Colegiales… ¿mayores?

En los veranos de 1993, ´94 y ´95 tuve la ocasión de vivir en el Colegio Mayor Chaminade. Yo ya había terminado mi carrera pero por cuestiones profesionales acabé pasando allí largas temporadas y descubriendo un tipo de vida estudiantil que había pasado para mí desapercibida. Descubrí que, al menos en el «Chami», el ambiente de tolerancia, libertad y compromiso era impresionante. Pese a que el Patronato era el que regía la vida del Colegio Mayor, en el día a día eran los propios colegiales los que organizaban las actividades, inabarcables, tanto culturales, como estudiantiles o relacionadas con cualquier campo de actividad de lo que podríamos denominar «la cosa del pensar».

Colegiales que se ayudaban entre sí para afrontar los duros meses de verano estudiando e intentar sacar así las asignaturas que podían haber quedado pendientes. Colegiales que se habían conjurado para hacer jornadas de «Asilo Estudiantil» en la época de las absurdas novatadas que muchos Colegios Mayores obligaban a pasar a los nuevos chavales que no estaban dispuestos a ser torturados impunemente, por el hecho de ser su primer año. Colegiales que hablaban y discutían por todo y de todo, siempre en un entorno de cordialidad y franqueza.

Fueron años en los que aprendí a amar otra forma de entender la Universidad. Tan necesaria como la que había vivido yo, de casa a mi facultad, perdiéndome por el camino en interminables partidas de billar y cafés inacabables que nublaban los horarios. Años en los que tan sólo una cosa me resultaba incomprensible: que el «Chami» fuera un colegio «solo de chicos». Muchas veces pregunté la razón y siempre me encontré la misma respuesta. «Aquí las chicas entran cuando quieren (doy fe de que así era) pero otra cosa es que vivan con nosotros». Recuerdo, como si lo tuviera delante, a un granujiento y simpático colegial diciéndome, «lo que me faltaba es que mi novia quisiera ahora venirse a vivir conmigo…» No lo entendía, pero suponía que más pronto que tarde las cosas cambiarían, como así fue… en el «Chami»…

Hoy presuntos estudiantes, vividores en algún Colegio Mayor, no precisamente barato, la han emprendido a insultos y empujones con el Rector de la Universidad Complutense. Su reivindicación, quejarse de que tres Colegios Mayores, que dependen de la Universidad, vayan a dejar de segregar al otro sexo y convertirse en mixtos. Al margen del absurdo argumento, que me devuelve a aquellos años en los que escuchaba tales banales razones boquiabierto, lo más grave es la actuación contra el Rector. Contra la máxima institución universitaria. Demostrando de nuevo el «hooliganismo» que nos invade y que ya no escapa ni al ámbito de la Universidad.

Hubo una época pasada en la que los estudiantes de las universidades fueron la punta de lanza para que nuestra sociedad avanzase. Eran los depositarios del tiempo para leer, para reflexionar, para pedir cambios. Estaban orgullosos de ello y las sociedades, mucho o poco, cambiaron gracias a ellos. Reivindicaron cosas justas y muchas veces utópicas. Lucharon con la palabra y también en la calle, es cierto. Pero nunca perdieron la dignidad de sentirse Universitarios. Y lo lograron. O no. Es lo de menos.

Pero hoy estos niñatos que escupen a un Rector porque no quieren perder sus infantiles reglas son, o tontos útiles que hacen el juego a intereses ocultos, o simplemente «sisebutos» malcriados con licencia para, algún día, obtener un título universitario.

¿Son estos los universitarios que nos llevarán a avanzar en el primer cuarto del Siglo XXI? Por la salud del país en el que vivo y por el amor que tengo a la Universidad espero que tan sólo sean una triste anécdota, pero observando lo que ocurre de un tiempo a esta parte en las universidades públicas no puedo ser optimista, por más que lo intento…

And the winner is…

D. Fernando Galván, candidato elegido por los votos de 3.478 personas del total de 24.000 posibles votantes en la Universidad de Alcalá…

Uno se plantea muchas cosas, más allá del resultado y la persona elegida para guiar los destinos de la centenaria Complutense. Y desde luego la primera de ellas tiene que ver con la forma de entender la Democracia de nuestra comunidad universitaria. Especialmente en el ámbito de los estudiantes, los que permanentemente dicen que la Universidad debe darles la voz por tratarse ellos del grupo más numeroso e importante.

