Un podcast político, un político de calidad

La otra tarde, volviendo de clase, llevaba la radio puesta, el programa La Ventana de la Cadena Ser, y me encontré escuchando una entrevista a Manuel Marín, el Presidente que ha sido del Congreso y que abandonará la política tras las próximas elecciones. Me pareció una entrevista absolutamente deliciosa, especialmente por la forma de hablar de Marín, por lo que dice y por cómo lo dice.

Hay momentos realmente emotivos y cuando terminaba de escucharla me propuse colgarla en Blogocosa en cuanto estuviera disponible. Realmente vale a pena. La primera parte del podcast es una revisión de algunos políticos que abandonan, como Labordeta, pero de verdad, a partir de la entrada del Sr. Marín, o como él prefiere que le llamen a partir de ahora, de Manolo, es tan cercana, tan interesante, que creo que más allá de ideologías políticas, merece la pena escucharla. Ojala todos los políticos fueran así…

Debates en Internet

Al menos un debate sería necesario que nuestros candidatos se atrevieran a realizar en Internet. Me parece una iniciativa muy interesante la que se está planteando y que yo también quiero apoyar. Tanto el Presidente, Rodríguez Zapatero como Rajoy se están moviendo al entorno de la Web 2.0 y ya no resultan infrecuentes los blogs dirigidos por las dos fuerzas políticas más votadas de nuestro país, los perfiles abiertos en Facebook o incluso los escarceos en el (cada día más aburrido) mundo virtual SecondLife.

Por un debate en internet

Internet lo ha cambiado todo. Millones de españoles pasamos nuestras horas de trabajo y de ocio frente la pantalla de un nuevo mundo, y nuestros futuros gobernantes podrían aprovecharlo. Eso sí que sería una buena adaptación a la Sociedad de la Información.

Podéis solicitarlo haciendo Clic en la imagen o Aquí Mismo.

Comercio Electrónico 0.5

Día 5 de enero. Día de caos para los caóticos como el que suscribe. Para los que esperamos al último momento y para los que los regalos de Reyes acaban suponiendo una pesadilla del último momento. Aun así, siempre existe Internet. Y qué mejor que solucionar el regalo de mis queridos progenitores con un par de entradas para la ópera. Sí, ese espectáculo culto que mola regalar, aunque yo prefiera otro tipo de sonidos que no tienen nada que ver con dichos gorgoritos.

Tras revisar las diferentes opciones encuentro que La Traviata, la clásica ópera de Verdi, se representará la próxima semana en Madrid y que es posible hacer la compra on line a través de Entradas.com. Pues nada, en seguida está solucionado el problema y al menos mis queridos padres tendrán un regalo «de experiencia» de esos que tanto se llevan hoy.

Paseo y cañas. Y tras ellas parada en un cajero de Caja Madrid para imprimir las 2 entradas cuando surge el problema. El dispensador se queda sin tinta a mitad de impresión de la primera entrada, ticket que no llega ni a aparecer. Lo intento en otro cajero y sólo consigo imprimir una de ellas. La otra, supuestamente, ya está en mi poder.

Como no quiero ser el responsable de una crisis matrimonial, tras 40 años de feliz convivencia, mi tensión es horrible. Ummm, hay un teléfono, 902 para más señas, en el cajero. Rápida llamada con tres minutos de espera para recibir la contestación temida: «llame Ud. a esos señores y cuénteles el problema».

Segunda llamada, en este caso a los vendedores on line. Otros dos o tres minutos de espera y volver a contar lo mismo: «Mira, tengo una entrada pero he pagado 2. Las necesito para hoy. Mañana es Reyes, por favor, AYUDA». y ahí comienza la pesadilla: «pues no podemos hacer nada» «Váyase Ud. a la taquilla y proteste». «Resucite a Verdi y que le toque La Traviata en su casa» es lo que ha faltado para poner la guinda.

