Y los trolls llegaron… a Twitter

Ya he hablado alguna vez del Trollismo 2.0, esas actitudes terroristas llevadas a cabo en la mayoría de las ocasiones por parte de niñatos aburridos, que han encontrado en la Web Social una forma de canalizar el pensamiento único que escapa de su única neurona. La Web se va poblando cada vez más de comentarios agresivos, xenófobos e insultantes planteados por grupúsculos de usuarios que, al calor de la supuesta libertad de decir (y hacer) lo que les apetezca, vierten por doquier.

Foros, periódicos digitales, blogs, redes sociales y ahora también Twitter, la red que hasta hace poco parecía librarse de estos vándalos. Cuando analizamos la demografía de Twitter y los perfiles de sus usuarios encontramos que, al menos en España, es especialmente usada por profesionales que han encontrado un espacio de colaboración y conversación rápido, ágil y que cubre los más variados intereses. Así, nos servimos de Twitter profesores, consultores, expertos en Social Media y también profesionales de cualquier sector, atraídos por las enormes posibilidades relacionales que ofrece una herramienta que pasó del «qué estás haciendo» al uso personalizado por parte de cada usuario.

Twitter falla muchas veces. Cualquier usuario lo sabe. La famosa «ballena» aparece en demasiadas ocasiones. Y buena parte de los mensajes allí publicados son absolutamente vacuos o inconsistentes. Y tal vez en eso radica su gracia. En acceder a un Time Line en el que las personas a las que siguen están desgranando poco a poco fragmentos de su existencia. Y hasta ahora esas reglas servían, para la diversión, para la conversación, para el aprendizaje y para la denuncia.

Pero he aquí que los trolls han decidido colonizar el último espacio que les quedaba. Los últimos hechos sucedidos en relación a Marcelino Madrigal así lo atestiguan. Tras encontrarse de nuevo con su cuenta cerrada, es fácil observar que ese cierre ha sido inducido por avisos de «spam» a Twitter por parte de un grupo de adolescentes descerebrados cuya única misión en la vida parece ser poder obtener su pequeño momento de gloria. La gloria del niñato matón y macarra. El aplauso palmero del baboso que sueña con ser grande y observa que simplemente es una cucaracha bailando al son de las ratas.

No enlazaré a esos elementos. No lo haré por no darles más publicidad de la necesaria. Sigo creyendo en la máxima «Don´t feed the troll«. Pero aun así creo que hemos de tomar medidas. Todos. Twitter y los usuarios que lo han hecho crecer como espacio de libertad, más allá de convertirse en un nuevo espacio colonizado por estos primates aporreadores de teclas. O lo hacemos o en poco tiempo no será Marcelino Madrigal el que haya desaparecido de la red, ni la lucha contra la pornografía infantil silenciada, sino que mañana te tocará a ti.

¿Nos callamos y seguimos soportando?…

We shall never surrender

Marcelino Madrigal es nuestra conciencia viva contra la pornografía infantil que existe en Internet.

Marcelino lucha contra las grandes multinacionales con toda su fuerza y no se deja arredrar.

Marcelino ha sido baneado de Microsoft Live y hasta en dos ocasiones por Twitter, por mostrar al mundo las miserias con las que ni los políticos son capaces de luchar y de poner freno.

Marcelino no es un líder ni un gurú.

Marcelino simplemente grita al mundo lo que el mundo piensa y no se atreve a decir o no dedican el tiempo a luchar.

Marcelino soy yo.

Marcelino eres tu.

Marcelino somos todos.

Porque todos hemos de parar este sin sentido. O lo logramos o no habrá esperanza para la red.

Vamos a ir hasta el final.
Vamos a luchar en Francia,
Vamos a luchar en los mares y océanos,
Vamos a luchar con CRECIENTE confianza y CRECIENTE fuerza en el aire.
Vamos a defender nuestra isla sea cual sea el coste que pueda ser.
Vamos a luchar en las playas, vamos a luchar en los campos de aterrizaje,
Vamos a luchar en los campos y en las calles.
Vamos a luchar en las colinas,
Nosotros nunca nos rendiremos.

