Esto es mío…

Es mío, mío y mío. Y si quieres verlo, paga. O mejor, no lo veas, ya que en cualquier caso seguro que yo no voy a ganar demasiado contigo…

Eso debe ser lo que piensan algunas compañías de discos y televisiones sobre su soterrada campaña eliminando vídeo clips de Youtube por infringir los famosos «Términos de Servicio». Vídeos grabados en muchos casos hace lustros, que es difícil ver en otro sitio que no sea Internet, subidos a la plataforma de vídeos de Google por usuarios que tienen la paciencia de digitalizar viejas cintas VHS y poner perlas olvidadas a disposición del que quiera acceder a ellas.

Pero muchas compañías de discos deben considerar que si no se gana dinero por derechos de autor, tampoco ha de permitirse el visionado de esos trabajos. Aplicando el mismo argumento que con las descargas «ilegales», se solicita a Google su retirada y son borrados de Internet, como si nunca hubieran existido, dejando a miles de personas sin la posibilidad de acceder a un contenido que tal vez acabe perdiéndose para siempre.

El árido debate de los derechos de autor crea polémicas complejas. La propia disquisición sobre lo que significan las descargas en Internet genera tantos ríos de tinta y tantos millones de líneas en la Red que casi no tiene sentido aportar una más. Pero ahora el ataque se hace de forma más sutil. Desaparece el contenido, sin más. Quién evita el riesgo evita la tentación.

Una máxima de la Gestión del Conocimiento, comúnmente aceptada hace años, es que la transmisión de conocimiento genera nuevo conocimiento. Si lo aplicamos al mundo de la música podríamos situarnos en un entorno en el que el hecho de poder acceder libremente a los vídeos musicales de todos los artistas generaría nuevas ideas, más posibilidades creativas, nuevos músicos que trataran de experimentar y, en definitiva, más creación artística y cultural expuesta en pentagramas. Pero la industria nunca ha estado interesada en la creación. Ni en la transmisión que no genere pingües beneficios.

Primero han sido las descargas de discos que, de otro modo, podrían haber permanecido en el olvido. Después los mensajes apocalípticos contra los que «asesinan» la música por descargarla de Internet. Ahora, con menos ruido, la batalla se centra en las plataformas de vídeo. Pero claro, ¿quién dijo que la industria de la música se haya preocupado alguna vez por transmitir el conocimiento?…

Aula… 1.0

Un año más llega a Madrid la feria del estudiante y la oferta educativa. Un año más AULA convierte un pabellón de IFEMA en un patio de colegio en el que cientos de chavales pululan entre stands de centros educativos buscando el boli gratis, los caramelos o el escapulario para el móvil. Cargados con inmensas bolsas llenas de folletos que irán de forma inmisericorde a la basura y un año más los orientadores de los centros recorren los stands recopilando papelería (algunos de ellos, afortunadamente minoritarios, exigiendo con no demasiadas buenas formas que el material preparado para los orientadores sea especial y que tenga «algún obsequio» por su trabajo).

Suelo visitar la feria todos los años, para salir de la misma absolutamente frustrado. Cada año el volumen de expositores es menor, abandonando el «sarao» ante su falta de resultados y prefiriendo invertir en otras acciones de comunicación, más cercanas como las visitas a los centros, o más más «sonoras» como campañas en los medios de comunicación. Pero todavía colea como un reducto del siglo pasado.

Pasar por AULA es enfrentarse al erial del marketing ombliguista. Enormes espacios en los que el ruido es ensordecedor, en los que mantener una conversación mínimamente interesante con un responsable de un centro es casi imposible y en los que el marketing promocional en su versión más cutre y chusca se convierte en el principal protagonista.

Comprendo que la chavalería disfruta con AULA. Para muchos (la mayoría) es un día de excursión. Divertido y sin mayores pretensiones. Sus profesores y orientadores recorren con paciencia los espacios de las universidades viendo más de lo mismo, recuperando una información que no ha cambiado, ni en contenido ni en la forma de presentarse, en los últimos 15 años.

Hablamos mucho de la Escuela 2.0, del uso de las tecnologías en el aula, de nuevas propuestas de valor de las organizaciones, utilizando los nuevos entornos de comunicación y colaboración. Pero ir a AULA nos hace darnos de bruces con la realidad más abrupta: nada cambia.

¿Tiene sentido AULA en estos tiempos? Desde el punto de vista del Marketing creo que no. No se si fue Peter Drucker el que dijo que el Marketing era demasiado importante como para dejárselo al Departamento de Marketing, pero cuando hablamos de Marketing Educativo esa reflexión se nos presenta en toda su crudeza. Tal vez algunos responsables de captación de alumnos pasan el año preparando su estancia de una semana en IFEMA. A lo mejor algunos orientadores de bachillerato o secundaria no son capaces de saber las opciones existentes para sus alumnos sino les dan una tonelada de papeles. Posiblemente no sea de recibo eliminar la pertinente excursión a un recinto ferial de los chavales tras la tensión de la última evaluación. Pero si todo eso pretende mostrar el camino a seguir por los centros educativos respecto a la relación con sus futuros»clientes» en el nuevo milenio no es difícil entender como les va a algunos centros en lo que respecta a la captación de nuevos alumnos.

