujo de información, la basura cibernética también se ha reproducido. Pero basura siempre ha habido. Cada vez que pienso en ello recuerdo el episodio del Quijote con la quema de libros de caballería. El problema es que lo que para Cervantes fue una metáfora para algunos, personas y, especialmente empresas, parece ser un objetivo a perseguir.

Hoy Google “piensa” por nosotros y por eso cada día filtra más los contenidos que nos sirve cuando realizamos una búsqueda. La gigantesca red social Facebook decide por su cuenta qué es lo que nos interesa, mostrándonos lo que su algoritmo, siempre cambiante y siempre tan “adaptativo” cree que es lo que necesitamos. Eso sí, convenientemente sazonado de posibilidades comerciales para «llegar a más personas».

Tenemos ciento y un sistemas para crear filtros. Para leer solo lo que nos interesa. Olvidando que tal vez lo que necesitemos esté fuera de esos filtros. ¿Son cómodos? Sin duda. ¿Útiles? Depende. Del usuario. Y de con qué los esté alimentando. No me considero idiota y creo tener el suficiente sentido común para diferenciar entre la basura y el oro. Y cuando consumo basura quiero poder hacerlo sin que nadie me diga que no debo o, peor aún, decida qué basura puedo o no consumir. En definitiva, podemos usar filtros para acceder a la información. Aplicaciones o programas cambiantes. Dejarnos guiar por aquellos que nos aportan cosas positivas e intentar hacer nosotros lo propio (mediante sistemas que permiten llevar a cabo ese horrible concepto mal traducido de la «curación de contenidos«). Pero si clamamos permanentemente contra el supuesto exceso de información y sus presuntos males estaremos haciéndolo sin darnos cuenta contra nuestra propia libertad de elegir y de crear un criterio cada vez más amplio.

No me gustan los filtros. No me gusta que nadie piense y decida por mí. Quiero poder acceder a toda la información del mundo. Quiero que esté toda disponible. No quiero sentirme como aquel primer día de clase cuando bajé a la biblioteca y descubrí que menos del uno por ciento de las referencias bibliográficas estaban accesibles. Y como profesor no quiero que unos pocos de mis alumnos hagan resúmenes de lo que se habla en clase para pasárselo al resto. Odié a muerte aquellos profesores que exigían “sus apuntes” y generaban el trabajo de unos pocos que copiaban y otros muchos que fotocopiaban. Quiero que mis alumnos tengan a sus pies toda la información. Toda. Que generen sus propias estrategias para acceder a ella. Que decidan qué les es más válido y qué no sirve para nada. Que logren mejorar su sentido crítico que, hoy, sinceramente , es más fácil que cuando la información era poca y en muchos casos sesgada.

Creo que Internet, con todos sus riesgos, con todos sus problemas, con todos sus fallos, es la herramienta que puede hacerlos mejorar como ciudadanos. Por muy inmenso trabajo que esto pueda parecer…

MOOC Educalab. Semana Dos.

Segunda semana de funcionamiento del MOOC sobre PLE aplicados al Desarrollo Personal Docente y el curso comienza a tomar ya velocidad de crucero. La semana está siendo muy interesante porque además de los cientos de comentarios e interacciones que se van produciendo en los distintos entornos de conversación (la plataforma, Twitter, el grupo de Facebook…), el tema a trabajar ha sido el uso de Twitter. Muchos profesores han comenzado a usar Twitter en estos días y otros muchos le han dado un fuerte empujón a cuentas que, tal vez tenían abiertas hace tiempo, pero que no acababan de incorporar a su día a día.

Twitter es una de las herramientas más sencillas de la Web Social. Si bien su propia sencillez lleva a que a veces sea compleja de entender. ¿Qué hace que millones de personas publiquen breves mensajes de 140 caracteres de forma compulsiva? ¿Qué motiva a que algo que comenzó como una aplicación de mensajería y que pasó a ser casi una broma con la que contar al mundo qué estabas haciendo crezca sin parar? ¿Por qué cada vez más los jóvenes se lanzan de lleno a usar “el pajarito”? Y la pregunta más importante para nuestro curso ¿puede ese entorno ayudarnos como docentes?

