Finalmente, lo conseguí…

Han sido muchos años persiguiendo el sueño de ser Doctor. Hace 20 ya desde la primera vez que me planteé que quería llevar adelante un doctorado y tras múltiples vicisitudes, los últimos cinco años he trabajado en mi Tesis Doctoral sobre el uso de blogs y microblogs en el entorno educativo. Una Tesis que comenzó analizando las organizaciones empresariales y que finalmente acabó derivando al plano educativo universitario y que ayer llegaba a su momento final con la defensa pública en la Facultad de Informática de la Universidad Pontificia de Salamanca, campus de Madrid.

Hoy, feliz tras la defensa que no había llegado a imaginar en el mejor de mis sueños, por el cariño y las palabras que tuvieron conmigo todos los miembros del tribunal, quiero agradecer a tantas y tantas personas su apoyo y su cariño durante, no solo el día de ayer, sino durante todo este tiempo. En cualquier caso, gracias a las decenas de personas que me mandaron sus felicitaciones a través de Twitter o Facebook. Gracias a tantos amigos, muchos de ellos conocidos tan sólo a través de la red, que sentí cerca, muy cerca, y que llegasteis a emocionarme.

He decidido publicar la defensa, tanto las transparencias que utilicé como el audio de la misma, para todos, tanto para aquellos que puedan estar dudando si iniciar o no este largo proceso cuya satisfacción es imposible definir con palabras, como para los que me habéis acompañado a lo largo del mismo.

(Actualización: Gracias a Javier de Paul, gran compañero de CEPADE, ya tengo disponible el vídeo de la defensa)

Creación y transferencia de conocimiento mediante la utilización de tecnologías Web 2.0. TESIS DOCTORAL D. Fernando Checa. from CEPADE-UNIVERSIDAD POLITÉCNICA on Vimeo.

De nuevo, una vez más, a todos, gracias de corazón por vuestro apoyo, vuestros ánimos y vuestras felicitaciones.

Soy Profesor!

Los últimos meses apenas he tenido tiempo o ganas de escribir en Infoconocimiento. Por un lado el eterno proceso de lectura de mi Tesis Doctoral me ha dejado «vacío» en cierto sentido (Afortunadamente en ocho días ese tema quedará zanjado…), y por otro lado la inmediatez de Twitter y su embrujo ha hecho que cada vez use más la red del pajarito azul.

Twitter tiene millones de usuarios y su crecimiento sigue asombrando. Cada vez que intento explicarle a alguien en qué consiste su embrujo me pierdo en batallas que tal vez finalmente aporten poco al mensaje final. He reflexionado especialmente los dos últimos días sobre ello. Me hizo repensar esa aplicación doscerril la reunión de profes usuarios de Twitter del pasado fin de semana en Madrid. El concepto inicial era sencillo: profesores de toda España apasionados con dos ideas: la educación y la tecnología. Todos nos conocemos gracias al uso de la simple aplicación que permite lanzar ideas en 140 caracteres y todos trabajamos intentando aportar una visión distinta a la educación.

Juan Carlos, Javier y Bernabé fueron en buena medida los impulsores de ese encuentro. Pero todos participaron desde su inicio con igual ilusión. No había por debajo un objetivo de negocio, ni tan siquiera de mostrar a la comunidad docente o investigadora nuestros trabajos. No era un congreso ni un evento. Tan sólo una convocatoria con intención de conocernos y pasarlo bien.

Y vaya si lo pasamos bien. En grande, diría más bien. Cerca de 40 profes paseando por las calles de Madrid quitándonos la palabra mientras bromeábamos sobre como la tecnología había llegado a unirnos. Mientras aprendíamos unos de otros. Profes de todas partes de España. De todas las disciplinas. Caminamos, comimos, bebimos, reímos y, por supuesto, twitteamos. Hablamos de tecnología y de cacharritos pero especialmente pusimos en común algo que nos une por encima de todo, la pasión por la enseñanza, esa digna profesión que debería tener un prestigio que se nos niega tantas veces. Y lo hicimos sabedores de que el profesorado está cambiando. Tal vez poco a poco. Demasiado lentamente, posiblemente. Pero inmerso en una corriente sin fin por la que incluso nosotros nos sentimos a veces sobrepasados.

Tras las horas compartiendo conversaciones no restringidas a 140 caracteres tuvimos que volver a nuestro día a día. Pero ahora, cuando miro mi Timeline lo hago esperando ver un mensaje de cualquiera de esos amigos con un avatar potachovizado, y mi TweetDeck vibra cada vez que se lanza el hashtag #quedadaMadrid. Y es que por encima de todo, lo que el sábado dejó en mi ánimo fue una sensación de orgullo y de no sentirme solo. De ser parte de una inmensa familia. Una sensación de ser feliz por lo que soy…

Colegiales… ¿mayores?

