Bienvenido 2009

Un año más se cumple el ritual. Gran cena regada con todo tipo de alcoholes, uvas trasegadas al ritmo de las campanadas del reloj de la Puerta del Sol, y buenos propósitos. 2008 se nos marcha, y a pesar de todo uno siente un poquito de nostalgia ante un año que, en su conjunto ha sido muy bueno. En trabajo, en proyectos y en lo personal. El año que suponía mi marcha de la UPSAM para insertarme definitivamente en la UEM. El año en el que no presenté mi eterna Tesis, aunque sí avancé en el conocimiento de la Web Social gracias a la investigación participativa en un sin número de Redes Sociales y aplicaciones que prometen cambiar nuestra vida.

2009 se me presenta pleno de posibilidades. 2009 se encara de manera optimista. Y es que la dichosa crisis, de la que todo el mundo se empecina en hablar, espero que pase de soslayo por delante de mi puerta.

Gracias a todos los que en algún momento os habéis dejado caer por este rincón. Gracias por haber leído con paciencia o críticamente lo que no son más que reflexiones personales, sin más objetivo que el de expresar, el de comunicar lo que pasa por mi cabeza.

Internet es una fuerza imparable. Lo lleva siendo desde hace más de una década. Y estoy convencido de que 2009 será nuestro año. Para todos los que participáis de él: QUE TENGÁIS UN FELIZ AÑO!!!

Feliz Navidad

Llegamos a las fiestas navideñas, y en ellas sigo siendo muy 1.0. Especialmente como Profe, que tiene más de dos semanas de vacaciones. Semanas que servirán para retocar la Tesis e incorporar algunos cambios, con el objetivo de conseguir tenerla lista para Febrero (¿será posible?)

En cualquier caso, para los descreídos y para los convencidos… Un clásico, con mis mejores deseos de Felicidad (este sí que no es 2.0 pero nunca pasará de moda)…

Atendemos a traves de todos los canales…

En España hemos avanzado muchísimo en el comercio electrónico. Ya no nos da miedo buscar ofertas a través de Internet, meter los números de nuestra Visa y esperar a que nos llegue tan ricamente en nuestra casa. La penúltima vez que compré on line fue en E-Deusto, la oferta del Manifiesto Cluetrain en castellano, por un céntimo más gastos de envío (4,95 € en total). En cuatro días hábiles, teniendo en cuenta que estaba por medio el puente, recibí mi libro sin ningún problema. Como la infinidad de veces anteriores que he comprado on line.

La semana pasada decidí que mi televisor ya estaba viejo, así que me lie a patadas con él (bueno, no exactamente, pero el resultado fue similar). Como hay que ver la botella siempre medio llena, por fin podía tener una tele plana, de 37 pulgadas y con todos los gadgets incorporados. Tras mucho buscar por la Red, desistí de comprar en Pixmanía. Nunca había comprado ahí, pero las críticas y opiniones recibidas en Ciao me echaron para atrás (háganselo mirar…).

Después encontré una tienda llamada SUMOFIM, que tampoco conocía. No se hablaba mal de ella, así que hice el pedido a través de ella. Y a partir de ahí un sin fin de correos esperando saber si la tele estaba en stock. Tres días de espera para recibir el siguiente mensaje:

«Disculpen que no nos hayamos puesto en contacto antes, pero hemos tenido problemas con los email, este televisor está disponible, si lo desea puede hacer la transferencia, de no recbir esta, como maximo el 17/12/2008, daremos por entendido que no desea su pedido, y quedará anulado.»

Con la consiguiente respuesta por mi parte:

«Lo siento mucho, como no habíamos recibido respuesta la hemos comprado en otro establecimiento»

Muchas gracias por su atención,»

Efectivamente. Tras no conseguir respuesta, vi una en PCCity que tenía todo lo que yo pedía. Estaba en stock, buen precio, interesante. Número de tarjeta, y transacción… ¿hecha?

No. Al día siguiente, en vista de que no se sabe nada, puestos al chat con Att. Cliente, se nos exige el envío de fotocopia del DNI por fax para cerrar la compra. Digo puestos al Chat, ya que los señores de PCCity atienden on line. Es decir, si compras a través de Internet no es posible acceder a nadie del servicio de Atención al Cliente de otra forma que no sea a través de la tecla.

Hoy, viernes, una semana después de la muerte prematura de mi tele sigo sin saber cuándo podré embobarme con lo que nos muestra la caja tonta. Los distintos chatoperadores nos remiten a los arcanos de la facturación, a los que es imposible acceder, puesto que no tienen chat. ¿Y el teléfono? Pulse 1, pulse 2, pulse 3…

Vendemos on line, atendemos on line, la cagamos aburrimos a nuestros clientes on line…

Gorilas, orangutanes y acémilas

La semana pasada moría un chaval a las puertas de una discoteca en Madrid. El Balcón de Rosales, lustroso entorno del pijerío madrileño, se teñía de sangre por tres bárbaros que ponían en práctica sus conocimientos de psicología campestre. esto es, al que molesta, candela. En esta ocasión el chico había pasado con sus amigos la criba de los salvajes que se encargan de la «seguridad» de estos lugares. Dio igual, bastó un pequeño incidente para que las páginas de sucesos y Telecinco tuvieran material con el que nutrirse durante intensos minutos.