Las respuestas a estas preguntas son mucho más complejas de lo que parece y excederían el ámbito de este post. Pero ciertamente Twitter engancha. A los usuarios que sienten la liberación de contar banalidades simplemente como vía de escape, a usuarios que vuelcan en la red del pájaro azul sus descubrimientos, a usuarios que han convertido lo que empezó casi como un chiste en una conversación que rompe con la tradicional dicotomía de la asincronía o la sincronía. Twitter genera un ruido infernal, pero también una vía increíble para descubrir personas e ideas. Para compartir y colaborar. Para sentirse cercano de los que están lejos y también, por desgracia, para encontrar la cara más terrorífica de la Red.

Los docentes pueden encontrar en Twitter tantas posibilidades de aprendizaje, para ellos y para sus alumnos, que resultaría tedioso volver a repetirlas aquí. Pero independientemente de si finalmente acaban usándolo más o menos, es bueno que conozcan una aplicación que ha cambiado la forma de entender Internet. Y esa ha sido la clave de esta semana en el MOOC: conocer otros profesores que tuitean, aprender a manejar las listas para cribar la información, gestionar el flujo de sus mensajes y los de sus colegas entre el inmenso magma de tuits publicados permanentemente.

El producto final de la segunda unidad del curso ha sido analizar la cuenta de un profe o entidad educativa. Y una vez hecho, dar respuesta a la pregunta ¿cómo Twitter puede ayudarnos a generar una red de docentes conectados? Y desde el lunes tanto la plataforma como el hashtag #eduPLEmooc se ha ido plagando de trabajos en esa línea, llevando a que muchos profes se hayan lanzado ya no solo a tuitear sino a descubrir herramientas de análisis y gestión que soportan el trabajo con la plataforma.

En este sentido cabe recordar que Twitter permite que aplicaciones de terceros mejoren su experiencia de uso. Algunas son casi fundamentales, como Hootsuite o TweetDeck, para hacer un mejor filtrado de la información. Otras son muy potentes y útiles desde el punto de vista corporativo, como SocialBro, Twitbinder o Archivist. Y muchísimas solo tienen sentido cuando se trabaja desde el punto de vista de la analítica social y, especialmente, teniendo mucho cuidado con ellas. Hay que recordar que cualquier aplicación en la que nos registramos con nuestra cuenta tiene acceso a nuestros datos, muchas de ellas pueden (y lo hacen) publicar en nuestro nombre o mandar mensajes directos sin nuestro consentimiento y algunas son realmente peligrosas para la gestión de nuestra privacidad.

Tal vez el mundo del Social Media y los miles de artículos publicados sobre la analítica social ha influido demasiado en muchos de nosotros. Puesto que buena parte de los informes publicados en estos días se han enfocado en dar datos y más datos. Olvidando que, por encima del dato puro y duro, lo interesante, especialmente para los efectos del análisis que se solicitaba en el curso, es el estilo de publicación, el tipo de contenidos compartidos, la conversación generada, etc.

Por otro lado el MOOC comienza a vivir los resultados de una gigantesca participación y de los cuellos de botella que pueden producirse cuando un inmenso flujo de visitantes intenta acceder al mismo tiempo a un servicio web. ¿Cuántos usuarios concurrentes permite el MOOC de Educalab? Tal vez muchos, pero sin duda insuficientes a tenor de las caídas permanentes. Que el Ministerio de Educación aparezca como uno de los organizadores debería ser garantía de que la plataforma pueda sostenerse mejor de lo que lo hace. Un MOOC se basa, entre otras muchas cosas, en grandes números. Y para ello hacen falta soluciones tecnológicas muy potentes. De no ser así la frustración de los participantes puede crecer hasta el punto del abandono. Y por ahora la plataforma en la que está construido el MOOC está fallando mucho más de lo aconsejable.