Nuevas llamadas, una, dos, tres, y hasta cuatro, a los estupendos 902, esos que un buen día se crearon para hacer compartir los costes entre la empresa y el cliente y, finalmente, tras protestas, amenazas con las plagas de Egipto y con quemarnos a lo bonzo frente a su sede, cinco horas después, ya tengo solucionado el problema y mi regalo de reyes a salvo en casa.

Ahora bien, ¿y si en vez de ser yo, y con la ayuda maravillosa de alguien que no deja que la pisen, hubieran sido mis padres? ¿6 llamadas a un 902? ¿Cabreos, gritos, una comida echada a perder? ¿Y todavía hablamos de web 2.0? Pues en el Comercio Electrónico seguimos en cuarto y mitad…

(Juro que pensaba publicar el nombre y apellidos del señor de entradas.com, que con una absoluta falta de comprensión y de tacto nos ha atendido. Pero dado que el espíritu de los magos de oriente me embarga, lo dejaré para ponerlo en la reclamación que pienso hacer en atencionalcliente@entradas.com. Afortunadamente en Caja Madrid me han vuelto a demostrar que la estulticia no tiene tanto que ver con las empresas sino con quienes trabajan a veces en ellas)

The canon my friend…

… is blowing in the wind. Maravilloso post de Javier Capitán en un día triste para la libertad. Sí, lo digo bien alto, y lo escribo: visto que según la SGAE y sus abrazafarolas políticos, tergiversadores y demagogos culturetas, para salvar a los creadores hemos de pagar un canon, yo pagaré…


…Para aumentar la capacidad de memoria de mis dispositivos y poder descargar en ellos más discografías completas de artistas de medio pelo, todas las películas infames del cine español sin gastarme un céntimo en meterme en una sala, para instalar programas P2P en todos mis ordenadores.

Y por supuesto animaré a todo el mundo a que haga lo mismo: No os compréis un disco. No vayáis al cine. No tiréis vuestro dinero en esa bazofia creativa. Sed piratas. Sed filibusteros. Acabemos con esa «cultura» que pretenden proteger. A lo mejor así conseguimos que la CULTURA con mayúsculas sobreviva, sin popes ni recaudadores…

Eres profesor de un curso on line… con 600 alumnos!

Llevo 15 años en la formación y la mitad de ellos compatibilizando formación presencial y formación on line. Mucho tiempo para haber visto casi de todo, aunque lógicamente siempre surgen cosas nuevas, retos y, como no, problemas.

El último curso en la modalidad de e-learning en el que he participado como profe-tutor comenzó como tantos. Llamada para hacerme la propuesta de participación, reunión preparatoria, y allí, la sorpresa: tendrás a más de 500 alumnos en el aula virtual. Por supuesto, como uno es un machote pone cara de circunstancias, esa típica del «me hago cargo» y sueltas el consabido, «bueno, no es un aula presencial, así que seguro que sale bien».

Y bien ha salido, pero a costa de la dureza inherente a un número de alumnos tan inmenso. Creo interesante escribir aquí algunos aspectos que tal vez ayuden al que le pase algo similar.

Primer problema. «Yo soy yo… y mis circunstancias», es decir, el perfil de los alumnos. Módulo de Internet. Vaya, ya sabes, explicar como funciona un navegador, un buscador, el mail… Algo «chupado» para quien lleva más de una década en Internet. Seguro que lo haces bien. Aunque al encontrarte alumnos en el aula que podían haber inventado Internet al tiempo que Vint Cerf la cosa comienza a convertirse en compleja. Y más si junto a ellos comparten pupitre virtual otros que están descubriendo qué leches es eso de la arroba. Solución: presencia permanente en el Aula Virtual. Proponer nuevos temas que superen la documentación. Sumarse a todas las discusiones. Tratar de mantener un equilibrio entre los alumnos más avanzados y los rezagados. Y ante todo ser asertivo. Hay mucha gente que sabe más que tú.