Ah, es verdad, que la universidad está cambiando… dicen….

Internet @amordazado

Llevo usando Internet desde 1992, cuando sólo éramos cuatro colgados los que nos comunicábamos a través de esa cosa rara que tenían los americanos. He visto aparecer la Web y he vivido las guerras de los estándares, de los navegadores, la aparición de la «Nueva Economía» y el reventón de las punto com. He asistido al nacimiento de la Web 2.0 y me gano la vida contando mentiras sobre las bondades de la Web Social. Mentiras enormes que mis alumnos escuchan unas veces sorprendidos y la mayor parte de las ocasiones escépticos. Que Internet cambia el mundo, que permite mayor libertad, que miles de personas colaborando logran mucho más que un solo individuo peleándose contra gigantes.

Y en paralelo he vivido el ascenso de una idea perniciosa sobre la libertad y el poso que dejó en millones de personas. La idea, que supera los conceptos políticos, sociales y económicos, de que el mercado se regula por sí solo. Esa entelequia falsa que nos ha llevado, de nuevo, a una crisis que afecta a los de siempre, a los que no se prejubilan con millones de euros, a una pérdida de ideas claras, a un no saber qué hacemos aquí hasta que nos lo diga alguien ¿quién? ese mercado maravilloso ejemplificado por el líder del año. Da igual, para qué vamos a regular si el «buenismo» del entorno lo hará por nosotros. Tanto fuera de la Red como dentro de ella.

He disfrutado pudiendo acceder a contenido que eran inimaginables hace 10 años. Y lo sigo haciendo. A diario. Para mi la Red todavía es el mayor espacio de libertad en el que jamás he vivido. Soy un ingenuo compulsivo. ¿Realmente Internet es libre? ¿Es cierto que vale todo?. Por supuesto, para los que dominan las industrias tradicionales, Internet es una amenaza. Y buscan su control. Da igual que sigan adorando dioses muertos hace años. Son los que mandan y lo de menos serán los Manifiestos ante cuestiones injustas. Debe ser la Red que ellos quieren, la de los que mantienen la sartén por el mango y ante los que es tan fácil revelarse.

También veo la dictadura de los que permanecen en silencio. Los que se convierten en adalides de una libertad en la nube. Aquellos que insisten en que usar sus servicios nos hará mejores, independientes, libres, en definitiva. ¿Libres o atados a sus reglas?

Conversación, la eterna promesa de los que no tienen ojos, aunque sí bolsillos. Una bonita promesa para los incautos que imaginan que es mejor enfrentarse a una URL con sede en Chiquitistán. Podemos decir lo que queramos, siempre que no rompamos los «términos de servicio». Esos que nadie conoce, que santifican los ajustes de un mercado absolutamente libre. Y que permiten que los poderosos puedan apretar la bota cuando quieran. ¿Redes Sociales? Una nueva religión que debes aceptar. Comunícate, habla de ellas, incluso enseña a los niños a usarlas. Serán felices, ya que tendrán en su bolsillo la pastilla azul. Si, especialmente a los niños, que son los consumidores del mañana, los que hacen grande la red, los que prometen un futuro maravillosos a las URL de Internetlandia.

No sea Usted díscolo. No muestre otras cosas que se salgan del guión establecido. O el mismo ser benévolo que promete un mundo feliz le expulsará. No vaya hablar de miserias en un mundo de felicidad donde todo se mide en esquinas redondeadas y discursos vacuos. Si lo hace será expulsado. Repudiado. Y por qué no, denigrado. No denuncie, no ataque, no muestre lo que no interesa no vaya a ser que los otros, «lo que mandan» tengan la tentación de poner freno a la espiral del mercado.

¿Conversación? Unidireccional. ¿Ajustes? siempre expulsando a los desagradables. ¿Futuro? el que ellos dictan. ¿No te gusta? No sabes de qué hablas. ¿Libertad? por favor…

Y mientras tanto, la Red se auto protege. Total, ya se habla de vez en cuando de alguna actuación de «los que mandan» en la tele, así que, no nos toques más las narices…

#mmadrigalNOW

@amordazado

NO A LA CENSURA CONTRA MARCELINO MADRIGAL

Hace unos minutos comenzaba a correr como la pólvora la increíble noticia. Twitter decidía cancelar las cuentas de Marcelino Madrigal y de @inapropiado por considerarlas con contenido no acorde a sus reglas. ¿Qué reglas? ¿Existen reglas para que alguien no denuncie diariamente abusos contra niños? Marcelino lleva meses publicando enlaces desagradables. Comenzó a hacerlo tras decenas de correos enviados a la Guardia Civil, a la Policía Nacional y por supuesto a los responsables de una de las redes sociales que más ontenido pederasta contiene, Windows Live.