También en el lado de las críticas podríamos poner el propio uso de la plataforma por parte de muchos alumnos. Resulta frustrante encontrar decenas de preguntas sobre el mismo tema cuando la contestación está un poco más abajo y ni tan siquiera ha sido leída. La participación en los entornos virtuales es necesaria, pero en la participación debe estar incluida la lectura de los mensajes del resto de compañeros. No se trata solo de hablar. También de escuchar.

De todas formas, como comentaba la pasada semana, grandes números llevan a grandes errores, pero también a enormes éxitos. A un incremento exponencial de la red de contactos de docentes apasionados por aprender y por compartir sus experiencias. A la riqueza enorme de poder acceder a muchos trabajos de una factura e interés impresionante. A reconocer que la educación, como vemos con los Entornos Personales de Aprendizaje, tiene múltiples espacios en los que puede desarrollarse. Así pues, una semana más, os veo por mi PLE…

MOOC Educalab. Primeras impresiones

Hace una semana tenía conocimiento de la convocatoria del MOOC sobre Entornos Personales de Aprendizaje de Educalab y desde el primer momento he decidido participar activamente en él. Creo sinceramente que de todas las experiencias formativas se aprende y más cuando la expectación por este curso es tan grande. Más de 7000 profesores interesados en aprender acerca de la mejora de la tecnología en el aula, realizando muchos de ellos una experiencia similar por vez primera.

Desde el inicio estoy disfrutando intentando aportar un poco de ayuda a aquellos compañeros que se están iniciando en el complejo mundo de las tecnologías en el aula. Puede que por eso esté siendo mucho más activo de lo normal. Por eso o, posiblemente, porque echo tanto de menos ser profesor que cualquier excusa es buena para apuntarse a algo que, tras mucho tiempo, me está haciendo sentir en cierta medida como docente.

La experiencia tiene muchos puntos positivos. El curso, estructurado con una serie de unidades que a su vez incorporan la realización de tareas variadas, es un reto para que profes que jamás se habían lanzado a la aventura de hacer cosas en la red se atrevan a hacerlo. Y de que otros muchos que llevan años lidiando con ellas las compartan con sus compañeros y, en la medida de sus posibilidades, ayuden al resto del inmenso grupo. Indagar, colaborar, compartir, son partes fundamentales de cualquier proceso de aprendizaje. No sentirse solo y divertirse en el proceso, también. Y en gran medida el curso está cubriendo estos objetivos.

También podemos (y debemos) ser críticos. Muy aguda me parece la crítica de Jordi Martí, a quien no le falta razón al criticar que este curso es algo así como la reinvención de la rueda y que se muestra especialmente mordaz por la presencia del Ministerio de Educación, algo que iría en contra de la horizontalización pretendida con los entornos de aprendizaje personales.

Por mi parte la mayor crítica no vendría tanto por el planteamiento del curso en sí sino por la forma de entender su dinámica por parte de muchos participantes. Tal vez la información no haya sido clara, pero lo que podría ser un espacio de aprendizaje centrado en conversaciones y no en productos ha sido convertido por muchos alumnos en una mera publicación de los resultados de sus tareas. Cientos de nubes de intereses compartidas en Twitter, un sin fin de perfiles de Docente.me abiertos y republicados en la plataforma de debates del curso y usando el hashtag de Twitter. La plataforma de debates plagada con decenas de mensajes en los que solo participa una persona enlazando el resultado de la actividad realizada…

Parece que lo importante es demostrar que se ha realizado con prontitud la tarea propuesta y que se está preparado para la siguiente. Lo de menos es comentar la del compañero, criticarla, hacer objeciones o felicitarle por su progreso. Obviamente ante una avalancha tan inmensa de alumnos es difícil que todos estén alineados hacia ese objetivo, pero no puedo dejar de pensar que para muchos profesores lo importante sigue siendo el producto individual entregado (cuando no la calificación, sobre la que ya he leído varios mensajes preguntando sobre ella).