Algo ha de pasar en nuestra sociedad, de la que es reflejo la Universidad (o tal vez sea al contrario), cuando tan solo un 25 % del total de los electores decide participar, al menos con su voto, en la elección de la persona que va a ocupar la máxima responsabilidad académica y de gestión, en una organización, la universitaria, que día a día pierde prestigio.

Leemos con frecuencia informes de la baja calidad de las universidades españolas y solemos echar la culpa a los presupuestos, a la endogamia, a la vida acomodaticia de muchos. Pero tal vez sea momento de quitar las máscaras y decir alto y claro que ese modelo de elección de sus gestores, en unas entidades que pagamos todos, no tiene sentido.

La Ley Orgánica de Universidades sancionó un modelo basado en la democracia absoluta con un supuesto sufragio universal. Pero con estos datos (que no son atípicos en las universidades públicas españolas) deberíamos replantear las cosas. O eso, o seguir manteniendo eternamente un mastodóntico enfermo terminal subvencionado y ajeno totalmente a realidades de participación democrática.

Enhorabuena, Dr. Galván. El 14,50 % de los electores de la Universidad de Alcalá le han convertido en Rector. Mucha suerte…

4 de marzo de 2010, Elecciones en la Universidad de Alcalá

Mañana es el día. El momento en el que toda la comunidad universitaria de la Universidad de Alcalá acude a las urnas para elegir al Rector que guiará sus pasos los próximos cuatro años.

Tras una campaña dura, difícil, plagada de problemas y de discusiones, quedan las ideas, los programas, los candidatos y el futuro. Un futuro que debe llevar a la Universidad de Alcalá a convertirse en una de las mejores universidades públicas del mundo.

Por ello es necesario votar. Masivamente. Acudir a las urnas para participar en plenitud del espíritu de ser universitario. Votar en conciencia, en libertad y con el sueño cercano de hacer una Universidad diferente, cercana, competitiva, simplemente mejor.

No os quedéis callados. La Universidad de Alcalá necesita vuestro voto…

Esto es mío…

Es mío, mío y mío. Y si quieres verlo, paga. O mejor, no lo veas, ya que en cualquier caso seguro que yo no voy a ganar demasiado contigo…

Eso debe ser lo que piensan algunas compañías de discos y televisiones sobre su soterrada campaña eliminando vídeo clips de Youtube por infringir los famosos «Términos de Servicio». Vídeos grabados en muchos casos hace lustros, que es difícil ver en otro sitio que no sea Internet, subidos a la plataforma de vídeos de Google por usuarios que tienen la paciencia de digitalizar viejas cintas VHS y poner perlas olvidadas a disposición del que quiera acceder a ellas.

Pero muchas compañías de discos deben considerar que si no se gana dinero por derechos de autor, tampoco ha de permitirse el visionado de esos trabajos. Aplicando el mismo argumento que con las descargas «ilegales», se solicita a Google su retirada y son borrados de Internet, como si nunca hubieran existido, dejando a miles de personas sin la posibilidad de acceder a un contenido que tal vez acabe perdiéndose para siempre.

El árido debate de los derechos de autor crea polémicas complejas. La propia disquisición sobre lo que significan las descargas en Internet genera tantos ríos de tinta y tantos millones de líneas en la Red que casi no tiene sentido aportar una más. Pero ahora el ataque se hace de forma más sutil. Desaparece el contenido, sin más. Quién evita el riesgo evita la tentación.

Una máxima de la Gestión del Conocimiento, comúnmente aceptada hace años, es que la transmisión de conocimiento genera nuevo conocimiento. Si lo aplicamos al mundo de la música podríamos situarnos en un entorno en el que el hecho de poder acceder libremente a los vídeos musicales de todos los artistas generaría nuevas ideas, más posibilidades creativas, nuevos músicos que trataran de experimentar y, en definitiva, más creación artística y cultural expuesta en pentagramas. Pero la industria nunca ha estado interesada en la creación. Ni en la transmisión que no genere pingües beneficios.

Primero han sido las descargas de discos que, de otro modo, podrían haber permanecido en el olvido. Después los mensajes apocalípticos contra los que «asesinan» la música por descargarla de Internet. Ahora, con menos ruido, la batalla se centra en las plataformas de vídeo. Pero claro, ¿quién dijo que la industria de la música se haya preocupado alguna vez por transmitir el conocimiento?…