Llevo 15 años en la formación y la mitad de ellos compatibilizando formación presencial y formación on line. Mucho tiempo para haber visto casi de todo, aunque lógicamente siempre surgen cosas nuevas, retos y, como no, problemas.
El último curso en la modalidad de e-learning en el que he participado como profe-tutor comenzó como tantos. Llamada para hacerme la propuesta de participación, reunión preparatoria, y allí, la sorpresa: tendrás a más de 500 alumnos en el aula virtual. Por supuesto, como uno es un machote pone cara de circunstancias, esa típica del «me hago cargo» y sueltas el consabido, «bueno, no es un aula presencial, así que seguro que sale bien».
Y bien ha salido, pero a costa de la dureza inherente a un número de alumnos tan inmenso. Creo interesante escribir aquí algunos aspectos que tal vez ayuden al que le pase algo similar.
Primer problema. «Yo soy yo… y mis circunstancias», es decir, el perfil de los alumnos. Módulo de Internet. Vaya, ya sabes, explicar como funciona un navegador, un buscador, el mail… Algo «chupado» para quien lleva más de una década en Internet. Seguro que lo haces bien. Aunque al encontrarte alumnos en el aula que podían haber inventado Internet al tiempo que Vint Cerf la cosa comienza a convertirse en compleja. Y más si junto a ellos comparten pupitre virtual otros que están descubriendo qué leches es eso de la arroba. Solución: presencia permanente en el Aula Virtual. Proponer nuevos temas que superen la documentación. Sumarse a todas las discusiones. Tratar de mantener un equilibrio entre los alumnos más avanzados y los rezagados. Y ante todo ser asertivo. Hay mucha gente que sabe más que tú.
Segundo problema. «¡Ruido!». Decenas de mensajes, muchos de ellos repetidos o sobre la misma cuestión. Especialmente en los primeros momentos del curso. Aula Virtual repleta de nuevos temas que asustan nada más verlos. Solución: presencia permanente en el Aula Virtual. Especialmente los primeros días, para tratar de reconducir los debates repetidos a un único espacio de discusión. Trabajo a través de privados para tranquilizar a los que sienten como se pierden antes de empezar.
Tercer problema. «Esto va a pedales». La tecnología avanza, pero nunca será perfecta. Los tiempos de espera se suceden y frustran a cualquiera. Solución: paciencia y de nuevo ser positivos. Intentar que algo enervante se convierta en anecdótico. Intentar hacer que valga la pena esperar. ¿Puede hacerse sin sufrir los mismos problemas estando en el Aua?
Cuarto problema. «Ains, no tengo tiempo». El genérico de los cursos en la modalidad de e-learning. No aparecen telarañas ya que 600 alumnos son muchos, pero si observas con detenimiento los que participan son siempre los mismos. ¿Y los demás? Los que Lurkean también aprenden y es perfectamente válido (a fin de cuentas ¿quién no ha dejado discutir a otros con el profe prefiriendo mantenerse expectante?) Aun así, muchos «faltan a clase». Solución: Trabajo en el ámbito de la coordinación. Teléfono y más teléfono. Mails de recuerdo, de ánimo. La presencia del curso tiene que hacerse más allá del campus virtual.
Quinto problema. «La bomba incendiaria». Un buen día aparece un debate que es mal entendido. En minutos la bola de nieve crece y lo que va sobre la seda se convierte en rencores virtuales y palabras agrias. Solución: Agua cuanto antes. En privado y desde la coordinación, comprensión y cierre del problema. Y de nuevo presencia en Aula Virtual. Debatamos sobre lo realmente importante, y seamos divertidos. ¿No nos gustan los chistes en una clase? Si son tan necesarios como lo que nos cuentan, supuestamente serio 😉 …
Sexto problema. «Seguro que lo entienden y sacan un 10». Llegan las evaluaciones y los estudiantes vuelven a ser eso, alumnos temerosos de no conseguir sacar buena nota. Tú preparas una evaluación que evite el «Pinta y Colorea», la revisas mil veces y cuando comienza el período de evaluación te das cuenta de que debías haberla revisado al menos mil y una veces. Errores en el cuestionario o preguntas mal formuladas. Claro, a quién se le va a ocurrir mandar 25 megas por correo electrónico en un fichero anexo. Así que planteas de forma taxativa una pregunta para que todos digan que no se puede. Y una vez más te equivocas. ¡Claro que se puede! Hacerlo es una barbaridad, pero se puede y tu no preguntas si hacerlo va contra toda lógica. Y no es el único error. De forma que el 10 esperado se convierte en un 8 o en un 6 o en un miserable aprobaducho. Ahora ya no son estudiantes satisfechos de haber pasado una prueba sencilla, sino adultos cabreados que se sienten engañados y ejercen su derecho a la protesta. La «bomba incendiaria» queda pequeña. Comienzan las «Guerras clon», por la cantidad de veces que se repite el mismo mensaje en tema tras tema. Solución: asumir los errores. En público y en privado. Las veces que hagan falta. Aprender internamente para que no vuelva a ocurrir pero sobre todo trasladar a los participantes que lo importante no es el resultado del cuestionario. Que el aprendizaje está más allá de la medición con 10 preguntas de un test.
Séptimo problema. «Adiós con el corazón». Han pasado 3 semanas y sientes que llevas toda la vida metido en un mundo virtual. Es momento de cerrar el curso y dar paso a otro. ¿Problema? Será en todo caso el alivio. Ummm… si, aunque ¿y ahora como sustituyo yo el mono de la discusión virtual?
Así, a bote pronto. Sin ánimo de teorizar sobre el tema. Simplemente de analizar las vivencias rápidamente. Volvemos al principio. Muchos años dedicándome a la formación. Disfrutando con ella. Y siendo consciente de que tanto presencial como a través de Internet es una droga, dura y dulce a la vez…