En los veranos de 1993, ´94 y ´95 tuve la ocasión de vivir en el Colegio Mayor Chaminade. Yo ya había terminado mi carrera pero por cuestiones profesionales acabé pasando allí largas temporadas y descubriendo un tipo de vida estudiantil que había pasado para mí desapercibida. Descubrí que, al menos en el «Chami», el ambiente de tolerancia, libertad y compromiso era impresionante. Pese a que el Patronato era el que regía la vida del Colegio Mayor, en el día a día eran los propios colegiales los que organizaban las actividades, inabarcables, tanto culturales, como estudiantiles o relacionadas con cualquier campo de actividad de lo que podríamos denominar «la cosa del pensar».

Colegiales que se ayudaban entre sí para afrontar los duros meses de verano estudiando e intentar sacar así las asignaturas que podían haber quedado pendientes. Colegiales que se habían conjurado para hacer jornadas de «Asilo Estudiantil» en la época de las absurdas novatadas que muchos Colegios Mayores obligaban a pasar a los nuevos chavales que no estaban dispuestos a ser torturados impunemente, por el hecho de ser su primer año. Colegiales que hablaban y discutían por todo y de todo, siempre en un entorno de cordialidad y franqueza.

Fueron años en los que aprendí a amar otra forma de entender la Universidad. Tan necesaria como la que había vivido yo, de casa a mi facultad, perdiéndome por el camino en interminables partidas de billar y cafés inacabables que nublaban los horarios. Años en los que tan sólo una cosa me resultaba incomprensible: que el «Chami» fuera un colegio «solo de chicos». Muchas veces pregunté la razón y siempre me encontré la misma respuesta. «Aquí las chicas entran cuando quieren (doy fe de que así era) pero otra cosa es que vivan con nosotros». Recuerdo, como si lo tuviera delante, a un granujiento y simpático colegial diciéndome, «lo que me faltaba es que mi novia quisiera ahora venirse a vivir conmigo…» No lo entendía, pero suponía que más pronto que tarde las cosas cambiarían, como así fue… en el «Chami»…

Hoy presuntos estudiantes, vividores en algún Colegio Mayor, no precisamente barato, la han emprendido a insultos y empujones con el Rector de la Universidad Complutense. Su reivindicación, quejarse de que tres Colegios Mayores, que dependen de la Universidad, vayan a dejar de segregar al otro sexo y convertirse en mixtos. Al margen del absurdo argumento, que me devuelve a aquellos años en los que escuchaba tales banales razones boquiabierto, lo más grave es la actuación contra el Rector. Contra la máxima institución universitaria. Demostrando de nuevo el «hooliganismo» que nos invade y que ya no escapa ni al ámbito de la Universidad.

Hubo una época pasada en la que los estudiantes de las universidades fueron la punta de lanza para que nuestra sociedad avanzase. Eran los depositarios del tiempo para leer, para reflexionar, para pedir cambios. Estaban orgullosos de ello y las sociedades, mucho o poco, cambiaron gracias a ellos. Reivindicaron cosas justas y muchas veces utópicas. Lucharon con la palabra y también en la calle, es cierto. Pero nunca perdieron la dignidad de sentirse Universitarios. Y lo lograron. O no. Es lo de menos.

Pero hoy estos niñatos que escupen a un Rector porque no quieren perder sus infantiles reglas son, o tontos útiles que hacen el juego a intereses ocultos, o simplemente «sisebutos» malcriados con licencia para, algún día, obtener un título universitario.

¿Son estos los universitarios que nos llevarán a avanzar en el primer cuarto del Siglo XXI? Por la salud del país en el que vivo y por el amor que tengo a la Universidad espero que tan sólo sean una triste anécdota, pero observando lo que ocurre de un tiempo a esta parte en las universidades públicas no puedo ser optimista, por más que lo intento…