¿Crisis? Hagamos una obra…

En diciembre de 2009 se acababa una parte de las obras del entorno del Manzanares, ese río que tenemos en Madrid y que puede desaguarse cual lavabo quitando un tapón. Tras años de excavadoras, ruidos y suciedad, la zona del Paseo de la Virgen del Puerto ofrecía la cara amable de su renovación. No hacía falta indagar mucho para saber que las últimas semanas se habían agilizado unas obras que mostraban permanentemente la realidad del mito de Penélope: el agujero que se cerraba un día, se volvía a abrir dos días más tarde. Había dinero a espuertas. El Plan E, utilizado masivamente por ayuntamientos de toda España, y especialmente por el de Madrid, permitía jugar ese ciclo sin fin.

Acabado el dinero del Plan Agujereador, se acabaron las obras. Los vecinos se congratularon por la marcha de las máquinas y el final de molestias permanentes. El Ayuntamiento de Madrid, de paso, pudo ponerse la medalla del reformador urbano. A costa de romper también nuestros bolsillos y lograr la mayor deuda de las ciudades españolas, se nos prometió que habíamos llegado al fin.

Olvidábamos que el verano es el momento en el que los ayuntamientos aprovechan para hacer de nuevo agujeros en las calles. Siempre he pensado que más del 80 % de esos agujeros no son necesarios, sino que es una forma de poder ofrecer a las contratas de obras un momento de trabajo. De gastar un dinero público para pagar algún tipo de favores arcanos. O simplemente de tirar un dinero a la basura «porque si».

Junio de 2010. 6 meses tan solo después de terminar las obras de Virgen del Puerto, las que destrozaron aceras durante largos meses, las que mantuvieron las calles con un aspecto de queso de gruyere permanente, comienza de nuevo la pesadilla. Nuevamente los martillos pilones y las excavadoras toman posición en la Rivera del Manzanares. De nuevo rompen las piedras. Exactamente en el mismo sitio donde hace 180 días se daba por terminado uno de los proyectos faraónicos del alcalde que nos ha tocado sufrir. Exactamente la misma acera y el mismo tramo. Ni un metro más allá.

Nuevamente toca pagar, económica y personalmente, por supuesto. Con dinero público, y con mala leche privada, por descontado. El dinero se conseguirá a base de apretar de nuevo a los ciudadanos con tasas e impuestos absurdos. La mala leche nos la tragaremos a base de la píldora mágica que nos hace pensar que Madrid y sus gobernantes son así, el ruido, la suciedad y la ineptitud mezcladas a partes iguales.

Pero ¿por qué quejarnos? ¿Crisis? ¿Problemas de gasto público? ¿Deuda? Todo es salvable si vives en Madrid, tienes una empresa constructora y buenos amigos en el consistorio. Así pues, ya sabes lo que has de hacer…

I Love California!

All the leaves are brown
and the sky is grey
I’ve been for a walk
on a winter’s day

I’d be safe and warm
if I was in L.A
California Dreamin’
on such a winter’s day

stopped into a church
I passed along the way
well, I got down on my knees
and I pretend to pray

you know the preacher likes the cold
he knows I’m gonna stay
California Dreamin’
on such a winter’s day

all the leaves are brown
and the sky is grey
I’ve been for a walk
on a winter’s day

if I didn’t tell her
I could leave today
California Dreamin’
on such a winter’s day

Ya.com ¿ladrones o idiotas?

Fui cliente de Ya.com durante años. No me fue mal. Del todo. En un tiempo en el que tener ADSL era casi un lujo, al menos contaba con una conexión aceptable. La mantuve durante bastantes años, hasta que finalmente cambié de domicilio y la di de baja. O al menos eso creía. Publico aquí el mail que acabo de mandar a su departamento de facturación:

Estimados Señores,

Les escribo este mail tras una conversación con su departamento de facturación vía llamada al 902 052 192, iniciada a las 18:39 del día 7 de junio de 2010.

Mi nombre es Fernando Checa García, con DNI:xxxxx. Fui cliente suyo durante bastantes años, hasta que en enero de 2009 tramité telefónicamente la baja debido a que dejaba de vivir en el domicilio en el que tenía contratado el servicio.