Marcelino primero fue expulsado de esa red. Microsoft debió considerar más molesto que alguien mostrara a diario a los miserables que sin pudor acosan a niños que el tratar de expulsar y poner a disposición de las autoridades a semejantes desgraciados. Marcelino continuó lo que algunos pretenden denominar como cruzada sin sentido en Twitter. Acosando a esos seres repugnantes, publicando enlaces abiertos para que todo el mundo pudiera ver qué es lo que ocurre en las Redes, cómo las empresas no se preocupan más que por conseguir aumentar sus vías de negocio, aun a costa de que sus sitios se conviertan en un nido de pornografía infantil repulsiva.

Y he aquí que de pronto, en el entorno que todos suponían que se mantenía la libertad, vuelve a producirse la censura. Marcelino Madrigal y la persona que más le ha acompañado en la lucha son borrados de un plumazo. Si la cuenta desaparece la vergüenza se borra, deben pensar los dueños del pajarito. Atrás quedan eternas conversaciones con promesas sin sentido desde Presidencia de Gobierno. Atrás quedan meses y más meses tratando de despertar una conciencia que permanece dormida y que solo entiende de zarandajas del momento.

Twitter debe devolver la cuenta a @mmarcelino y a @inapropiado. Y debe hacerlo ya. De no hacerlo demostrarán, una vez más, que las grandes corporaciones son las mejores aliadas de los delincuentes de Internet. Y que estos existen, por y gracias a ellas.

Puedes seguir en tiempo real el hashtag #mmadrigalNOW aquí

Cuando la Libertad es cercenada por el negocio

Llevo haciendo radio desde 1986. Comencé en Onda Verde, cuando era la emisora libre más escuchada de Madrid (con el permiso de La Voz de la Experiencia, Cadena del Water). Mi sueño se cumplió al poder sentarme delante de un micrófono y presentar la música que adoraba. Era un programa que no habría pasado los cánones de calidad de una radio fórmula, pero era libre, fresco y divertido.

En 1988 la Ley de Ordenación de las Telecomunicaciones nos obligó a un cierre cautelar. La Cadena Ser comenzaba su voracidad imparable, a la cual seguía Onda Cero, que por aquellos días de la mano de la ONCE, estaba dispuesta a cubrir todo el espectro radioeléctrico posible. Las razones para el cierre hace más de 20 años eran muy claras: El espacio de la Frecuencia Limitada es precísamente eso, limitado. Las emisoras libres, sin publicidad, sostenidas por las cuotas de sus socios, se convertían en molestos pepitos grillos y se cerraban por Real Decreto.

Tras unos meses de indefinición, a finales de 1988 volvimos a abrir. «La hora de los brujos», mi viejo programa, se trasladó a Radio Vallekas, donde pude seguir haciendo radio libremente, pinchando la música que me gustaba, escapando de la rigidez de los guiones de la radio convencional, consciente de que un solo oyente que pudiera perderse en mi programa valía más que todos los millones de cualquier EGM.

Desde hace años hago un programa de radio en Radio Enlace. Su calidad puede que no sea elevada. Tal vez estamos muy lejos de los grandes «comunicadores» en cuanto a dicción o mensajes políticamente correctos. Pero todos los domingos, cuando llegan las diez de la noche, siento la libertad con pasión fluir frente a un micrófono, siendo muy consciente de que nuestro pequeño puñado de oyentes se ven identificados con un programa de radio diferente, con una forma de hacer las cosas de otra forma, con unos mensajes contados de manera distinta.

Y una vez más vuelve a plantearse el cierre. Da igual que las emisoras comunitarias llevemos más de 20 años esperando una licencia compartida. Lo de menos es que hayamos planteado todo tipo de alternativas para compartir un par de puntos de un dial que todavía tiene espacio. Lo importante es cercenar esas voces que no se pliegan a los intereses políticos o económicos. La Comunidad de Madrid cede gustósamente las licencias a sus amigos políticos y ahora, de nuevo mediante Ley de carácter general, la General de Comunicación Audiovisual, se planteará el cierre de las «emisoras piratas». Las que «rompen» el mercado publicitario (por no aceptar publicidad), las que «no pagan impuestos», entendidos por peajes a los gobiernos de turno, las que dan la voz a «esos» amateurs que osan lanzar su mensaje «sin calidad» frente a los popes radiofónicos reconocidos.

Durante estos días la polémica parece instalarse solo en el ámbito de Internet. Se podrán cerrar webs que enlacen contenidos protegidos por la propiedad intelectual con el beneplácito de un juez de la Audiencia Nacional. Internet cacarea en contra y, en mucha menor medida, a favor de semejante disparate. Pero la radio, esa compañera inseparable y cálida está tocada de muerte y muy pocos son los que parecen estar preocupados.

Alguno pensará que si se cierran las radios comunitarias siempre quedará emitir online, pero, ¿cuanto tiempo pasará hasta que se prohíba hacerlo también así? ¿Seguiremos aceptando que la libertad se coarte por las presiones políticas y comerciales de los grandes grupos de interés? ¿Continuaremos pensando ingenuamente que la información y la comunicación es un derecho?…

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