Somos malos, muy malos…

…»Los internautas», es decir esos 19 millones y medio de personas que según el EGM usamos a menudo la Red en España, somos similares a los cazadores y empresas que matan focas a estacazos. O peor aun, en la era en la que se discute sobre si volver a las centrales nucleares, nosotros somos casi 20 millones de Chernobiles digitales, prestos a acabar con la inteligencia y la creación. Somos el mal absoluto, el que llevará a nuestro país a caer de nuevo en el atraso de épocas oscuras de espadas y brujos, donde los Creadores morirán aplastados por nuestros robos y pillajes… No, no estoy comenzando una novela de ciencia ficción sino interpretando el enésimo ataque contra Internet del Sr. Javier Marías. Un escritor que pese a publicar un blog y poder ser leído digitalmente en sus columnas vociferantes de El País, manifiesta que no tiene un ordenador. Tal ver Javier Marías tiene un grupo de becarios que se encargan de pasar al mundo digital sus hábiles escritos, salidos de su pluma justiciera, sin recordar que eso, ayer y hoy se denomina en el argot «usar negros». Como quiera que sea, Don Javier vuelve a las andadas, atacando ciegamente que la distribución de contenidos en Internet sea asaltada por los ladrones y sinvergüenzas que pululan la red. Los primeros de ellos tal vez esos presidentes que él cita alegremente. Ya se sabe que para ser un escritor con aire maldito hay que zurrar a propios y extraños, aunque se haga sin ningún sentido común ni medida. Dice el bueno de Marías que el arte y la cultura van a desaparecer porque las descargas «ilegales» empobrecerán tanto a los creadores que les llevarán a abandonar el excelso camino de inspirarnos e iluminarnos con su creatividad

.

Días estos en los que se habla permanentemente del libro electrónico. Creo que tan brillante escritor observa las agujas del reloj de su casa aterrado, pensando en cuántas personas dejarán de leerle pagando, para robarle y por qué no, plagiar su maravillosa obra. Lo de menos es ofrecer un panorama que muestre el enriquecimiento tangible y real que ha producido Internet. Y la compartición. Sí, Señor Marías. Miles de creadores ponen a disposición de esos asesinos de ancianitas sus trabajos y no por ello dejan de llevar adelante su vena creativa. Miles de músicos, cientos de escritores y decenas de cineastas se han dado cuenta de que el mundo que usted pinta, con su verbo fácil y cómodamente asentado en el periódico «más vendido», es precisamente el que viven. En el que los llamados derechos de autor no dan para comer. En que las puertas se cierran en sus narices por no ser los «popes» de la cultura que usted pretende defender. En el que las subvenciones catadas por los de siempre hacen que ellos se vean como apestados. Hay otros modelos, otras formas de hacer las cosas. Pero ¿no será que aterra ser desplazado de los anaqueles de la librería de moda? Pero el Señor Marías lo tiene claro muy claro y como tal nos ilustra a nosotros, viles delincuentes: Es necesario normalizar, prohibir, perseguir, censurar, para evitar caer en un «modelo soviético». Vaya, es curioso como uno cuando vomita cuatro letras y estas se juntan acaban mostrando lo que desea su inconsciente. Don Javier, ya ha clamado usted contra los ordenadores por arrinconar a la tradición, contra las descargas por empobrecer a los ricos, contra los blogs, por usurpar el papel de los tocados por las musas… Desde aquí le propongo que siga usted con su cruzada. Desde que un cantante relacionado con las frituras de pollo desapareció de la escena berreadora ésta necesitaba un líder. Incluso me atrevo a proponerle un próximo tema: clame contra los podcasts, esos lamentables audios que algunos suben a Internet y que despistan a los ciudadanos de pro de ágiles e ingeniosos tertulianos. ¿Que no sabe que es un podcast? No se preocupe, seguro que alguno de sus negros colaboradores puede explicárselo…

Culturas Innovadoras

Tengo muchos amiguetes, algunos amigos y pocos Grandes Amigos, con mayúscula. Uno de ellos es Juan Carrión, al cual conocí allá por 2001 y que es en buena parte culpable de que hoy pueda disfrutar de mi trabajo. Todavía recuerdo el día que me animó a que retomara el Doctorado en la UPSAM y cómo en buena medida él fue el que hizo posible que me incorporara a su claustro de profesores.

Juan es uno de los mejores oradores que conozco. Creo que con pocas personas me lo paso tan bien en una conferencia, pero si es bueno hablando, creo que es mucho mejor escribiendo. Su anterior libro, Organizaciones Idiotas Vs Organizaciones Inteligentes debería usarse como manual obligatorio en cualquier escuela de negocio, incluso en cualquier facultad de empresariales. Acido, mordaz, pero estructurado hábilmente para no convertirse en una mera enumeración de la estulticia empresarial, sino basado en modelos teóricos, a veces conocidos, pero poco aplicados.