Segundo problema. «¡Ruido!». Decenas de mensajes, muchos de ellos repetidos o sobre la misma cuestión. Especialmente en los primeros momentos del curso. Aula Virtual repleta de nuevos temas que asustan nada más verlos. Solución: presencia permanente en el Aula Virtual. Especialmente los primeros días, para tratar de reconducir los debates repetidos a un único espacio de discusión. Trabajo a través de privados para tranquilizar a los que sienten como se pierden antes de empezar.

Tercer problema. «Esto va a pedales». La tecnología avanza, pero nunca será perfecta. Los tiempos de espera se suceden y frustran a cualquiera. Solución: paciencia y de nuevo ser positivos. Intentar que algo enervante se convierta en anecdótico. Intentar hacer que valga la pena esperar. ¿Puede hacerse sin sufrir los mismos problemas estando en el Aua?

Cuarto problema. «Ains, no tengo tiempo». El genérico de los cursos en la modalidad de e-learning. No aparecen telarañas ya que 600 alumnos son muchos, pero si observas con detenimiento los que participan son siempre los mismos. ¿Y los demás? Los que Lurkean también aprenden y es perfectamente válido (a fin de cuentas ¿quién no ha dejado discutir a otros con el profe prefiriendo mantenerse expectante?) Aun así, muchos «faltan a clase». Solución: Trabajo en el ámbito de la coordinación. Teléfono y más teléfono. Mails de recuerdo, de ánimo. La presencia del curso tiene que hacerse más allá del campus virtual.

Quinto problema. «La bomba incendiaria». Un buen día aparece un debate que es mal entendido. En minutos la bola de nieve crece y lo que va sobre la seda se convierte en rencores virtuales y palabras agrias. Solución: Agua cuanto antes. En privado y desde la coordinación, comprensión y cierre del problema. Y de nuevo presencia en Aula Virtual. Debatamos sobre lo realmente importante, y seamos divertidos. ¿No nos gustan los chistes en una clase? Si son tan necesarios como lo que nos cuentan, supuestamente serio 😉 …

Sexto problema. «Seguro que lo entienden y sacan un 10». Llegan las evaluaciones y los estudiantes vuelven a ser eso, alumnos temerosos de no conseguir sacar buena nota. Tú preparas una evaluación que evite el «Pinta y Colorea», la revisas mil veces y cuando comienza el período de evaluación te das cuenta de que debías haberla revisado al menos mil y una veces. Errores en el cuestionario o preguntas mal formuladas. Claro, a quién se le va a ocurrir mandar 25 megas por correo electrónico en un fichero anexo. Así que planteas de forma taxativa una pregunta para que todos digan que no se puede. Y una vez más te equivocas. ¡Claro que se puede! Hacerlo es una barbaridad, pero se puede y tu no preguntas si hacerlo va contra toda lógica. Y no es el único error. De forma que el 10 esperado se convierte en un 8 o en un 6 o en un miserable aprobaducho. Ahora ya no son estudiantes satisfechos de haber pasado una prueba sencilla, sino adultos cabreados que se sienten engañados y ejercen su derecho a la protesta. La «bomba incendiaria» queda pequeña. Comienzan las «Guerras clon», por la cantidad de veces que se repite el mismo mensaje en tema tras tema. Solución: asumir los errores. En público y en privado. Las veces que hagan falta. Aprender internamente para que no vuelva a ocurrir pero sobre todo trasladar a los participantes que lo importante no es el resultado del cuestionario. Que el aprendizaje está más allá de la medición con 10 preguntas de un test.

Séptimo problema. «Adiós con el corazón». Han pasado 3 semanas y sientes que llevas toda la vida metido en un mundo virtual. Es momento de cerrar el curso y dar paso a otro. ¿Problema? Será en todo caso el alivio. Ummm… si, aunque ¿y ahora como sustituyo yo el mono de la discusión virtual?

Así, a bote pronto. Sin ánimo de teorizar sobre el tema. Simplemente de analizar las vivencias rápidamente. Volvemos al principio. Muchos años dedicándome a la formación. Disfrutando con ella. Y siendo consciente de que tanto presencial como a través de Internet es una droga, dura y dulce a la vez…

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