Estoy convencido de que la dirección del curso, todos fantásticos profesionales de la educación, están dándole vueltas al día a día del curso para lograr que el sentimiento de comunidad necesario en una acción de estas características se logre. Por mi parte seguiré intentando ayudar a todo aquel que tenga dificultades porque creo que, al margen de la crítica necesaria, la experiencia está resultando apasionante…

Un MOOC imprescindible: Educalab

Muchas veces soy crítico con los MOOC´s. Como participante en varias experiencias de cursos masivos, tanto en la función de facilitador así como en la de alumno, no siempre he encontrado las ventajas prometidas: aprender en comunidad, avanzar en compañía de otros, disfrutar por el mero hecho de conseguir incrementar el conocimiento.

Creo que el principal problema de los MOOC´s es que la mayoría de los alumnos eligen matricularse en ellos llevados por dos motivos: curiosear a ver qué es eso de lo que todo el mundo habla y obtener algún tipo de título o certificado. Las tasas de abandono son inmensas y los espacios de interacción acaban convirtiéndose en un inmenso erial.

Sin embargo la bondad de los cursos online masivos y gratuitos, cuando están bien planificados, no debería verse afectada por esto. Cuando la temática es interesante pero, especialmente, el interés de los participantes es elevado, el éxito puede estar casi garantizado. Por eso he visto con ilusión el lanzamiento del curso «Entornos Personales de Aprendizaje para el desarrollo de personal docente» de EducaLAB. En primer lugar por la seriedad que supone un curso dirigido por expertos como David Álvarez, Diego García y Clara Cobos. Solo el hecho de contar con ellos como facilitadores ya hace interesante la experiencia. Pero también por su temario, perfectamente balanceado en dos módulos y siete unidades que pasan revista a algunos de los aspectos más interesantes y críticos de la realización de un PLE.

El curso, además de contar con los espacios de interacción clásicos en una plataforma, puede escapar de los corsés de la misma, mediante el uso de otras herramientas. Comenzando por Twitter, verdadero magma de interacciones y capacidad de ayuda entre los participantes. Los hashtags #eduPLEmoc y #MentoresPLE están en ebullición desde hace unos días con decenas de profes (y no profes) dispuestos a aprender y a ayudarse entre si. Incluso la primera de las actividades, la creación de una «nube de intereses» y su publicación en Pinterest se ha convertido en un reto que, además de divertido, permite «cacharrear» con Tagxedo, una herramienta muy interesante para usar en clase.

Ganas de aprender, más de 5000 participantes ahora mismo, generación de una enorme comunidad de personas interesadas en conocer nuevas ideas para poder aplicarlas en su entorno de trabajo y mucha diversión. ¿Qué más se puede pedir? Todo está preparado para hacer de este curso un éxito rotundo. Y todavía está abierta la inscripción. El curso comienza el día 13 de enero. De forma que si te interesa… nos vemos allí!!!!

Tras un período de reflexión… Otro reto

Han sido bastantes meses en los que no he escrito ni una sola coma en este blog. Mi actividad en las redes sociales se ha ceñido fundamentalmente a Twitter, aunque en los últimos tiempos me he convertido también en un usuario bastante activo de LinkedIn. La red profesional me resulta cada vez más atractiva por la cantidad de personas interesantes que uno puede encontrar en ella. Todavía le falta mejorar el «aspecto social» para que al acceder a ella se observe algo más que una mera actualización de los contactos de cada uno. Y es que todavía existe poca interacción entre los participantes, al menos entre los españoles. Pero es una red social en la que me encuentro a gusto y a la que le sigo viendo un largo recorrido.