En estos días se edita «Culturas Innovadoras 2.0«, donde vuelve a analizar los problemas clásicos de las organizaciones: el aprendizaje, el liderazgo (o la falta del mismo), la innovación y el miedo a la misma. Este es un momento de retos. Un momento en el que las empresas han de buscar nuevos caminos si quieren reinventarse. O mejor aun, crear desde cero un mundo organizacional que parece que toca a su fin. Y el poder contar con una nueva obra de un autor incisivo como él es una gran alegría.

Mañana Juan presenta el libro en la Escuela de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid, y más allá de saraos «doscerriles» que poco aportan a la situación empresarial actual, este puede ser un momento excelente para indagar sobre posibles soluciones que rompan temores, que sean valientes y que resulten efectivas.

Un evento de los que vale la pena no perderse, por poco mediático que pueda ser…

A las barricadas!!!!

Hubo un tiempo en que me picó la política universitaria. Eran los días en los que estaba a punto de terminar la carrera, en otro siglo. Tras cuatro años estudiando y jugando al billar a diario (tal vez debería cambiar los factores) me había convertido en el «pepitogrillo» de la clase y lo uno llevó a lo otro. Acabé siendo el delegado del grupo, el representante en el Departamento, en la Junta de Facultad, en el Claustro y, finalmente, el flamante Presidente (con mayúsculas y retrato) del recién creado Consejo de Estudiantes.

Por aquel entonces en Alcalá nos peleábamos para ver quién era más importante. Los de Filosofía lo teníamos muy claro. Por supuesto nosotros, que pensábamos… Los de empresa también: ellos, que servían de motor económico… Y los de la Politécnica, bueno, ellos hablaban raro, de códigos extraños que ni Dios entendía y que lógicamente, les hacía los más importantes…

Finalmente, gracias a la conjunción de Plutón con la casa de Osiris en su tercer ascendiente nos pusimos de acuerdo. Montamos un Consejo de Estudiantes. Ya servíamos para algo. Podíamos reivindicar. Luchar. Hacer nuestro particular 68´. Poner los derechos de nuestros representados sobre la mesa. Y así lo hicimos. Con un tal Rubalcaba que comenzaba a aparecer en el Ministerio de Educación, que a fuerza de darle la murga nos cedió unas migajas de aquello por lo que habíamos amenazado con la Revolución. Un dinerillo que se embolsaron las universidades a costa de lo que, aquellos que armados de palestino y verborrea y con los lomos crujidos a pelotazos ,»habíamos logrado».

Y de paso nos colaron un cambio. Una cosa que se llamaba «crédito». Algo así como la moneda de cambio de 10 horas de clase. Una novedad que nos iba a hacer más listos, más altos, más fuertes (o tal vez ese no era el orden…) Dio igual. Nuestra revolución, basada en luchar porque el hijo del obrero pudiera ser Ingeniero, estaba hecha… o no…

Hoy nos enfrentamos al Espacio Europeo de Educación Superior. Con ese nombre más vale acortarlo en «lo de Bolonia». Y los pañuelos palestinos vuelven a las calles. Y es que, como todo el mundo sabe, «eso de Bolonia» es que la Universidad se privatice. Que el hijo del obrero ya no pueda ser Graduado. Que la tortura de soportar a un profesor en un aula se multiplique hasta las 40 horas a la semana. Y sobre todo que se metan con «La Universidad». Se sale a la calle y se protesta. Sembrando dudas en un alumnado absolutamente ajeno a «esas películas» más allá de poder perder un jueves por la mañana yendo de «mani».

Y la lástima es que, en el fondo, los alumnos no participan en la creación del nuevo sistema. Puede argumentarse que no se cuenta con ellos, pero pocas veces asisten a reuniones preparatorias, aportan propuestas para mejorar «lo impuesto» desde arriba. Las revoluciones pueden ser divertidas o aburridas, y parece que esa es la parte más aburrida de todo.

Afortunadamente hay algunos estudiantes (aunque sean de postgrado) que parecen tener las ideas más claras. Y el trabajo de Francec Esteve va en esa línea. Me ha parecido estupenda su presentación sobre el EEES en el marco de unas jornadas de participación estudiantil de la Jaume I. Por ello no quería pasar la oportunidad de insertarla aquí.

Indagar, investigar, hacer propuestas, discutir, y volver a trabajar, a indagar y a seguir haciendo propuestas. Más allá de panfletos y de barricadas de jueves por la mañana. Soy cada día más mayor, sí. Pero sigo soñando con representantes estudiantiles que intentan hacer las cosas mejor, y trabajos así me hacen recuperar una fe, nunca perdida del todo…

1 2 3