En su momento tuve una larga conversación con una señorita que me pasó un cuestionario de satisfacción para saber por qué me daba de baja y finalmente entendí que todo quedaba arreglado, puesto que de hecho se me facturó una cantidad extra en concepto de cancelación.

Mi sorpresa fue que al mes siguiente me encontré con una nueva factura de Ya.com. Tras volver a llamar a su teléfono 902 tuve que discutir durante larguísimos minutos para conseguir sacar en claro que, pese a poder dar de alta telefónicamente su servicio de ADSL , debía enviar un fax con mis datos y los motivos de baja, en el que se incluyera una fotocopia de mi DNI. Sin estar de acuerdo con esa política absurda, así lo hice, no obstante.

En el mes de marzo de 2009 di orden al banco de que se dejase de pagar un servicio que ya no se estaba disfrutando, puesto que ya no vivía en el domicilio y había cumplido con los requerimientos de su empresa. De hecho, a finales del mes de marzo comprobé que el servicio de ADSL había dejado de prestarse, por lo que entendí que el asunto había quedado zanjado.

En el mes de mayo de 2009 recibí una nueva llamada de Ya.com reclamándome una factura del mes de marzo de 2009. Le expliqué a la señorita que me llamó que era imposible puesto que había dado de baja el servicio. Y ella me contestó que podría ser que estuviera en tramitación. En cualquier caso volví a hablar con el banco para explicarles que ya no vivía en esa casa y que tras cursar la baja no pagasen más facturas en el caso de que llegara alguna.

Finalmente, hace unos minutos, una señorita de una empresa llamada IGS (algo parecido) se ha puesto en contacto conmigo para decirme que debo una factura de 31 € de, ¡enero de 2010! Que iban a iniciar un proceso monitorio contra mi y que tengo que darles mi número de baja o en 7 días nos veremos en los tribunales. Tras llamar a su servicio de facturación, un caballero me ha dicho que debo tres facturas, noviembre, diciembre y enero de 2010, y posteriormente, una compañera suya me ha dicho que no, que debo realmente cuatro facturas. ¿Por qué no ocho?. Llevo sin pagar su servicio desde marzo de 2009, osea que podrían ser incluso 15…

Como Uds. pueden comprender no entiendo nada, puesto que desde el mes de marzo de 2009 la baja está tramitada. Ahora resulta que según Uds. me han estado cobrando un servicio que no he recibido, por un lado, y han dejado de cobrar un servicio que, no solo no he recibido, sino que en ningún caso debería haber pagado ya que la baja se tramitó de acuerdo a todas sus instrucciones.

Como operadora que son, pueden comprobar que el tráfico de esa ADSL es inexistente. Tiene que ser así puesto que esa casa que yo habité durante años está cerrada y me consta que, ni la han vendido ni alquilado.

En fin, tras este largo correo espero que puedan Uds. comprender que esta situación es algo más que intolerable, es completamente surrealista. Así pues, por favor, les rogaría que revisen mi expediente, indaguen lo que deban indagar, solucionen sus problemas administrativo-financieros y, finalmente, me digan cual es el «número de baja», si es que existe, o se lo hagan llegar Uds. a esa empresa que me ha llamado esta misma tarde.

Atentamente

¿Servirá este correo de algo? Lo dudo. Pero tal vez si llegas hasta aquí pensando en contratar una ADSL con Ya.com lo tengas un poco más claro: Vete a cualquier otra operadora. Puede que sean más ladrones, o tal vez más imbéciles, pero juntar ambas «cualidades»…

Educamos o Enredamos II

En esta segunda parte del post dedicado a la Mesa Redonda que compartimos el miércoles en el CRIF Las Acacias me gustaría hacer referencia al otro tema polémico que surgió también de las palabras de Agustín Cuenca, la privacidad, o más bien la desaparición de la misma. Agustín lanzó un mensaje bastante rotundo cuando dijo que debemos olvidarnos de la privacidad puesto que con la generalización de la Web Social esta camina hacia su desaparición. Algo que puede gustarnos o no, pero que simplemente es así.