En estos meses desde mi vuelta de Bucaramanga he tenido que asumir (con mucho dolor) que la universidad española no tiene espacio para mi. Las universidades públicas suman a sus disparatados sistemas de contratación, viciados por la endogamia y el enchufismo, una crisis presupuestaria sin precedentes. La vía de entrada es, en el mejor de los casos, a través de puestos de Profesor Asociado, que esconden una precarización insultante un puesto de trabajo que debería ser digno: el de profesor universitario. Plazas en las que por sueldos miserables los aspirantes aceptan a pagarse ellos mismos la Seguridad Social (pocos asociados en Facultades de Educación conozco que trabajen para otra empresa, la verdad) y solucionan el problema de la falta de docentes. A eso se le suma la disparatada política de acreditaciones para las figuras de profesorado universitario. La creación de la ANECA y las correspondientes «Anequillas» en las comunidades autónomas y su labor de acreditación para los puestos de profesor universitario solo ha servido para poner un freno más a la carrera de los aspirantes. Da igual que hayas dado 3000 horas de clase, te faltarán JCR´s. Lo de menos es que tengas publicaciones, adolecerás en docencia. Es lo mismo haber acudido a mil congresos, seguro que no eres líder de un grupo de investigación… Y así hasta el infinito. La política de no acreditar a nadie para evitar una inmensa bolsa de aspirantes acreditados para unas plazas que no se van a convocar se ha convertido en un rodillo que hace tirar la toalla antes de intentarlo.

Durante este tiempo también he intentado acceder a la universidad privada. A fin de cuentas en ella he desarrollado más de 10 años de carrera académica. Pero la crisis también ha llegado a ellas. Sin olvidar que el nepotismo y el amiguismo, duramente sentido en mis propias carnes, igualmente convierte el proceso en una misión imposible.

En definitiva, tras casi seis meses de búsqueda infructuosa, me veo obligado a pensar que la universidad ha decidido cerrarme las puertas definitivamente. A mi y seguro que a muchos como yo. Es doloroso pensarlo pero inevitable asumirlo. Al menos la universidad tal y como está planteada en estos momentos. Inmersa en una crisis institucional, absorta en sus tradiciones y ajena a los cambios que se han producido en el mundo y que, lejos de haberla hecho más ágil y flexible, la mantienen en un anacronismo en el que lo que sigue primando es el privilegio, el clientelismo y la autoprotección ante todo lo que venga de fuera.

Uno podría pensar que estos son motivos para alejarse de la universidad definitivamente. Tal vez lo sean. Pero al mismo tiempo es una institución que creo que, con una profunda y completa revolución, que no reforma, debería ser uno de los pilares que hiciera cambiar a nuestro país. En una crisis como la que vivimos, la universidad debe cambiar al igual que lo están haciendo otras instituciones. El cambio no debe ser un mero maquillaje como el que lleva produciéndose desde la etapa de la Transición. Un maquillaje basado en la protección de los derechos adquiridos de una organización que pide mucho y ofrece poco. Un inmovilismo apoyado tanto por las propias instituciones universitarias como por las diferentes fuerzas políticas.

En este entorno se enmarca el trabajo de mi segunda Tesis Doctoral. En el de la gestión universitaria. En el de indagar acerca de los problemas que la universidad española tiene y buscar vías de solución que rompan radicalmente con lo que hasta ahora se ha hecho. Una Tesis que no necesito hacer pero que deseo con toda mi alma desarrollar. Una Tesis que, al igual que con la primera, no me permitirá trabajar en la universidad, pero que al menos logrará que pueda mostrar desde el punto de vista científico que la decadencia de universidad es algo más que una apreciación subjetiva. Y que soluciones hay. Siendo valientes para ponerlas en marcha.

En definitiva, a partir de hoy en Infoconocimiento escribiré menos de tecnología y de redes sociales y me centraré en ir publicando reflexiones y contenidos relacionados con la «cuestión universitaria». Dónde me llevará este viaje quimérico es algo imposible de averiguar. Pero desde luego las alforjas están preparadas para afrontarlo…

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