Soy el primero que lamenta la muerte de Alvaro Ussia. Aunque de no haber muerto reventado a golpes, el hecho no habría tenido trascendencia. Todos los días se producen ese tipo de agresiones. Todas las noches en nuestro Madrid los energúmenos de las puertas de los locales de ocio entregan la dicha o el cabreo de entrar en el garito prometido para poder ser envenenados pagando. Curioso, pero real. Estos animales de bellota no son nuevos, han estado siempre ahí. Y seguirán siempre. Da igual que ahora tengan que hacer un examen para demostrar que pueden firmar con la huella dactilar. Seguirán campando a sus anchas y pronto volveremos a vivir algo similar, en cuanto pasen los titulares y el cabreo del momento.

Es ahora cuando se toman medidas de cara a la galería. Y para ello qué mejor que hacer la razzia particular contra las discotecas y salas de conciertos. Se cierra La Riviera, se avisa del cierre de Macumba, y así hasta una decena de salas «con denuncias». Y nuevamente los titulares son copados por el buen trabajo del ayuntamiento, que por fin toma cartas en el asunto.

Eso sí, con el cierre de estas dos salas en concreto, también se acaba con dos de los pocos espacios en los que era posible escuchar música en vivo en nuestra paleta capital. De todos es sabido que un concierto genera violencia. Que los jóvenes (y no tanto) en pleno éxtasis musical pegan fuego a la ciudad. Y que bastante mata la cultura el hecho de que la gente se baje los discos como para que un sisebuto de gimnasio además se entretenga en matar «concierteros». Nada, tabla rasa. Acabadas las salas acaba el problema. Se cumplen las leyes, se satisface al vecino molesto por la cola en la puerta, y se evitan problemas futuros.

La culpa del asesinato la tiene que la sala no tenga los papeles en regla. Como todo el mundo sabe eso es así. Así que cerrados. Y a otra cosa, que para eso el Excelentísimo Ayto. se encargará de marcar la música que hay que ver, escuchar y consumir.

Lamento enormemente que en nuestra sociedad habiten cavernícolas. Pero casi tanto como ello lamento tener que sufrir políticos que no les van a la zaga. Eso sí, que nadie se queje… que han tomado medidas para que «lo de ese chico» no vuelva a repetirse…

1919

En aquel lejano año nació gente importante. Acababa de terminar la 1ª Guerra Mundial y un hombre llamado Nat King Cole venía al mundo en Montgomery. Aquel bebé nacido en una época dura para los negros, sin derechos y racista, sería uno de los precursores del Rock and Roll, con un tema llamado «Straighten Up and Fly Right«.

También ese año vino al mundo Eva Perón, la bella argentina que incluso acabaría quitándose años para permanecer viva siempre en el subconsciente colectivo de los argentinos. Hija ilegítima, lucharía desde la política para conseguir la igualdad de las mujeres con los varones.

Igualmente, en 1919 vino al mundo Simone Ortega, la mujer que pasaría a la historia por crear el libro de cocina más vendido en España, el libro que ha enseñado a cocinar a millones de mujeres y de hombres, a perder el miedo a sumergirse en los fogones.

Y ese año, hace ya 89, nació mi abuela, Margarita García Sarabia. Ella no acabó siendo una entrada más de Wikipedia, de hecho nunca acabó de entender la fijación de su nieto con esa mochila que siempre llevaba a cuestas. Ese cacharro que simplemente servía para «jugar a marcianos». Pero sí hizo mucho por la pasión por el Heavy Metal de aquel chaval que se sentía incomprendido por sus padres y al que no dejaban llevar el pelo largo. Incluso le guardó a escondidas las cassettes cuando, tras el furor paterno por un cerro de suspensos que no cabían en el boletín de notas, llegó el momento de la prohibición de escuchar «peludos» que sólo llevaban a la perdición («hijo, vaya música ratonera… yo te la guardo pero estudia, que si no tus padres acabarán tirándolas a la basura»)

Soportó la humillación por llevar un pañuelo rojo en la cabeza en 1938, cuando un grupo de falangistas se cebaron con ella, con aquella insolente que apoyaba a las huestes comunistas. Y aguantó estoicamente las tres condenas a muerte que le cayeron a su Joaquín, el guapo aviador que había conocido en los momentos más duros de la Guerra. Tres condenas que se convirtieron en seis años de esperar diariamente a que la mañana siguiente fuera la última. Para finalmente poder sortear los años de la postguerra, de la desesperación, del miedo.

Cocinaba, sin necesidad del libro de Simone Ortega, criticando aquellos ingredientes que parecían extraños. «¿Chalotas?, leñe, cebollas, de toda la vida». Incorporando las recetas de la marca de su olla express al recetario familiar: el pollo con champiñones, sería así, durante el resto de nuestros días, Pollo Decor. Y nos trasladaría la pasión por las ollas y los fogones.

89 largos años que hace una hora llegaban a su final. Marchándose dejándonos su recuerdo de la abuela moderna, la que fumaba Winston echando humo como una chimenea o era capaz de tragarse brebajes infames como aquellos 43´ con leche. El recuerdo de las 15 mil pesetas que permitieron a su nieto mayor poder pagar el examen práctico del carné de conducir, tras haberse quedado sin un duro en pos del ansiado papel rosa. El de aquella cinta de Leño en directo, comprada a escondidas, simplemente por ver la sonrisa y la felicidad de un chaval con 14 años que ya suspiraba por los sonidos duros y poco comerciales. El de aquellos caramelos con piñones que acaban pegados a los dientes, que cuando se acababan era el indicativo de que faltaba muy poco para que volviera a visitarnos. El de la mujer que siempre supo a quiénes no les debía nada, a quién tenía que respetar y quién no merecía ningún respeto.

Desde hace una hora, descansa en paz, abuelita…

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