Palabras duras y que considero merecen muchas matizaciones, al igual que el complejo tema de los contenidos (que está siendo desarrollado en estas interesantes conversaciones que aconsejo leer detenidamente). Ciertamente el famoso chiste de los perros conversadores en los principios de la Web ha sido superado. Hoy nos situamos frente a Internet con nuestro nombre y apellidos, incorporamos nuestras fotos, nuestros pensamientos, los hacemos públicos, en muchas ocasiones de forma inconsciente y permanecen en ella por tiempo indefinido. El concepto de lo público y lo privado parece haber quedado tan difuminado que puede entenderse que lo privado ya no tiene sentido.

No obstante, no estoy de acuerdo con que debamos aceptar esa falta de privacidad como una situación que simplemente ha de ser asumida como algo imparable. Obviamente la telaraña mundial se ha convertido en el nuevo ágora, y como tal muchas conversaciones pasan a ser del dominio público, al igual que lo eran hasta hace unos años nuestros comportamientos en el espacio off line. Pero esa situación no debe cegarnos ni llevarnos a obviar que ha de ser el usuario el que exija (y consiga) los niveles de privacidad que él exija. Indudablemente cuando realizamos una acción en el mundo off line de forma abierta y pública somos observados y juzgados por la misma. En la Red ocurre igual, la pregunta que hemos de hacernos es si somos conscientes de ello.

Es en el desconocimiento de las reglas de la Red donde radica el problema. Y en las características de la información publicada en Internet, especialmente su durabilidad en el tiempo, y acceso a la misma no sólo por particulares, sino cada vez por un mayor número de empresas.

Pongamos un símil un tanto burdo pero posiblemente válido. Imaginemos una de tantas fiestas de disfraces en las que un hombre se viste de mujer. Algo absolutamente asumido por nuestra sociedad (al margen de los todavía tristes comportamientos homófobos). Es una impostura del momento que vista desde una contextualización lúdica no significa nada más que el acto de diversión asumiendo un rol diferente.

Ahora bien, pongamos una docena de fotos de ese momento en Internet. En cualquier red social. Y descontextualicemos la situación. La imagen se convierte en la dictadora de dicho momento. A eso unamos que el nuevo entorno de «amistad» (entrecomillo ya que el tema de los «amigos» en redes sociales generará otro post) permite que cualquiera pueda recoger esa imagen, retocarla, reenviarla y reutilizarla a su modo. La metáfora del disfraz se convierte entonces en un problema, que puede ser muy serio.

Agustín comentaba que ellos en su empresa no buscan expedientes académicos, que «googlean» a sus candidatos. Y no son los únicos. Pongamos que una empresa encuentra esa imagen sacada de contexto. ¿Podemos pensar que no va a afectar más allá del puro plano on line? Sinceramente, lo dudo.

El concepto de identidad digital y la necesidad que tenemos de trabajarla como parte de nuestras habilidades digitales es clave, sin duda. Pero obviamente cualquiera que haga uso de la Web Social es consciente de que son planos cognitivos y actitudinales diferentes los que nos encontramos en ella. De ahí la exigencia de poder contar con criterios y herramientas que nos permitan valorar qué es lo que queremos hacer público y qué exigimos que sea privado. Por seguir con el símil anterior, si además de en una fiesta de disfraces disfruto vistiéndome de mujer en mi casa y no quiero que se sepa, tengo todo el derecho a que nadie entre en ella y lo cuente a todo el mundo (y que incluso se lucre con ello).

Nuevamente la función de los educadores, padres y profesionales es clave para llevar de la mano a los nuevos usuarios de la Web. Sin convertir la nueva situación en algo terrorífico, pero sin obviarla como tan sólo un nuevo peaje que debamos pagar por el «avance» de Internet. Tenemos derecho a hacer público todo lo que queramos, pero también hemos de tener el derecho al olvido o al anonimato si así lo queremos.

Todos estos argumentos se ven amplificados por el hecho de que son los niños y los adolescentes los que están incorporando a la red contenidos de forma permanente. ¿Debemos prohibírselo? Es simplemente absurdo sólo pensarlo. Pero sí debemos trabajar con ellos para que sean conscientes de las características del nuevo entorno. Acompañarles en ese viaje y, al igual que con el resto de planos de la realidad, lograr que sean conscientes de que la privacidad es una parte irrenunciable de la libertad…

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